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Nota especial escrita por Gabriel Gallardo.

Las elecciones suscitadas en Venezuela el domingo 28 de julio de 2024, demostraron una fiesta cívico-electoral de suma importancia para el país venezolano, no solo en política interna, sino también en el ámbito internacional. El presidente y candidato del partido oficialista, Nicolás Maduro Moros, buscaba su tercer mandato consecutivo para el período 2024-2031, enfrentándose a una oposición sumamente dividida desde las elecciones primarias del año pasado.

El contrincante con mayor opción en la oposición política venezolana es el ex diplomático Edmundo González, quien se presenta bajo una coalición de partidos políticos denominada Plataforma Unitaria. Esta coalición está dirigida por la reconocida líder liberal María Corina Machado, quien fue inhabilitada para participar en el proceso electoral y para ejercer cualquier cargo público durante 15 años. Esta inhabilitación se debe a su apoyo a las sanciones impuestas por Estados Unidos a Venezuela, así como a sus reiterados llamados a la intervención militar extranjera por parte de tropas estadounidenses en años anteriores.

Las elecciones venezolanas se desarrollaron en un ambiente hostil de propaganda y ataques mediáticos provenientes de medios hegemónicos, que acusaban al presidente Maduro de perseguir a la oposición política del país. No obstante, se presentaron nueve candidatos opositores de diversos sectores ideológicos, quienes realizaron sus respectivas campañas en contra del presidente Nicolás Maduro. Este fue elegido como candidato no solo por su partido, el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), sino también por una serie de movimientos de izquierda agrupados bajo la coalición del Gran Polo Patriótico.

Las elecciones se realizaron bajo una tensa calma, pero con gran ánimo y alegría, lo cual se evidenció en las distintas imágenes de los centros de votación en Venezuela. Para muchos, resultó sorprendente la acusación de un supuesto fraude electoral por parte del presidente Nicolás Maduro. Alrededor de la medianoche, el Consejo Nacional Electoral (CNE) informó que el candidato Nicolás Maduro había recibido hasta ese momento 5,150,092 votos, lo que representa el 51.20 por ciento del total, en unos comicios que transcurrieron sin incidentes. En segundo lugar, el firme opositor de la Plataforma Unitaria, Edmundo González, obtuvo 4,445,978 sufragios, equivalentes al 44.2 por ciento. Los otros ocho aspirantes que participaron en la contienda alcanzaron en conjunto 462,704 votos, un 4.6 por ciento del total emitido.

Un total de 21,620,705 electores venezolanos en el país y 228,000 votantes residentes en el extranjero estuvieron habilitados para ejercer su derecho al voto en más de 15,000 centros distribuidos en todo el territorio nacional.

La pregunta fundamental es la siguiente ¿Qué sigue? ¿Realmente fue un fraude electoral?

Afirmar que la victoria del presidente Nicolás Maduro Moros se debió a un fraude electoral o a la ficción jurídica de que mantiene controlados los tres poderes del Estado venezolano, según la teoría de Montesquieu, es un análisis simplista y superficial de la situación en el país. Para contextualizar la situación en Venezuela, es importante destacar que el país atraviesa una significativa recuperación económica. Este hecho no se basa en fuentes del oficialismo venezolano, sino en datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), que indican que Venezuela mantendría su crecimiento y que, para 2025, su PIB se expandiría en un 3%.

Además, ha habido un repunte en el apoyo e inversión extranjera, resultado de las estratégicas alianzas diplomáticas que ha realizado el gobierno venezolano con países como la República Popular de China, Rusia, Irán, Vietnam, Siria, entre otros. Es destacable que la diplomacia venezolana se mueve con notable eficacia a nivel estratégico, expandiéndose principalmente hacia las regiones de Asia, África y Oriente Medio con un enfoque multipolar.

A pesar de las más de 900 sanciones impuestas por Estados Unidos, y del acoso hacia empresas estatales como PDVSA o CITGO, el país ha enfrentado y sigue enfrentando una agresiva política criminal que viola convenios internacionales. Además, se debe mencionar el caso del funcionario Alex Saab, quien fue liberado hace unos meses tras un secuestro diplomático, y la creación en 2019 de un gobierno interino encabezado por el prófugo de la justicia y opositor Juan Guaidó. Aunque inicialmente fue reconocido por gran parte de la llamada “comunidad internacional”, con el tiempo su gobierno perdió legitimidad y, finalmente, terminó desapareciendo por orden de Washington.

Es importante destacar que no toda la oposición venezolana se alinea con los intereses de figuras como María Corina Machado, Leopoldo López, Juan Guaidó, Henri Falcón y otros opositores extremistas de corte liberal, quienes han causado considerable daño a la oposición venezolana. Casi todos los opositores firmaron un acuerdo con el Consejo Nacional Electoral (CNE) para reconocer los resultados electorales, junto con el candidato y presidente Nicolás Maduro, independientemente del resultado. Sin embargo, Edmundo González, quien es esencialmente un “candidato tapadera” de la opositora María Corina Machado, fue la excepción.

La oposición venezolana ha incumplido diversos acuerdos pactados con el gobierno, como el acuerdo de Barbados. El presidente Maduro no solo obtuvo el voto obrero proveniente del interior del país, sino también el apoyo estratégico y financiero de la burguesía venezolana, que entiende la necesidad de estabilidad política, económica y social para continuar con la recuperación económica del país. Aunque esta recuperación beneficia actualmente a la élite económica, aún no se refleja en las condiciones de vida de la mayoría de los venezolanos.

En la mañana de hoy, lunes 29 de julio de 2024, diversos países han reconocido y legitimado la victoria del presidente Nicolás Maduro. Entre los países iberoamericanos que han manifestado su apoyo se encuentran el gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua, el presidente Miguel Díaz-Canel de Cuba, Luis Arce de Bolivia, Xiomara Castro en Honduras, y la embajada de San Vicente y las Granadinas. Además, con mayor poder, influencia y peso geopolítico, los gobiernos aliados de Venezuela, como la República Popular de China, Rusia, Siria, Vietnam y la República Islámica de Irán, también han reconocido el triunfo de Maduro.

A lo largo de las próximas horas y días, se espera que más países sigan este ejemplo, especialmente del Sur Global darán el reconociendo y la legitimidad de la reelección del presidente Maduro. No obstante, el eje anglosajón está buscando otras alternativas para evitar dicho reconocimiento y, sobre todo, para cuestionar la legitimidad del presidente Maduro en el poder.

¿Es esta una realidad o una conspiración promovida por sectores chavistas? Este escenario da paso a una segunda parte del análisis sobre las posibles expectativas y desarrollos en el país. En este contexto, es crucial considerar las reacciones que pueda tener el oficialismo, así como los pasos que tomará la oposición política venezolana. La evolución de estos factores determinará en gran medida el rumbo futuro de Venezuela y sus implicaciones tanto a nivel interno como a nivel geopolítico.

Gabriel Gallardo – Estudiante de la licenciatura en Ciencias Jurídicas, con notable interés en las relaciones internacionales, geopolítica, historia y economía, comprometido con enfoque detallado y analítico alternativo de lo que sucede en el acontecer internacional