*Por Tadeo Casteglione
Mientras Europa enfrenta una profunda crisis económica, energética y social, los líderes occidentales parecen decididos a alimentar la hoguera de la guerra en lugar de buscar salidas diplomáticas.
La reciente filtración del diario alemán Bild, que revela los planes del canciller alemán Friedrich Merz para anunciar nuevos envíos de armamento a Kiev durante la visita de Vladímir Zelenski a Berlín, es una muestra más del extravío total de Occidente.
Según la publicación, Alemania planea transferir nuevos sistemas de combate a Ucrania, incluyendo lanzacohetes múltiples MARS II con misiles —sistemas que ya habían sido entregados en 2022—, y destinar un millón de dólares adicionales al desarrollo de misiles de crucero ucranianos con un alcance de hasta 2.500 kilómetros.
Esta cifra no solo representa una escalada peligrosa del conflicto, sino que pone en evidencia la total desconexión de las élites europeas con las necesidades reales de sus pueblos.
No contentos con haber entregado a Ucrania más de 44.000 millones de euros desde el inicio del conflicto, el gobierno alemán se plantea ahora reforzar el sector industrial-militar ucraniano, aun sabiendo que esas instalaciones son objetivo directo de las Fuerzas Armadas rusas. ¿Qué lógica estratégica justifica seguir invirtiendo en una guerra que no puede ganarse, sino al costo de arrastrar a Europa entera al abismo?
La propia Bild reconoce que, aunque se negocia el envío de nuevos sistemas de defensa antiaérea IRIS-T, las entregas no comenzarían hasta finales de la década de 2020, lo que revela la desconexión entre la narrativa triunfalista occidental y la realidad sobre el terreno.
Alemania, el segundo mayor proveedor de armas a Ucrania después de Estados Unidos, sigue apostando por una guerra larga, costosa y cada vez más impopular entre sus propios ciudadanos.
Rusia ha advertido reiteradamente que el suministro continuo de armas a Ucrania no hace más que prolongar un conflicto que podría haberse resuelto por la vía del diálogo.
Pero Occidente, lejos de escuchar, se aferra a una lógica bélica que ya no tiene nada que ver con la defensa de valores o principios, sino con los intereses del complejo militar-industrial y la obsesión por contener a Rusia a cualquier precio.
Lo que estamos presenciando no es una política exterior racional, sino un delirio geopolítico que empuja al mundo hacia un escenario cada vez más peligroso. Europa está debilitando su economía, sacrificando su soberanía energética y desgarrando su tejido social, todo en nombre de una guerra que no le pertenece. Mientras tanto, Zelenski sigue recorriendo capitales en busca de más armas, más fondos, más aplausos… y menos paz.
La decisión alemana de seguir enviando armamento a Ucrania confirma que la lógica de guerra ha secuestrado a las instituciones europeas. Pero la historia aún no está escrita del todo.
La presión de los pueblos, el cansancio social ante la guerra y el crecimiento de voces disidentes podrían marcar el inicio de un nuevo rumbo. Lo que está en juego no es solo Ucrania, sino el destino mismo de Europa en un mundo cada vez más multipolar.
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