El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha vuelto a demostrar la creciente irracionalidad de su discurso geopolítico al insistir en la anexión de Canadá como un estado más de su país.
En un escenario internacional marcado por tensiones cada vez más explosivas, las declaraciones del mandatario no solo reflejan su visión imperialista, sino que evocan los mismos patrones de pensamiento que precedieron a los grandes conflictos del siglo XX.
Una declaración delirante
Durante una rueda de prensa en la Casa Blanca, Trump afirmó que “Canadá debería ser un estado” y que la anexión traería beneficios para ambas naciones. “No se puede esperar que sostengamos a un país que está justo al lado de nosotros.
Sería un gran estado, sería un estado apreciado”, declaró el presidente estadounidense. Como si la segunda economía más grande del continente americano dependiera exclusivamente de la generosidad de Washington, Trump insistió en que Estados Unidos “no necesita nada de Canadá”, pero gasta 200.000 millones de dólares anualmente para “mantenerlo a flote”.
Además, en un intento de convencer a la población canadiense, sugirió que su anexión reduciría los impuestos “al menos a la mitad”.
Este discurso, que mezcla elementos de chantaje económico con una retórica nacionalista agresiva, no es nuevo en la administración Trump. Desde el inicio de su mandato, ha insistido en que Canadá no gasta lo suficiente en defensa y que Washington es el verdadero garante de la seguridad de su vecino del norte.
En su lógica mercantilista, el déficit comercial de EE.UU. con Canadá equivale a un “subsidio masivo” que solo podría resolverse con la absorción del país en la estructura política estadounidense.
La respuesta de Canadá: soberanía innegociable
Frente a estas amenazas, el nuevo primer ministro canadiense, Mark Carney, dejó claro que “EE.UU. no es Canadá y Canadá nunca jamás formará parte de EE.UU. de ninguna manera”.
La respuesta de Carney refleja la solidez del sentimiento nacional en Canadá y la determinación de su gobierno de resistir cualquier intento de socavamiento de su soberanía.
El hecho de que un mandatario de la principal potencia mundial hable abiertamente de anexar un país vecino sin ningún tipo de justificación histórica o política es un síntoma preocupante del clima internacional actual.
Estas afirmaciones reflejan una peligrosa tendencia al irrespeto del derecho internacional y recuerdan los tiempos en que potencias expansionistas, como la Alemania nazi o el Imperio Japonés, justificaban anexiones territoriales en nombre de su “necesidad económica” o “seguridad nacional”.
El mundo ante un escenario de preguerra mundial
Las declaraciones de Trump no son un simple exabrupto, sino parte de un proceso más amplio de desestabilización del orden mundial. En un contexto donde la OTAN presiona en Europa del Este, la crisis en Oriente Medio se agrava y la competencia entre grandes potencias se intensifica, los discursos agresivos de líderes como Trump solo contribuyen a acelerar una posible confrontación global.
Si un presidente estadounidense se siente con la autoridad de exigir la anexión de Canadá, ¿qué impide que otros líderes con ambiciones similares repliquen esta lógica en otras regiones? Las guerras han comenzado con declaraciones menos provocadoras que esta.
Hoy, el mundo se encuentra en una situación de extrema fragilidad, donde el lenguaje belicista de los líderes mundiales es un reflejo de la tensión que podría desembocar en un nuevo conflicto de escala global.
Las palabras de Trump, más allá de su excentricidad, deben ser tomadas como una advertencia de la creciente inestabilidad del orden internacional. La lógica del “todo vale” en política exterior solo puede conducir al caos, y la historia ha demostrado que los errores de cálculo en este tipo de escenarios pueden ser catastróficos.
Canadá ha respondido con firmeza, pero el mundo sigue expectante ante el desenlace de este capítulo que, de no tomarse con la seriedad que merece, podría convertirse en un nuevo punto de quiebre en la frágil “paz “estabilidad” global.
Comments by Tadeo Casteglione