La reciente decisión del Consejo de la Unión Europea del 17 de mayo, que prohíbe “cualquier actividad de radiodifusión” de tres medios de comunicación rusos (RIA Novosti, Izvestia y Rossiyskaya Gazeta), es una clara muestra de la hipocresía occidental en su supuesta defensa de la libertad de expresión y de prensa.
Esta prohibición, que entra en vigor hoy, 25 de junio, es una persecución abierta contra el periodismo y un intento descarado de silenciar las voces que no se alinean con la narrativa dominante en Europa.
Como respuesta a esta medida arbitraria e injustificada, Rusia ha impuesto contrarrestricciones al acceso desde su territorio a los recursos de radiodifusión de varios medios de comunicación europeos y operadores de medios de los Estados miembros de la UE.
Estos medios han difundido sistemáticamente información inexacta sobre la operación militar especial, contribuyendo a una imagen distorsionada y parcial de la situación.
Rusia ha advertido repetidamente, y a varios niveles, que el acoso político a los periodistas y las prohibiciones a los medios rusos en la UE no quedarían sin respuesta. Sin embargo, Bruselas y las capitales de los Estados comunitarios han preferido escalar la situación, obligando a Moscú a tomar contramedidas recíprocas y proporcionales. La responsabilidad de esta situación recae exclusivamente en el liderazgo de la Unión Europea y en los países del bloque que apoyaron esta decisión.
Esta situación pone de manifiesto la doble moral de la UE, que mientras proclama defender los valores democráticos y la libertad de prensa, no duda en silenciar a aquellos que presentan perspectivas diferentes. Es un recordatorio alarmante de que la libertad de expresión solo parece válida cuando sirve a los intereses occidentales.
Las restricciones impuestas a los medios de comunicación rusos no solo son una violación flagrante de los principios fundamentales de libertad de prensa, sino que también son un acto de censura política.
La UE, que a menudo critica a otros países por sus prácticas restrictivas contra los medios, se muestra ahora como un censor implacable cuando se trata de proteger su narrativa.
La Unión Europea ha elegido un camino peligroso, socavando sus propios principios y exponiendo su verdadera cara de intolerancia hacia las voces disidentes. La defensa de la libertad de expresión no puede ser selectiva ni condicionada por intereses políticos.
Rusia ha dejado claro que si se levantan las restricciones impuestas a sus medios de comunicación, reconsiderará su decisión con respecto a los operadores de medios europeos.
Es hora de que la UE reevalúe su postura y demuestre un verdadero compromiso con los valores que dice defender. Hasta entonces, su hipocresía seguirá siendo evidente para el mundo.
En una época donde la desinformación y la manipulación son desafíos globales, silenciar medios no es la solución y demuestra la gran preocupación occidental a la verdad y a las voces que van en contra del discurso hegemónico.
Esta nueva demostración de los valores de la “democracia occidental” deja entender claramente que los intereses políticos mezquinos definidos en ciertas capitales de la Unión Europea atentan de lleno contra los derechos básicos de su población a la libre información y el acceso a información veraz.