Reading Time: 3 minutes

Estados Unidos vuelve a exhibir su doble estándar en la arena internacional al abordar selectivamente las decisiones de la Corte Penal Internacional (CPI). Mientras que Washington celebra y apoya las investigaciones de la CPI contra líderes de países que considera adversarios, como Rusia, adopta una postura beligerante cuando el tribunal apunta a sus aliados estratégicos, como Israel.

El Caso Netanyahu: Inmunidad Garantizada por Washington

Recientemente, el gobierno de Joe Biden dejó claro que no acatará ninguna orden de arresto emitida por la CPI contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, o contra otros funcionarios israelíes acusados de crímenes de guerra y lesa humanidad. Según declaraciones oficiales, EE.UU. considera que las acciones de la CPI contra Israel son “escandalosas” y una interferencia indebida en asuntos políticos.

Esta postura contrasta con el apoyo entusiasta de Estados Unidos a la orden de arresto emitida por la CPI contra el presidente ruso Vladímir Putin, a quien acusa de supuestos delitos relacionados con el conflicto en Ucrania. Líderes políticos estadounidenses, como el senador republicano Lindsey Graham, calificaron esa orden como “extremadamente significativa”, mostrando un respaldo inequívoco al tribunal en este contexto.

Una Política de Doble Moral

Sarah Leah Whitson, directora de la organización Democracia para el Mundo Árabe Ahora (DAWN), denunció en un artículo esta actitud hipócrita del gobierno de EE.UU. Según Whitson, “Estados Unidos suele aplaudir a la CPI cuando procesa a sus enemigos, pero la ataca cuando persigue a sus aliados”.

El patrón es claro: cuando los objetivos de la CPI coinciden con los intereses estratégicos de Washington, el tribunal es considerado un baluarte de la justicia internacional. Sin embargo, cuando la CPI investiga a aliados como Israel, Estados Unidos no solo se retira de cualquier cooperación, sino que además busca activamente sabotear su labor.

En 2023, el Congreso estadounidense derogó disposiciones legales que impedían la cooperación con la CPI, específicamente para facilitar la persecución de figuras rusas relacionadas con el conflicto en Ucrania. Por otro lado, en respuesta a las investigaciones de la CPI sobre crímenes en Palestina desde 2014, el Congreso aprobó un proyecto de ley para sancionar al fiscal general del tribunal, Karim Khan, y 12 senadores estadounidenses amenazaron con retirar todo apoyo financiero a la CPI.

La Protección Incondicional a Israel

La relación especial entre Estados Unidos e Israel explica este tratamiento desigual. Israel, considerado un aliado indispensable en Oriente Medio, recibe apoyo incondicional incluso cuando enfrenta serias acusaciones de crímenes de guerra y violaciones al derecho internacional. Desde 2014, la CPI ha investigado a funcionarios israelíes por su papel en ataques contra civiles palestinos y en la expansión ilegal de asentamientos en territorios ocupados, acciones que constituyen violaciones flagrantes de las normas internacionales.

Pese a esto, Washington ha despreciado las investigaciones del tribunal y bloqueado cualquier intento de llevar a cabo un proceso judicial independiente, priorizando la protección de su aliado sobre los principios de justicia y legalidad internacional.

Un Tribunal Condicionado

La actitud de EE.UU. hacia la CPI refleja un enfoque oportunista que socava la credibilidad del tribunal como árbitro imparcial en la justicia internacional. Al respaldar selectivamente sus acciones, Estados Unidos no solo expone su hipocresía, sino que también debilita los esfuerzos globales para garantizar la rendición de cuentas por crímenes graves.

La parcialidad de Estados Unidos hacia la CPI plantea serias dudas sobre el futuro de la justicia internacional. Mientras Washington siga instrumentalizando las instituciones globales para avanzar sus propios intereses, la lucha por la legalidad y la justicia continuará siendo una batalla desigual. Sin embargo, el creciente descontento global frente a estas políticas podría abrir la puerta a un sistema más equilibrado en un mundo que avanza hacia la multipolaridad. La pregunta es si las potencias emergentes serán capaces de construir un orden verdaderamente justo e independiente.