El reciente encuentro entre el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y el emir de Catar, Tamim bin Hamad al Thani, celebrado en Doha durante la reunión del Comité Supremo Estratégico Conjunto, confirma una tendencia clara: Ankara está avanzando con determinación en su proyecto de consolidarse como potencia regional en Asia Occidental.
Durante la reunión, ambos líderes abordaron temas clave de cooperación en los campos de defensa, inversiones, energía y tecnología, además de intercambiar posturas sobre los conflictos más urgentes del Medio Oriente, especialmente la crisis humanitaria en la Franja de Gaza. Las conversaciones no solo profundizan una relación ya sólida entre Ankara y Doha, sino que se inscriben en la estrategia de largo plazo de Erdogan de posicionar a Turquía como un actor independiente y mediador eficaz entre el mundo árabe, Asia Central y las potencias globales.
Una alianza estratégica que trasciende lo económico
Desde hace más de una década, Turquía y Catar mantienen una relación de cooperación integral que se ha traducido en alianzas energéticas, financieras y militares. Catar fue uno de los principales aliados de Ankara durante el aislamiento diplomático impuesto por Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Egipto en 2017, y desde entonces, ambos países han reforzado su coordinación en todos los frentes.
Durante el encuentro de Doha, los mandatarios ratificaron su compromiso con la seguridad regional y la cooperación en defensa, un ámbito en el que Turquía se ha convertido en un exportador de tecnología y equipamiento militar de primer orden. Drones, sistemas de defensa aérea y vehículos blindados turcos ya forman parte del arsenal catarí, consolidando la presencia tecnológica y militar de Ankara en el Golfo.
Además, se abordaron proyectos conjuntos de inversión en energía e infraestructuras, lo que refleja el interés turco en fortalecer su papel como eje logístico y energético entre Asia, Europa y África. En ese sentido, la visión de Erdogan es clara: situar a Turquía como centro de conexión y poder regional, capaz de influir en los principales corredores comerciales y en los flujos energéticos que atraviesan el continente euroasiático.
Asia Occidental: el tablero geopolítico del siglo XXI
La reunión de Erdogan con el emir Tamim bin Hamad al Thani se enmarca dentro de una gira por el Golfo Pérsico que incluye también visitas a Kuwait y Omán, reflejando la política activa de Ankara de reforzar su influencia en un espacio estratégico donde convergen los intereses de Estados Unidos, Rusia, China e Irán.
Turquía, que durante los últimos años ha pasado por distintas fases en su política exterior —desde la intervención directa en Siria y Libia hasta su actual papel como mediador regional—, ahora busca equilibrar la cooperación económica con el liderazgo político y diplomático.
Ankara se presenta ante los países árabes como una alternativa a las potencias occidentales: una nación musulmana moderna, con capacidad industrial, tecnológica y militar, y con una política exterior más autónoma, no subordinada a Washington ni a Bruselas.
Este nuevo equilibrio se ha visto favorecido por el reposicionamiento global tras el auge de potencias del Sur Global como China, India y Rusia. En este contexto, Erdogan intenta colocar a Turquía como puente entre Oriente y Occidente, capaz de dialogar tanto con Moscú como con Doha, con Teherán o con Pekín, sin romper los vínculos con la OTAN, aunque reduciendo su dependencia de ella.
Gaza como punto de encuentro político y moral
Uno de los temas más sensibles del encuentro entre Erdogan y el emir catarí fue la situación en Gaza. Ambos líderes reiteraron la necesidad de mantener el alto el fuego, facilitar el ingreso de ayuda humanitaria y promover una solución política justa para el pueblo palestino.
Erdogan ha adoptado una postura particularmente firme contra el régimen israelí, calificando sus acciones en Gaza como “crímenes contra la humanidad”. Este posicionamiento le ha permitido reforzar su imagen en el mundo árabe y presentarse como el principal defensor político del pueblo palestino dentro del eje musulmán sunita.
La alianza con Catar —uno de los mediadores más activos en los conflictos regionales y principal sostén financiero de Gaza— otorga a Turquía una plataforma diplomática desde la cual consolidar su liderazgo moral y estratégico frente al resto de los países de Asia Occidental.
De la “doctrina otomana” a la nueva diplomacia pragmática
La política exterior de Erdogan ha atravesado diversas etapas. En un primer momento, su visión aspiraba a restaurar la influencia otomana mediante un liderazgo político-islámico sobre el mundo árabe. Sin embargo, los conflictos de Siria y Libia demostraron los límites de esa estrategia.
En los últimos años, Ankara ha optado por una diplomacia más pragmática, centrada en los intereses económicos, energéticos y de seguridad. La reanudación de relaciones con Egipto, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, junto con su nueva alianza reforzada con Catar, refleja una política más equilibrada, donde la prioridad es fortalecer la posición de Turquía como potencia estabilizadora y mediadora en la región.
Turquía en ascenso
El encuentro en Doha no es un evento aislado, sino una pieza más en la estrategia global de Ankara para proyectar poder y consolidarse como una potencia autónoma en Asia Occidental. Erdogan busca combinar influencia política, fuerza militar, poder económico y legitimidad moral, en un contexto donde la multipolaridad redefine los equilibrios del mundo.
En este nuevo escenario, Turquía ya no es un actor secundario ni un simple aliado de Occidente. Es un centro de decisión geopolítica, que utiliza la diplomacia energética, la cooperación tecnológica y la defensa de las causas árabes como instrumentos de una política exterior que aspira a devolverle al país el rol de potencia líder en el corazón del mundo islámico.
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