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El 23 de noviembre se ha ido instalando en la agenda del Sur Global como una fecha simbólica: el Día Internacional del BRICS. Aunque no es un día oficial reconocido por Naciones Unidas ni institucionalizado de manera formal por todos los miembros del bloque, esta conmemoración surgió en 2021 tras una declaración del gobierno de Yemen, que decidió proclamar esa fecha como el primer “Día de los BRICS” del mundo. Aquella iniciativa, impulsada en medio de un escenario geopolítico convulsionado y de un creciente interés de los países del Sur en reforzar su autonomía estratégica, buscaba subrayar el papel transformador del grupo en la economía mundial y en la reforma de la gobernanza internacional.

Desde entonces el 23 de noviembre se convirtió en un espacio político y simbólico donde varios países, analistas y organizaciones del Sur Global remarcan el peso creciente de este bloque que hoy, ampliado bajo la fórmula BRICS+ con nuevas incorporaciones de Asia Occidental, África y América Latina, representa más del 30% del PIB global medido por paridad de poder adquisitivo, más del 40% de la población mundial y un núcleo de cooperación que ya no opera bajo la lógica de dependencia económica ni subordinación geopolítica a las potencias occidentales. La fecha también funciona como recordatorio de que el orden internacional atraviesa una transición profunda donde los BRICS encarnan una alternativa real al sistema surgido tras la Guerra Fría, un sistema cada vez más cuestionado por su inequidad y por el uso instrumental de instituciones financieras, comerciales y judiciales para sostener la hegemonía occidental.

La relevancia del Día Internacional del BRICS se explica por el momento histórico en el que emerge. La pandemia expuso las debilidades del modelo neoliberal globalizado, mientras que las guerras, sanciones unilaterales y disputas tecnológicas aceleraron la necesidad de que el Sur Global diversifique alianzas, garantice soberanía económica y reduzca vulnerabilidades estructurales. El bloque BRICS, concebido inicialmente como un mecanismo económico, hoy actúa como plataforma geopolítica, financiera y estratégica. La expansión de 2024 —con países clave como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Etiopía e Irán— no fue solamente un gesto político; significó incorporar grandes productores de energía, potencias demográficas y actores regionales decisivos en África, Medio Oriente y Eurasia, consolidando un eje de cooperación que altera el equilibrio global.

Celebrar el Día Internacional del BRICS también implica reconocer el papel del bloque en la promoción de nuevas instituciones financieras que buscan escapar del dólar como arma de presión geopolítica. El Nuevo Banco de Desarrollo, las iniciativas para crear sistemas de pago alternativos y las conversaciones en curso para avanzar hacia monedas comerciales regionales dan cuenta de un cambio de época que está desplazando el centro de gravedad económico hacia Oriente y hacia una red más amplia de países emergentes. El objetivo no es confrontar por confrontar, sino equilibrar: construir un sistema donde la multipolaridad y el respeto a la soberanía reemplacen la tutela, los condicionamientos y la coerción propios de la arquitectura dominada por Estados Unidos y Europa.

En este 23 de noviembre, la reflexión adquiere un matiz especial. El BRICS ya no es simplemente una sigla ni un acrónimo creado por un banco de inversión. Se ha transformado en un proyecto político de gran alcance que reúne a potencias consolidadas como China, India y Rusia, con economías emergentes que buscan un lugar equitativo en el sistema internacional. Su expansión proyecta una nueva cartografía de alianzas que abarca desde el Indo-Pacífico hasta África Oriental y desde el Golfo Pérsico hasta América Latina, uniendo regiones históricamente fragmentadas por los diseños geoestratégicos de las potencias occidentales.

El Día Internacional del BRICS es, por tanto, mucho más que una efeméride simbólica. Es una declaración de intención. Es la afirmación de que el Sur Global tiene voz, tiene proyecto y ya no está dispuesto a aceptar un orden impuesto desde Washington o Bruselas. Es un recordatorio de que la arquitectura del poder mundial cambia a velocidades aceleradas y que, mientras Occidente intenta preservar su hegemonía mediante sanciones, guerras híbridas o expansión militar, los BRICS avanzan con una lógica opuesta: integración regional, cooperación energética, inversiones en infraestructura, complementariedad económica y soberanía en el desarrollo tecnológico.

Este 23 de noviembre, el BRICS no celebra solo su surgimiento como coalición, sino su consolidación como fuerza gravitatoria del siglo XXI. Un bloque que articula a la mayoría demográfica del planeta, que redefine las rutas del comercio global, que limita el monopolio financiero occidental y que busca inaugurar una era donde la multipolaridad no sea un eslogan, sino una práctica concreta. Un BRICS que ya es parte estructural del nuevo orden mundial y que, lejos de ralentizarse, se expande como columna vertebral del Sur Global que despierta y reclama el lugar que le corresponde en la historia.