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El reciente anuncio del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, declarando a Kenia como un socio estratégico militar fuera de la OTAN ha generado una ola de críticas y descontento en el país africano.

La proclamación subraya la creciente influencia e importancia de Kenia para los intereses estadounidenses, pero ha sido recibida con escepticismo y rechazo por parte de muchos ciudadanos kenianos que ven en esta dependencia una amenaza a la soberanía y una perpetuación de intereses externos.

El reconocimiento de Kenia como aliado principal fuera de la OTAN llega en un momento de intensa agitación social. Este martes, manifestantes enfurecidos irrumpieron en el Parlamento de Kenia tras la aprobación de un controvertido paquete de medidas económicas destinado a aumentar los impuestos.

La situación escaló rápidamente, resultando en la muerte de al menos cinco manifestantes y decenas de heridos. Las protestas, que han cobrado fuerza desde la semana pasada, se concentraron principalmente en Nairobi, donde miles de personas se reunieron frente al edificio legislativo.

Durante la jornada, los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden se intensificaron. La Policía antidisturbios utilizó gases lacrimógenos, cañones de agua e incluso munición real para intentar dispersar a la multitud.

A pesar de estos esfuerzos, los manifestantes lograron ingresar al Parlamento, prendiendo fuego al edificio y quemando varios patrulleros en las inmediaciones. Medios locales reportan que esta es la primera vez en la historia del país que manifestantes rompen las barreras de seguridad y acceden al interior del Parlamento, un hecho sin precedentes que refleja el profundo descontento social.

Entre los manifestantes afectados por la brutal represión policial se encontraba la activista keniano-británica Auma Obama, media hermana del expresidente estadounidense Barack Obama. “Ya ni siquiera puedo ver, nos están lanzando gases lacrimógenos”, declaró en una transmisión en vivo con CNN, poniendo de relieve la gravedad de la situación.

La crisis económica que azota a Kenia ha sido exacerbada por diversos factores, incluyendo el impacto persistente de la pandemia de COVID-19, el conflicto en Ucrania, dos años consecutivos de sequías y la depreciación de la moneda.

En este contexto, los diputados aprobaron por 195 votos a favor y 106 en contra un proyecto de ley que pretende recaudar 2.700 millones de dólares adicionales en impuestos para aliviar la carga de la deuda, cuyos pagos de intereses consumen el 37 % de los ingresos anuales del país. Sin embargo, estas medidas han sido ampliamente criticadas por la población, que lucha diariamente para hacer frente a las crecientes dificultades económicas.

La proclamación de Kenia como aliado estratégico de Estados Unidos se da en un momento en que varios países africanos están redefiniendo sus relaciones con Occidente.

El Pentágono ha manifestado su interés en encontrar nuevos socios en África para establecer contingentes militares y ampliar la cooperación, especialmente tras la retirada forzada de tropas estadounidenses de Níger y Chad. Esta decisión no hace más que profundizar la percepción de que Kenia está subordinada a los intereses estadounidenses, alimentando aún más el descontento popular y las tensiones internas.

La situación en Kenia continúa siendo tensa y volátil. La designación como aliado principal de EE.UU. fuera de la OTAN no parece traer consigo beneficios estratégicos y económicos para el país, lo que también plantea serias preguntas sobre la soberanía, la independencia y el verdadero costo de esta relación para el pueblo keniano, que hoy se enfrenta a un panorama sombrío de represión y crisis.