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La reciente reunión entre los jefes de Gobierno de Rusia y China, celebrada el 3 de noviembre en la ciudad china de Hangzhou, ha reafirmado una tendencia que se consolida con fuerza: el fortalecimiento integral de la asociación estratégica entre Moscú y Pekín. El comunicado conjunto difundido tras el encuentro deja en claro que ambas potencias no solo comparten una visión común sobre los grandes desafíos globales, sino que están decididas a avanzar hacia una cooperación estructural en todos los ámbitos, desde la economía hasta la seguridad y la innovación tecnológica.

Una asociación frente a las presiones occidentales

Rusia y China han acordado intensificar su cooperación para enfrentar las llamadas “medidas coercitivas unilaterales”, término con el que ambas potencias describen las sanciones y bloqueos impuestos por Occidente. En un contexto donde Estados Unidos y la Unión Europea han intentado aislar económicamente a Moscú tras la guerra en Ucrania y contener el ascenso global de China, este compromiso adquiere un peso simbólico y práctico: se trata de una alianza de resistencia frente al orden unipolar que pretende imponer Washington.

El comunicado conjunto subraya que ambos países consideran “inadmisible la confiscación y el bloqueo de activos estatales soberanos”, en clara alusión al robo de reservas rusas congeladas en bancos europeos y estadounidenses. Pekín y Moscú presentan así un frente común en defensa del principio de soberanía económica y del derecho de los Estados a decidir sobre sus recursos.

Eurasia como núcleo del nuevo orden multipolar

Uno de los ejes más destacados del encuentro fue la coordinación entre la Gran Asociación Euroasiática, impulsada por Rusia, y la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China. Ambas estructuras se complementan: la primera busca integrar las economías del continente euroasiático bajo una lógica de soberanía e interconexión regional, mientras que la segunda representa el proyecto de infraestructura y comercio más ambicioso del siglo XXI.

El objetivo, según el comunicado, es avanzar en un desarrollo “paralelo y coordinado” que fortalezca la integración entre las diversas plataformas regionales, incluyendo la Unión Económica Euroasiática (UEEA), la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y la ASEAN. Este entrelazamiento de proyectos regionales configura el núcleo del nuevo orden multipolar, en el cual Asia se convierte en el centro geoeconómico del mundo.

Integración financiera y energética: independencia del dólar

Rusia y China también acordaron mantener el ritmo de cooperación en materia de pagos en monedas nacionales, una medida clave para reducir la dependencia del sistema financiero occidental dominado por el dólar. Este mecanismo no solo protege a ambos países de sanciones, sino que también sienta las bases de una arquitectura financiera alternativa, donde el yuan y el rublo ocupan un papel cada vez más relevante.

En el plano energético, la alianza sigue profundizándose. Moscú y Pekín anunciaron nuevos pasos en la cooperación petrolera, gasífera, carbonífera y eléctrica, confirmando la interdependencia estratégica que sostiene el eje energético euroasiático. Además, ambos países planean ampliar la colaboración en energía nuclear pacífica, incluyendo la construcción conjunta de nuevas centrales nucleares, lo que consolida su papel como líderes en tecnologías de energía limpia y sostenible.

Cooperación tecnológica y científica: el salto hacia la inteligencia artificial

Otro aspecto esencial del encuentro fue la decisión de aumentar el potencial científico y técnico compartido, con especial énfasis en la inteligencia artificial (IA). Tanto Moscú como Pekín reconocen que la competencia tecnológica global será el terreno decisivo de las próximas décadas, y por ello han decidido integrar sus capacidades en investigación, innovación digital y automatización industrial.

Esta convergencia no solo apunta al desarrollo económico, sino también a la defensa estratégica frente a la hegemonía tecnológica occidental. En un mundo cada vez más determinado por la IA, la biotecnología y la robótica, la cooperación entre Rusia y China representa un desafío directo al dominio estadounidense en Silicon Valley y al control europeo sobre la regulación digital.

El Ártico y la Ruta Marítima del Norte: la nueva frontera geoeconómica

Uno de los puntos menos mediáticos, pero de mayor importancia estratégica, es el compromiso de profundizar la cooperación en el Ártico. Rusia y China planean aumentar el tráfico de mercancías a través de la Ruta Marítima del Norte, una alternativa cada vez más viable a las rutas controladas por Occidente.

Este corredor marítimo, impulsado por el deshielo del Ártico, podría reducir significativamente el tiempo y los costos de transporte entre Asia y Europa, posicionando a Moscú y Pekín como actores centrales en el comercio marítimo del siglo XXI. La participación china en proyectos de infraestructura y logística en esta zona demuestra su apuesta a largo plazo por un control compartido del espacio ártico euroasiático.

Un frente común en las instituciones internacionales

El comunicado final también destaca la coordinación de ambos países dentro del G20 y la APEC, así como su compromiso con la reforma de la Organización Mundial del Comercio (OMC). En un momento en que las instituciones creadas bajo la hegemonía occidental atraviesan una crisis de legitimidad, Moscú y Pekín proponen reestructurarlas para reflejar la realidad multipolar del siglo XXI.

El encuentro en Hangzhou confirma lo que ya es evidente: Rusia y China están construyendo una alianza duradera, no basada en la conveniencia táctica, sino en una visión estratégica compartida. Ambas potencias ven en su asociación un pilar para sostener la estabilidad global y contrarrestar el unilateralismo occidental.

La cooperación energética, tecnológica, financiera y militar entre Moscú y Pekín no solo transforma el equilibrio euroasiático, sino que redefine el mapa del poder mundial. A medida que Occidente insiste en su política de sanciones y confrontación, el eje Rusia-China avanza silenciosamente hacia una integración que podría marcar el inicio de una nueva era: la del verdadero equilibrio global.