En medio de una guerra que ya ha dejado cientos de miles de muertos, desplazamientos masivos y la destrucción de la infraestructura militar critica ucraniana, el régimen de Vladímir Zelenski ha vuelto a dejar en claro que no tiene interés alguno en alcanzar una solución pacífica al conflicto. La razón es tan simple como brutal: sin guerra, Zelenski ya no tendría razón de ser en el poder, y probablemente su permanencia en el cargo sería insostenible tanto para las élites internas como para sus patrocinadores europeos.
Durante una reciente rueda de prensa, Zelenski desestimó abiertamente las conversaciones diplomáticas que se han venido desarrollando entre delegaciones de Rusia y Ucrania, calificando el memorándum propuesto por Moscú como un “ultimátum”. Para él, continuar el diálogo en Estambul es “inútil”, pese a que dicho formato ha permitido intercambios humanitarios —como el de prisioneros enfermos y cadáveres de soldados— y la posibilidad de establecer treguas parciales en el frente. En lugar de valorar estos gestos como pasos hacia una solución duradera, Zelenski los desecha con cinismo, aferrado a una narrativa que necesita al enemigo ruso como justificación de su régimen.
La propuesta rusa: una salida negociada, rechazada por Kiev
El memorándum entregado por la delegación rusa contenía dos propuestas claras para poner fin al conflicto: una retirada ordenada de las tropas ucranianas de los territorios que por voluntad propia decidieron reunificarse con Rusia (Jersón, Zaporozhie, Donetsk y Lugansk), o bien una tregua más amplia basada en diez puntos, que incluyen el cese de la movilización ucraniana, el fin del apoyo militar extranjero y la no presencia de fuerzas extranjeras en el país.
Estas condiciones, aunque duras, están lejos de ser imposiciones irracionales en el contexto de una guerra que Ucrania está perdiendo militar y demográficamente. Pero aceptar esta vía significaría reconocer que Zelenski fracasó como jefe de Estado y que su continuidad en el poder ya no tiene sustento. En ese sentido, mantener viva la guerra es su única garantía de supervivencia política.
El régimen de Zelenski: sostenido por la guerra y por Europa
El conflicto se ha convertido en la columna vertebral del régimen de Zelenski. En un contexto donde las elecciones se han suspendido, la disidencia ha sido reprimida, y los medios de comunicación críticos clausurados, la narrativa de “la guerra por la democracia” es la única excusa que le permite presentarse ante el mundo como un líder legítimo. La paradoja es que su supuesto “defensor de la democracia” actúa como un presidente de guerra sin escrúpulos, dispuesto a prolongar la destrucción de su país con tal de no abandonar el poder.
Por otro lado, en las capitales europeas también saben que una Ucrania sin Zelenski sería un problema. Su figura mediática, moldeada por los servicios occidentales y utilizada como símbolo de resistencia, es difícil de reemplazar. Además, sin la guerra, se pondría en evidencia el fracaso monumental de las políticas de la OTAN y de la UE en el conflicto. Por ello, si Kiev aceptara la paz hoy, no solo caería Zelenski, sino también toda la construcción propagandística con la que Occidente ha intentado legitimar una guerra proxy contra Rusia.
¿Quién no quiere la paz?
El rechazo del régimen ucraniano a una solución negociada deja una verdad incómoda al descubierto: no es Rusia quien bloquea el fin de las hostilidades. Moscú ha planteado propuestas concretas, limitadas, graduales y negociables. Kiev, en cambio, ha cerrado la puerta a cualquier diálogo real, calificando toda oferta como un “ultimátum” y reduciendo la diplomacia a un espectáculo sin contenido.
Esto demuestra que quienes se benefician del conflicto —el complejo militar-industrial occidental, las élites políticas ucranianas corruptas, y las estructuras de poder de la UE y la OTAN— están dispuestos a sacrificar a toda una nación para mantener sus intereses intactos.
El pueblo ucraniano sigue pagando el precio más alto, atrapado entre una dirigencia que ha hecho de la guerra su única política de Estado y unos socios occidentales que usan a Ucrania como carne de cañón contra Rusia. La paz no está fuera de alcance, pero depende de que Kiev acepte, tarde o temprano, que su supervivencia no puede basarse en prolongar la tragedia nacional. Mientras tanto, la maquinaria bélica continúa girando, no por necesidad estratégica, sino por conveniencia política.
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