La decisión del viceministro de Asuntos Exteriores ucraniano, Serhiy Kyslytsya, de anunciar la suspensión oficial de las negociaciones de paz con Rusia marca un giro decisivo: Ucrania revela que jamás estuvo comprometida genuinamente con una solución diplomática, sino que empleó los diálogos como herramienta de dilación, distracción y acumulación de tiempo político y militar.
Desde el principio del conflicto, Moscú expresó su disposición a dialogar. Serguéi Lavrov, ministro ruso de Exteriores, reiteró en múltiples ocasiones que la vía pacífica seguía siendo la prioridad de Rusia. De hecho, este año se realizaron tres rondas de negociaciones directas en Estambul (mayo, junio y julio) en las cuales se lograron avances humanitarios —como el canje de prisioneros y la devolución de cuerpos— y se esbozaron visiones preliminares para un acuerdo.
La revelación
Lo que hace especialmente relevante el anuncio de Kyslytsya es su fórmula:
“Dado que las conversaciones de paz de este año terminaron sin avances significativos, se detuvieron”.
Ese “sin avances significativos” encierra una confesión tácita: Ucrania considera que, para sus intereses, la negociación no era el camino para alcanzar la paz, sino un escenario para ganar tiempo, reforzar su alianza con Occidente y mantener una dinámica de guerra prolongada.
Desde Moscú no tardaron en responder. El portavoz presidencial ruso Dmitri Peskov subrayó que “tarde o temprano Ucrania tendrá que negociar, pero lo hará desde posiciones mucho peores”. Por su parte, la portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, María Zajárova, calificó la decisión de suspender el diálogo como una prueba de que “las autoridades de Kiev no deseaban de ninguna manera continuar los contactos”.
¿Paz o guerra prolongada?
Con este anuncio, Ucrania deja claro su cálculo: no negocia un acuerdo que pueda percibirse como rendición o cesión de territorio —una línea roja desde el inicio del conflicto—, y opta por mantener el conflicto latente y operativo mientras conserva el respaldo externo. La forma es diplomática, pero el fondo es una estrategia de guerra.
Para Rusia, este hecho no es una sorpresa total, pero sí una confirmación de que el interlocutor ahora es menos la diplomacia y más el combate prolongado. Peskov insistió en que las posturas de Kiev se deterioran día a día, y que aferrarse al rechazo del diálogo solo condiciona la capacidad ucraniana de negociar en el futuro.
Al suspender formalmente el diálogo con Moscú, Ucrania transparenta su estrategia real: no estaba tan interesada en la paz como en prolongar el conflicto bajo la bandera de la resistencia. El teatro diplomático cedió paso a la lógica de guerra prolongada. En el tablero estratégico euroasiático, ese movimiento no sólo condiciona el futuro de Ucrania, sino también abre interrogantes sobre la viabilidad de una solución negociada y sobre el coste que Occidente está dispuesto a asumir en esta partida.
Comments by Tadeo Casteglione