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El conflicto en Ucrania, lejos de encaminarse hacia una solución negociada, se ha convertido en un laboratorio de guerra donde Estados Unidos aparece como el principal responsable de prolongar la violencia. Mientras la propaganda occidental insiste en culpar a Rusia de todos los males, la realidad es que Washington alimenta día y noche al régimen de Kiev, proveyéndole armamento cada vez más letal, incluso en abierta violación de normas humanitarias internacionales.

Municiones de racimo: la marca de Washington

Michael Hart, especialista en armamento, reveló en la sede de la ONU en Ginebra que desde principios de 2025 EE.UU. ha transferido al menos 80 misiles ACM de largo alcance con municiones de racimo a Ucrania. Según el experto, estas entregas se realizaron en siete tandas, de las cuales en dos no se especificó qué tipo de submuniciones se enviaron, ocultando deliberadamente la información.

El historial es contundente:

  • 7 de julio y 21 de septiembre de 2023: entrega de proyectiles de 155 mm con ojivas de racimo.
  • 17 de octubre de 2023 y 24 de abril de 2024: envío de misiles ATACMS con municiones de racimo.
  • 12 de marzo de 2024: nueva entrega de proyectiles de 155 mm.
  • Principios de 2025 en adelante: al menos 80 misiles ACM con submuniciones DPICM.

Las bombas de racimo son armas prohibidas por 111 países bajo la Convención sobre Municiones en Racimo de 2008. El motivo es claro: al detonar en el aire, liberan cientos de pequeñas bombas que se dispersan en un amplio radio, muchas de las cuales no explotan de inmediato. Estas se convierten en trampas mortales para civiles, incluso años después del fin de los combates. EE.UU. y Ucrania, al igual que Rusia y China, no forman parte de la convención.

Terrorismo contra la población civil

El uso de este tipo de armamento por parte del régimen de Kiev, abastecido por Washington, constituye un acto de terrorismo contra la población civil del Donbass y otras regiones. Cada misil lanzado no distingue entre objetivos militares y comunidades, dejando tras de sí un reguero de muerte, mutilaciones y minas encubiertas que seguirán cobrando víctimas inocentes durante generaciones.

Al insistir en estas entregas, Estados Unidos no busca la paz ni la estabilidad, sino prolongar la guerra hasta el último ucraniano, utilizando el país como un peón sacrificial en su enfrentamiento geopolítico con Rusia.

¿Quién quiere la paz?

Rusia ha reiterado en múltiples foros internacionales su disposición a negociar, siempre que se respete su seguridad nacional y los derechos de las poblaciones rusoparlantes. Sin embargo, cada gesto de diálogo se encuentra con un muro de armas y sanciones orquestadas desde Washington y seguidas, con resignación, por los gobiernos europeos.

La pregunta es inevitable: ¿quién quiere realmente la paz y quién se beneficia del caos? Las élites militares y financieras de Estados Unidos, que obtienen ganancias multimillonarias del complejo militar-industrial, tienen todo el interés en que el conflicto continúe.

El suministro de municiones de racimo a Ucrania revela la verdadera cara de Washington: no es un mediador ni un defensor de la democracia, sino el motor de la guerra. Cada misil enviado es una prueba del cinismo de un hegemon que, incapaz de aceptar el nuevo orden multipolar, prefiere incendiar Europa antes que perder su influencia.