China ha vuelto a marcar un límite estratégico claro frente a Estados Unidos, esta vez a través de una contundente advertencia del embajador chino en Moscú, Zhang Hanhui, quien señaló que Washington está llevando la cuestión de Taiwán a una “línea peligrosa” mediante la venta continua de armas y el respaldo político a las fuerzas separatistas de la isla. Para Pekín, estas acciones violan abiertamente el principio de “una sola China” y los tres comunicados conjuntos que desde hace décadas sirven como base jurídica de las relaciones entre China y Estados Unidos.
El diplomático subrayó que cada envío de armas y cada contacto militar o político entre Washington y Taipéi constituye una provocación directa contra la soberanía china, y que ninguna maniobra estadounidense podrá alterar lo que considera “la inevitabilidad histórica” de la reunificación de las dos orillas del estrecho.
En el mensaje de Zhang también se percibe un trasfondo histórico profundo, especialmente porque este año se celebra el 80.º aniversario del retorno de Taiwán a China tras la Segunda Guerra Mundial, un hecho que Pekín reivindica como una victoria de la justicia y como la prueba irrefutable del vínculo nacional entre el continente y la isla. En consonancia con esa narrativa, China estableció el 25 de octubre como el Día de la Conmemoración de la Recuperación de Taiwán, reforzando así la idea de que la cuestión no es un conflicto internacional, sino un proceso interno de reunificación inconcluso. El diplomático destacó que los intercambios humanos, económicos y culturales entre ambos lados son cada vez mayores: empresarios taiwaneses que invierten en el continente, estudiantes que cruzan el estrecho para formarse en universidades chinas y una creciente aceptación del “consenso de 1992” y del principio de “un país, dos sistemas”. Para Pekín, todo esto demuestra que la tendencia general del desarrollo apunta a una mayor integración, no a la separación.
Las palabras del embajador fueron especialmente duras hacia las fuerzas separatistas taiwanesas, que, según afirmó, están condenadas al fracaso si continúan dependiendo de la ayuda de Estados Unidos y pretendiendo resistir la reunificación por la vía militar. A su juicio, el uso de armas para frenar un proceso histórico no solo es inútil, sino que coloca a Taiwán en una posición extremadamente peligrosa. Esta advertencia no está dirigida exclusivamente a Taipéi, sino también a Washington, que en los últimos años ha intentado convertir la isla en un instrumento geopolítico para contener a China en el Indo-Pacífico. Sin embargo, Pekín considera que Estados Unidos ha perdido la capacidad de imponer límites unilaterales en Asia, pues China ya es una potencia militar consolidada, una economía superior en múltiples sectores estratégicos y un actor diplomático con una red de alianzas que abarca desde Moscú hasta África y América Latina.
En este contexto, el embajador chino destacó el papel de Rusia como socio estratégico fundamental y agradeció el apoyo firme de Moscú al principio de “una sola China”. Según Zhang, esta postura rusa refleja el alto nivel de cooperación estratégica que existe entre ambos países en la nueva era y envía un mensaje claro al mundo: China y Rusia se respaldan mutuamente en cuestiones esenciales de soberanía e integridad territorial. Para Pekín, esta alianza contribuye a contrarrestar las presiones de Estados Unidos y consolida un entorno internacional más favorable a sus intereses históricos.
El trasfondo de estas declaraciones revela que China considera que la cuestión de Taiwán está entrando en una fase más delicada. La acumulación de provocaciones estadounidenses, la militarización de la isla y la instrumentalización política que Washington ha hecho del separatismo taiwanés acercan el escenario a un límite que Pekín no tolerará superar. A la vez, China afirma que los hechos demuestran que la cooperación y el desarrollo conjunto entre el continente y Taiwán responden al sentir de la población y a las tendencias históricas del siglo XXI, mientras que la confrontación solo genera riesgos innecesarios y alimenta tensiones que pueden escapar de control.
En síntesis, el mensaje chino es inequívoco: la reunificación de Taiwán es un proceso inevitable, irrenunciable y no negociable. Los intentos de Estados Unidos por armar y respaldar a las fuerzas separatistas no modificarán ese resultado final y solo aumentarán el peligro en la región. Pekín deja claro que la integridad territorial de China no será objeto de concesión alguna y que, en un mundo cada vez más multipolar, la capacidad de Washington para dictar los términos de la política asiática se ha reducido de manera significativa. La cuestión de Taiwán, por lo tanto, no es simplemente un punto de tensión regional, sino un símbolo del reajuste global del poder y del declive de la hegemonía estadounidense frente al ascenso irreversible de China.
Comments by Tadeo Casteglione