En una región marcada por décadas de conflictos y tensiones geopolíticas, Irán vuelve a reiterar su histórica y constante vocación por la paz, la estabilidad y la no confrontación, pese a ser uno de los países más vilipendiados y demonizados por los discursos oficiales de Occidente. En este contexto, las recientes declaraciones del presidente iraní, Masud Pezeshkian, no sólo reflejan la firmeza del pueblo iraní frente a la agresión extranjera, sino también la coherencia de una política exterior que ha sido sistemáticamente tergiversada por los medios occidentales.
“Siempre hemos buscado tender puentes con las naciones, no construir muros”, expresó el mandatario persa en su cuenta oficial en la red social X, añadiendo que Irán no apoya la guerra y siempre ha abogado por la paz, aunque dejó claro que la defensa de la soberanía nacional, la seguridad de las fronteras y la protección del pueblo iraní son una línea roja.
Estas palabras no son un gesto aislado, sino la continuidad de una postura que Irán ha sostenido incluso bajo las más severas provocaciones, bloqueos económicos y amenazas de intervención militar.
La provocación: agresión de Israel y EE.UU.
El 13 de junio, el régimen sionista de Israel lanzó una agresiva operación militar denominada “León Naciente”, dirigida contra instalaciones nucleares iraníes, alegando —como siempre— supuestos riesgos de proliferación. En menos de 24 horas, Irán respondió con firmeza, ejerciendo su derecho a la legítima defensa. A pesar de esta escalada, fue Irán quien mantuvo una postura clara: evitar una guerra regional que sólo beneficiaría a quienes promueven el caos.
Lejos de detenerse, la escalada fue profundizada por Estados Unidos. El 22 de junio, el presidente Donald Trump anunció un ataque estadounidense contra tres instalaciones nucleares iraníes: Fordow, Natanz e Isfahán. Ante esta agresión directa y sin justificación bajo el derecho internacional, Irán respondió con un ataque de misiles contra la base estadounidense Al Udeid en Catar, una de las más grandes del Golfo Pérsico.
Una tregua impuesta por la realidad
El 24 de junio, tras una serie de intercambios de ataques que podrían haber desatado un conflicto de gran escala, Estados Unidos anunció que Irán e Israel acordaban un alto el fuego total. Pero no fue la diplomacia occidental la que lo propició, sino la firmeza iraní y la conciencia regional de que una guerra sería desastrosa para todos. Irán, incluso tras ser agredido, volvió a tender la mano al diálogo y la contención, reafirmando su rol como actor racional en un entorno plagado de belicismo importado desde Washington y Tel Aviv.
Manipulación mediática y campañas de demonización
A pesar de esta realidad, las potencias occidentales continúan utilizando sus aparatos mediáticos para presentar a Irán como un “estado paria”, promotor del caos o amenaza global. Nada más lejos de la verdad. Irán ha sido víctima de agresiones, sabotajes, asesinatos de científicos, sanciones ilegales y bloqueos, todo ello bajo la cobertura de supuestas “preocupaciones por la seguridad global”, cuando en realidad el único objetivo ha sido impedir el desarrollo soberano de la República Islámica y frenar su papel creciente en el orden multipolar emergente.
Una política exterior basada en principios
Desde la Revolución Islámica de 1979, la política exterior iraní ha estado cimentada en la no injerencia, el respeto a la soberanía de los pueblos, y el apoyo a la autodeterminación. Irán ha sostenido su apoyo a las causas justas del mundo, especialmente la palestina, sin caer en provocaciones ni aventurismos militares. Su respuesta firme, pero proporcional, en cada crisis demuestra una madurez estratégica que contrasta con el cinismo de Occidente.
Comments by Tadeo Casteglione