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La tierra de la “libertad” nos vuelve a sorprender con su compromiso inquebrantable con los valores democráticos… persiguiendo a quienes osen decir algo que incomode a sus grandes líderes.

Porque, claro, en Estados Unidos, donde la Primera Enmienda ha sido históricamente el baluarte de la libre expresión, ahora se considera una necesidad “responsabilizar” a los que “difundan mentiras”. Y quién mejor para recordárnoslo que el gran visionario, dueño de empresas que van desde autos eléctricos hasta satélites que vigilan el planeta, el inefable Elon Musk.

Desde su trono digital, el hombre que alguna vez se vendió como un abanderado de la libertad de expresión, ahora se convierte en el vocero de una cruzada por la censura selectiva. En una reciente entrevista con Fox News, Musk defendió la idea de que el gobierno de Trump debe ir tras aquellos que han mentido sobre él, porque, en su infinita lógica, “esas mentiras casi hacen que lo maten”. Ah, qué tiempos estos, donde cualquier crítica puede ser calificada de atentado y donde la mejor forma de honrar la democracia es criminalizar la disidencia.

La hipocresía en su máxima expresión

Musk, ese mismo hombre que clamaba por la libertad de expresión cuando se trataba de reactivar cuentas suspendidas en X (antes Twitter) bajo la excusa de luchar contra la “cultura de la cancelación”, ahora encuentra en la censura una aliada conveniente. “Los que impulsan la propaganda son los verdaderos villanos”, afirma Musk. ¿Y quién define qué es propaganda y qué es verdad? ¡Pero claro! Elon y sus amigos en el gobierno de Trump.

Porque en Estados Unidos, si un medio de comunicación publica una historia incómoda sobre el presidente, está difundiendo propaganda peligrosa. Pero si la CIA, el FBI o el Pentágono lanzan informes dudosos para justificar guerras, es simple “defensa de los intereses nacionales”. La hipocresía es tan descarada que uno no sabe si reír o llorar.

Cazadores de brujas versión 2025

No es la primera vez que la política estadounidense adopta medidas al mejor estilo orwelliano mientras sigue vendiendo su modelo como el epítome de la libertad. Ahora, en la era Musk-Trump, la caza de brujas se moderniza con algoritmos de inteligencia artificial y una infraestructura digital que hace que el Gran Hermano de Orwell parezca un pasante mal pagado de Silicon Valley.

El problema no es solo que Musk sugiera esta persecución, sino que su idea es perfectamente compatible con el ambiente represivo que ha ido consolidándose en EE.UU. desde hace años.

Las leyes antidesinformación, la censura en redes sociales disfrazada de “verificación de hechos”, la criminalización de la protesta bajo el pretexto de la “seguridad nacional” y la vigilancia masiva han sido normalizadas en la supuesta democracia más avanzada del mundo.

¿Quiénes serán los próximos “irresponsables”?

Si se empieza a “responsabilizar” a quienes difunden mentiras, como dice Musk, ¿dónde se pone el límite? ¿Se criminalizará a los periodistas que expongan casos de corrupción del gobierno? ¿Se perseguirá a académicos que cuestionen la versión oficial de los hechos? ¿Se multará o encarcelará a ciudadanos comunes por publicar un meme que haga enojar al líder de turno?

Si realmente queremos “responsabilizar” a los que difunden mentiras peligrosas, tal vez sería buena idea empezar por la Casa Blanca, el Pentágono y Wall Street, cuyas falsedades han causado más muertes que cualquier “noticia falsa” en redes sociales. Desde las inexistentes armas de destrucción masiva en Irak hasta las promesas de que Ucrania derrotaría a Rusia en cuestión de meses, la historia reciente está repleta de mentiras que han sido vendidas como verdad incuestionable.

La libertad como arma política

Es curioso cómo el concepto de libertad de expresión en EE.UU. se ha convertido en un comodín que se usa a conveniencia. Durante años, se han financiado revoluciones de colores y se han armado grupos opositores en otros países en nombre de la “democracia”. Pero ahora que la narrativa interna se tambalea, la respuesta es prohibir, censurar y perseguir a los que no se alineen con el discurso oficial.

El caso de Musk es solo la punta del iceberg de una tendencia más amplia: la transformación de Estados Unidos en un estado policial donde la disidencia se castiga mientras se vende al mundo la imagen de una nación que defiende la “libertad”. Nada más irónico, y nada más peligroso.

Así que bienvenidos a la nueva era de la libertad estadounidense: donde eres libre de decir lo que quieras… siempre y cuando sea lo que el gobierno y sus multimillonarios amigos quieren oír.