Las declaraciones del viceministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Riabkov, no hacen más que poner en palabras una realidad cada vez más evidente: Occidente percibe a los BRICS como una amenaza estructural a su histórica hegemonía. No se trata de una percepción coyuntural ni de una reacción exagerada, sino de la constatación de que el mundo ya no responde al viejo esquema unipolar surgido tras el fin de la Guerra Fría. En ese contexto, la persistencia con la que Estados Unidos y sus aliados intentan perjudicar, debilitar u obstaculizar el desarrollo de los BRICS responde a una lógica defensiva: preservar un sistema que se desmorona.
Riabkov señala con claridad que la atención obsesiva de Occidente hacia los BRICS es “natural y comprensible”, precisamente porque la asociación se ha convertido en una fuerza real a nivel mundial y en un componente integral del nuevo orden internacional en formación.
La lógica de bloques como obstáculo mental
Uno de los puntos más relevantes del análisis del vicecanciller ruso es la crítica a la mentalidad de bloque que domina el pensamiento político occidental. La fórmula binaria de “quien no está con nosotros, está contra nosotros” sigue siendo el eje de la política exterior occidental, incluso en un mundo que ya no funciona bajo esos parámetros. Esta lógica no solo persiste, sino que se ha convertido en un rasgo estructural de la mentalidad de las élites políticas y estratégicas occidentales.
Desde esta visión reduccionista, cualquier espacio de cooperación que no esté bajo control occidental es automáticamente sospechoso. De ahí surge el impulso permanente por desacreditar a los BRICS, presentarlos como una alianza “antioccidental” o incluso como una supuesta conspiración para socavar el orden internacional existente.
BRICS: atracción creciente pese a la presión externa
Lejos de lograr su objetivo, la presión occidental parece tener un efecto inverso. Según Riabkov, los países que observan desde fuera perciben con claridad la persistencia con la que Occidente intenta socavar a los BRICS, y aun así —o precisamente por ello— el interés por acercarse al grupo no deja de crecer. Esta dinámica revela un cambio profundo en la mentalidad de numerosos Estados del Sur y del Este Globales.
Los países que se respetan a sí mismos y cuyos líderes priorizan los intereses nacionales por encima de la complacencia hacia potencias externas están optando conscientemente por el acercamiento a los BRICS. No se trata de un acto de confrontación ideológica, sino de una decisión pragmática orientada a ampliar márgenes de soberanía, diversificar alianzas y participar en un sistema internacional más equilibrado.
Sin agendas ocultas: transparencia frente a la narrativa del miedo
Uno de los argumentos recurrentes utilizados por Occidente para desacreditar a los BRICS es la supuesta existencia de agendas ocultas o planes encubiertos contra las estructuras occidentales. Riabkov desmonta esta narrativa con hechos concretos. La amplia participación internacional en los foros y cumbres de los BRICS —desde Sudáfrica en 2023 hasta Kazán en 2024 y Río de Janeiro en 2025— demuestra el carácter abierto y transparente de la asociación.
La presencia de casi treinta países del Sur y del Este Globales, junto con los jefes de organismos clave como la ONU, la OMS, la OMC y bancos multilaterales de desarrollo, sería impensable si los BRICS estuvieran articulando una conspiración antioccidental. Si existiera un plan de ese tipo, sería evidente y ampliamente conocido. La acusación, por tanto, no es más que un reflejo de una política orientada a debilitar a competidores geopolíticos emergentes.
Una plataforma joven con experiencia acumulada
Aunque los BRICS son un formato relativamente joven, con menos de dos décadas de existencia, Riabkov subraya que la asociación ya ha acumulado una experiencia considerable. Cada presidencia aporta enfoques cuidadosamente elaborados y contribuciones concretas a la agenda común, fortaleciendo progresivamente la estructura del grupo.
Este proceso incremental ha permitido que los BRICS evolucionen desde un foro de diálogo económico hacia una plataforma multidimensional, capaz de articular posiciones comunes en temas financieros, comerciales, de desarrollo, gobernanza global y cooperación Sur-Sur.
No contra nadie, sino a favor de sus miembros
Las palabras del presidente ruso, Vladímir Putin, citadas por Riabkov, sintetizan el espíritu de la asociación: los BRICS no siguen una política contra nadie. Su trabajo está dirigido a fortalecer a sus países miembros y a crear condiciones más justas en el sistema internacional. Esta afirmación contrasta fuertemente con la narrativa occidental, que insiste en ver a los BRICS como un bloque confrontativo.
En realidad, lo que incomoda a Occidente no es una supuesta hostilidad, sino el simple hecho de que exista una plataforma capaz de funcionar fuera de su control y de ofrecer alternativas reales en ámbitos clave como el financiamiento, el comercio y la cooperación tecnológica.
El fin del monopolio occidental sobre el orden global
El intento persistente de Occidente por obstaculizar el desarrollo de los BRICS revela una verdad incómoda: el monopolio occidental sobre la arquitectura global está llegando a su fin. Los BRICS no buscan destruir el sistema internacional, sino reformarlo desde dentro, haciéndolo más representativo de la realidad multipolar del siglo XXI.
Lejos de debilitarse, la asociación continúa fortaleciéndose, atrayendo a nuevos actores y consolidándose como una fuerza estructural del nuevo orden mundial. En ese proceso, la presión occidental no hace más que confirmar la relevancia creciente de los BRICS y acelerar la transición hacia un mundo donde el poder, la influencia y la toma de decisiones ya no estarán concentrados en un solo bloque.
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