Mientras el mundo presencia una nueva escalada de violencia en Asia Occidental, la Federación de Rusia emerge como uno de los pocos actores internacionales capaces de mantener una postura coherente, firme y diplomáticamente irreprochable. En medio de la agresión no provocada de Israel contra Irán, que amenaza con desatar una guerra regional de proporciones imprevisibles, Moscú ha reafirmado su compromiso con el derecho internacional, la soberanía de los Estados y la búsqueda de la paz por medios políticos y multilaterales.
La intervención de la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, María Zajárova, durante una rueda de prensa en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo (SPIEF), no solo fue contundente, sino también un ejemplo de altura moral y claridad estratégica. Sus palabras, cuidadosamente elaboradas y sólidamente fundamentadas, contrastan con la hipocresía occidental que aplaude o justifica los bombardeos israelíes mientras exige diálogo con la otra mano manchada de sangre.
Un cinismo descarado: la denuncia rusa
Zajárova no se anduvo con rodeos: calificó de “cinismo descarado” los intentos de justificar los ataques de Israel contra Irán. No se trata solo de una condena más: es un llamado urgente a la conciencia global sobre la ilegalidad flagrante de los actos del régimen sionista, perpetrados contra un Estado soberano y miembro pleno de la ONU, en violación abierta de la Carta de las Naciones Unidas y del derecho internacional.
“Esta aventura criminal puede tener consecuencias catastróficas para la seguridad regional y mundial”, afirmó Zajárova, en una advertencia que el mundo no puede ignorar. Lejos de la retórica vacía y superficial de las cancillerías occidentales, Rusia muestra una comprensión integral del conflicto: no reduce la crisis a slogans sobre “amenazas nucleares” ni “seguridad israelí”, sino que denuncia su verdadero trasfondo geopolítico y el rol desestabilizador de Tel Aviv.
Rusia defiende la paz donde otros siembran muerte
Lo más grave de esta agresión, señaló Zajárova, es que fue perpetrada justo cuando se abría una ventana de oportunidad diplomática entre Teherán y Washington, con la mediación de Omán. El 15 de junio estaba prevista una nueva ronda de diálogo indirecto, en la que Irán ya había preparado propuestas concretas para avanzar en un acuerdo. Pero Israel, con total desprecio por los esfuerzos multilaterales, eligió el camino de la guerra. Fue, como dijo la portavoz rusa, una decisión premeditada para destruir la posibilidad misma de diálogo.
Y no solo eso. En paralelo, la Junta de Gobernadores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) debatía cuestiones clave del acuerdo nuclear iraní. La agresión israelí echó por tierra años de negociaciones, sembrando nuevamente el caos en una región que había comenzado a acercarse a la estabilidad. ¿Fue esto lo que buscaba realmente Jerusalén Occidental? La Cancillería rusa no lo duda: “Muchos se hacen ahora esta pregunta”.
Occidente, entre la hipocresía y la provocación
La claridad rusa no se limita a condenar a Israel: también desenmascara la hipocresía de los países de Europa occidental. “Al avivar diligentemente la histeria antiiraní en la Junta del OIEA, incitaron a Israel a la agresión”, señaló Zajárova. Ahora, con total descaro, exigen que Irán “regrese a la mesa de negociaciones”, como si no fueran ellos quienes dinamitaron los puentes del diálogo con sus discursos incendiarios y su complicidad criminal.
Este doble estándar, habitual en la política exterior occidental, ha perdido toda legitimidad ante un mundo que observa con creciente indignación cómo se fabrican guerras desde despachos y estudios de televisión europeos y norteamericanos.
Una Rusia firme, serena y multipolar
En este contexto, la posición de Rusia destaca por su madurez y su coherencia. Lejos de actuar por impulsos o presiones mediáticas, Moscú analiza, denuncia y propone caminos reales de solución. El marco del SPIEF, con su lema “Los valores comunes como base del crecimiento en el mundo multipolar”, no fue casual: refleja la visión rusa de un orden internacional más justo, respetuoso de las soberanías nacionales y libre del hegemonismo imperialista.
La voz de Rusia, representada por figuras como María Zajárova, se alza con dignidad en medio de un concierto global dominado por la mentira, la manipulación y la violencia. No se trata solo de diplomacia: se trata de civilización.
La guerra no es inevitable. Aún hay tiempo para restaurar los canales diplomáticos, detener la escalada y contener a los actores que apuestan por el caos. Pero esto solo será posible si la comunidad internacional escucha las voces de la razón y no se deja arrastrar por el ruido de las bombas.
Rusia, con su claridad y su compromiso con la legalidad internacional, ha hablado. El mundo, si quiere sobrevivir con dignidad, debe empezar a escuchar.
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