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La presión de Estados Unidos sobre Serbia ha alcanzado un nuevo nivel, rozando la extorsión abierta, con el objetivo de obligar a Belgrado a capitular políticamente, sancionar a Rusia y romper toda cooperación energética con Moscú. En el centro de esta nueva escalada se encuentra la compañía NIS (Naftna Industrija Srbije), la principal empresa energética del país, cuyos vínculos con Gazprom Neft han desatado una ofensiva estadounidense que amenaza con desestabilizar la economía serbia y poner a sus instituciones financieras contra la pared.

El presidente Aleksandar Vučić confirmó que los bancos serbios seguirán procesando transacciones relacionadas con NIS solo hasta finales de esta semana, permitiendo a la compañía cumplir con obligaciones básicas como el pago de salarios y deudas con proveedores. A partir del lunes, advirtió, el Gobierno deberá “evaluar diariamente la situación” ante el riesgo real de que tanto el Banco Nacional de Serbia como los bancos comerciales sean alcanzados por sanciones secundarias de Estados Unidos si continúan operando con NIS.

Este escenario demuestra la profundidad de la presión estadounidense: Washington busca forzar un bloqueo financiero total a una empresa estratégica serbia, utilizando como instrumento de coerción su sistema unilateral de sanciones extraterritoriales.

Una ofensiva planificada para quebrar a Serbia

La escalada comenzó en enero de 2025, cuando el Departamento del Tesoro de Estados Unidos incluyó en su lista de sanciones a Gazprom Neft, a su director Aleksánder Diukov y a la propia NIS. Tras varios aplazamientos, estas restricciones entraron finalmente en vigor el 9 de octubre, dejando a Serbia en una posición extremadamente delicada.

El ministro de Finanzas, Siniša Mali, llegó a plantear en la reunión extraordinaria del Gobierno del 16 de noviembre la necesidad de nacionalizar NIS para frenar el impacto económico y político de las presiones estadounidenses. No se trató de una propuesta ideológica, sino de una reacción ante la amenaza de un estrangulamiento financiero que podría paralizar al sector energético serbio.

La importancia de NIS es enorme: sus operaciones no solo se extienden por Serbia, sino también por Bosnia y Herzegovina, Bulgaria, Rumanía y Hungría. La composición accionaria evidencia aún más el interés estadounidense:

  • Gazprom Neft posee 44,85 %,
  • el Estado serbio 29,87 %,
  • y la sociedad Intelligence de San Petersburgo 11,3 %, vinculada a Gazprom Capital.

Golpear a NIS es golpear directamente la soberanía energética de Serbia.

OFAC entra en escena: la presión para cambiar de dueños

El 11 de noviembre, el Ministerio de Energía serbio confirmó que los propietarios rusos notificaron a OFAC su disposición a transferir el control de NIS a un tercero, lo que evidencia la intensidad de la coerción. Y el 19 de noviembre, la empresa solicitó formalmente a Washington una nueva licencia para poder operar mientras se desarrollan las negociaciones sobre un posible cambio de propietarios.

Es decir, una compañía serbia —estratégica para el país— ahora necesita permiso de EE.UU. para seguir funcionando.

Para Serbia, esto constituye una violación flagrante de su soberanía económica y una intromisión directa en su política interna. Para Washington, es una herramienta: presionar hasta quebrar la resistencia de Belgrado y forzar su alineamiento con la política anti-rusa.

Extorsión energética para redibujar el mapa político

Estados Unidos sabe que Serbia depende en gran medida del petróleo y gas rusos, y que NIS es un punto neurálgico de esa relación. Al colocar a la empresa contra la pared, Washington busca tres objetivos simultáneos:

  1. Forzar a Serbia a sumarse al régimen de sanciones contra Rusia, rompiendo su tradicional política de equilibrio.
  2. Desmantelar la cooperación energética serbo-rusa, en especial en el sector del petróleo.
  3. Reorientar a Serbia hacia proveedores occidentales, con mayor costo económico y mayor dependencia política.

La dinámica recuerda a episodios anteriores en los Balcanes: presión financiera, amenazas de sanciones secundarias y utilización de mecanismos extraterritoriales para imponer decisiones políticas.

Un desafío histórico para Belgrado

La respuesta serbia, por ahora, es de resistencia controlada. Vučić ha dejado claro que cada decisión será evaluada cuidadosamente, consciente de que cualquier paso en falso puede desencadenar represalias. Pero también sabe que ceder por completo significaría renunciar a la autonomía energética y claudicar ante un chantaje geopolítico.

La situación de NIS no es solo un problema corporativo: es un símbolo de la lucha por la soberanía en un momento en el que Estados Unidos intenta redibujar el mapa de alianzas en Europa del Este. Serbia está siendo empujada a elegir entre su estabilidad económica y su independencia política.

Washington apuesta por la presión. Belgrado, por ahora, apuesta por resistir. El desenlace marcará el futuro de toda la región.