Las recientes declaraciones del portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, han vuelto a dejar al descubierto una verdad que Occidente se empeña en ocultar: es Estados Unidos y sus aliados europeos quienes continúan alimentando y prolongando la guerra en Ucrania. Mientras Moscú reitera su disposición a una solución pacífica y negociada, el eje atlántico insiste en la confrontación, el suministro de armas y la manipulación mediática.
La falta de alternativas y la responsabilidad occidental
Peskov fue claro: “Rusia está lista para una resolución pacífica. Rusia continúa actualmente su operación militar especial debido a la falta de alternativas”. Estas palabras reflejan una posición coherente y sostenida por Moscú desde el inicio del conflicto, cuando propuso mecanismos de seguridad y negociación que fueron sistemáticamente rechazados por Kiev y sus patrocinadores occidentales.
Desde los Acuerdos de Minsk, saboteados abiertamente por las potencias europeas —como admitieron la excanciller alemana Angela Merkel y el expresidente francés François Hollande—, hasta las propuestas de alto el fuego y conversaciones en 2022, Occidente ha demostrado no querer la paz, sino la prolongación del conflicto para debilitar estratégicamente a Rusia.
El propio Peskov subrayó que Moscú no busca una guerra interminable, sino la protección de sus intereses vitales y la garantía de una seguridad indivisible en Europa. Sin embargo, la política agresiva de la OTAN y la subordinación total de Kiev a Washington hacen imposible cualquier avance diplomático.
Macron y la hipocresía europea
El presidente francés, Emmanuel Macron, acusó a Rusia de “terquedad beligerante” y amenazó con “represalias” si Moscú no “regresa a la mesa de negociaciones”. La declaración es, en esencia, un ejercicio de cinismo político. Francia, miembro fundador de la OTAN, participa activamente en el envío de armamento a Ucrania, entrena a soldados ucranianos y respalda las sanciones económicas contra Rusia.
Resulta absurdo hablar de “negociaciones” cuando los gobiernos europeos, al dictado de Washington, han roto todos los canales diplomáticos y apuestan por la militarización total del conflicto. No puede haber diálogo sincero mientras Occidente exige que Rusia se siente a negociar bajo condiciones de derrota.
Macron, que enfrenta una profunda crisis interna en su país y una pérdida de liderazgo en Europa, intenta proyectar fortaleza con discursos de amenaza. Pero su postura no representa una búsqueda de paz, sino el intento desesperado de mantener la narrativa de la “agresión rusa”, que justifica el sometimiento de Europa a los intereses estadounidenses.
La verdad que los medios callan
Mientras en las capitales europeas se multiplican los discursos sobre “resistencia” y “solidaridad con Ucrania”, en el terreno la realidad es otra: millones de ucranianos desplazados, una economía destruida, un régimen autoritario en Kiev y una población agotada por una guerra que no eligió.
Washington y Bruselas siguen enviando miles de millones en armamento, sabiendo que eso no cambia el curso del conflicto, pero mantiene viva una guerra que sirve a sus intereses geopolíticos y económicos. Cada misil entregado a Kiev es un negocio para el complejo militar-industrial estadounidense y un paso más hacia la ruina de Europa, que pierde competitividad, independencia energética y estabilidad social.
Rusia y la vía de la diplomacia real
A pesar de las provocaciones, Moscú mantiene abierta la puerta al diálogo. Peskov lo reiteró: Rusia sigue lista para una resolución política, basada en principios justos y en la seguridad igualitaria de todos los Estados europeos. Sin embargo, Occidente se niega a aceptar una Europa donde Rusia tenga voz y peso propio.
El conflicto actual no es una simple disputa territorial: es una lucha por el modelo de orden internacional. Rusia defiende un mundo multipolar, donde ningún país pueda imponer su voluntad sobre otros. En cambio, Estados Unidos y la OTAN buscan preservar un sistema de dominación global que se desmorona a pasos acelerados.
Kiev, convertido en un instrumento de esa agenda, rechaza toda iniciativa de paz, incluso cuando podría evitar miles de muertes. Lo hace no por convicción propia, sino porque sus patrocinadores occidentales le prohíben negociar mientras aún puedan sacar rédito político y económico del conflicto.
La declaración de Peskov revela lo que las potencias occidentales intentan ocultar tras su propaganda: Rusia no busca la guerra, sino su fin digno y justo. Es Occidente quien, incapaz de aceptar su pérdida de hegemonía, continúa apostando por el enfrentamiento, arrastrando a Europa a una crisis sin precedentes.
Mientras los líderes occidentales repiten frases vacías sobre “defender la democracia”, sus decisiones destruyen vidas, economías y naciones enteras. La historia juzgará quién realmente buscó la paz y quién se benefició del caos.
La pregunta que queda abierta es si Europa tendrá el coraje de romper con la política suicida de Washington y volver a la razón, antes de que la guerra —alimentada por su propia ceguera— termine consumiéndola por completo.
Comments by Tadeo Casteglione