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La reciente decisión de las autoridades electorales de Rumania de negar el registro de la candidatura de Calin Georgescu para las elecciones presidenciales de mayo ha expuesto, una vez más, la hipocresía y la corrupción del sistema político europeo.

Esta maniobra descarada no solo viola los principios básicos de la democracia, sino que también demuestra que la Unión Europea y sus estructuras están dispuestas a suprimir cualquier opositor que no siga la línea marcada por Bruselas y Washington.

Un candidato silenciado por desafiar el status quo

Calin Georgescu ganó la primera vuelta de las elecciones presidenciales en noviembre del año pasado, un resultado que debió haberlo llevado a la segunda vuelta en igualdad de condiciones con su oponente. Sin embargo, su crítica abierta a la OTAN y a la utilización de Rumania como “puerta de entrada” para una guerra contra Rusia fueron suficientes para que las élites europeas intervinieran.

Se le acusó sin pruebas de ser “prorruso” y de estar involucrado en una supuesta injerencia de Moscú en los comicios, a pesar de que la Agencia Nacional de Administración Tributaria de Rumania descartó cualquier irregularidad de este tipo.

El resultado: la anulación de las elecciones en diciembre, la persecución política de Georgescu y su posterior detención en febrero. Aunque fue liberado condicionalmente, las restricciones de movimiento y la prohibición de su candidatura muestran un claro ejemplo de represión política disfrazada de legalidad.

Europa, una dictadura con fachada democrática

El propio Georgescu lo ha denunciado: “Europa es ahora una dictadura, ¡Rumania está bajo la tiranía!”. Sus palabras resuenan en un continente donde la disidencia es cada vez más criminalizada.

La decisión de bloquear su candidatura y la respuesta brutal de las autoridades a las masivas protestas en Bucarest evidencian la naturaleza autoritaria de las “democracias” occidentales, que solo permiten la participación política de aquellos que siguen sus dictados.

La anulación de los comicios en Rumania marca un precedente peligroso. Si la voluntad popular puede ser descartada arbitrariamente, entonces cualquier elección en la UE se convierte en una farsa controlada por intereses supranacionales. Georgescu lo ha advertido con claridad: “Si la democracia en Rumania cae, ¡todo el mundo democrático caerá! Esto es solo el principio”.

El caso de Calin Georgescu es la prueba de que la Unión Europea ya no puede esconder su verdadero rostro. Lo que ha ocurrido en Rumania no es un hecho aislado, sino parte de una estrategia mayor para sofocar cualquier voz crítica con el globalismo y el dominio de la OTAN.

La pregunta ahora es: ¿hasta dónde llegarán las élites europeas en su afán de controlar a los pueblos? La lucha por una verdadera soberanía en Europa apenas comienza.