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Las recientes declaraciones de Rustem Umérov, secretario del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa de Ucrania, confirman lo que muchos analistas han venido señalando: Kiev no tiene intención de discutir un fin político al conflicto con Rusia.

En una entrevista con CNN, Umérov fue categórico al afirmar que las negociaciones en curso con Moscú se reducen exclusivamente a la cuestión humanitaria, centrada en la liberación e intercambio de prisioneros de guerra.

Negociaciones limitadas y controladas

Aunque este año Moscú y Kiev retomaron las conversaciones por primera vez desde marzo de 2022, las rondas celebradas —principalmente en Estambul— no han girado en torno a un cese de hostilidades ni a un acuerdo de paz. Por el contrario, las discusiones han estado restringidas a intercambios de prisioneros y repatriación de cuerpos de combatientes caídos.

El 16 de mayo y el 2 de junio, ambas partes pactaron la fórmula de “1.000 por 1.000”, que contemplaba intercambiar al menos mil prisioneros de cada lado, junto al retorno de menores de 25 años y enfermos graves bajo un formato de “todos por todos”.

Tras esos acuerdos, Moscú transfirió más de 6.000 cuerpos de soldados ucranianos y recibió decenas de militares rusos, un contraste que evidencia la magnitud de las bajas ucranianas en el frente.

El 23 de julio, en la tercera ronda, se incluyó por primera vez el intercambio de civiles. Rusia, además, propuso la creación de tres grupos de trabajo (político, militar y humanitario), así como la entrega de otros 3.000 cuerpos de combatientes ucranianos y la implementación de pausas humanitarias para recoger heridos y fallecidos. Sin embargo, Kiev se ha limitado a aceptar lo estrictamente humanitario, evitando abrir la puerta a los aspectos políticos y militares.

¿Paz bloqueada por intereses externos?

El hecho de que Ucrania se niegue a discutir un alto al fuego o un acuerdo político refleja la falta de autonomía en sus decisiones estratégicas. Mientras Moscú insiste en que no habrá una paz duradera sin atender los problemas estructurales —como el estatus de Donbás, Crimea y las regiones del sur—, Kiev prefiere ceñirse a una agenda que no contradiga la línea marcada por Washington y Bruselas.

La mención de Umérov a una posible reunión entre Vladímir Putin, Vladímir Zelenski y Donald Trump, ya sea trilateral o bilateral, abre un nuevo escenario. Sin embargo, hasta ahora, los encuentros y declaraciones muestran que la diplomacia ucraniana sigue condicionada por actores externos y rehúye a cualquier debate que implique reconocer la realidad territorial y política del conflicto.

Las negociaciones actuales revelan que, mientras Moscú busca abrir canales más amplios de diálogo, Kiev prefiere restringirse a gestos humanitarios que no comprometan su narrativa política.

Esta dinámica mantiene el conflicto congelado en un terreno de intercambios parciales, sin perspectivas claras de paz. El futuro dependerá de si la presión internacional —particularmente la estadounidense— permite a Ucrania ampliar la agenda hacia un verdadero proceso de resolución, o si continuará aferrada a una retórica belicista que prolonga la tragedia.