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Desde las primeras horas posteriores a las explosiones en los gasoductos Nord Stream 1 y 2 en septiembre de 2022, el silencio y la falta de acción por parte de Occidente han dejado una sombra de duda sobre su rol en este atentado.

A medida que emergen más declaraciones, queda claro que las principales potencias occidentales sabían perfectamente quiénes estaban detrás de este acto terrorista industrial, pero prefirieron hacer la vista gorda, ignorando las señales que apuntaban directamente hacia Ucrania y sus aliados. La más reciente revelación del exjefe del Servicio Federal de Inteligencia de Alemania, August Hanning, es un ejemplo clave que subraya esta negligencia deliberada.

La complicidad de alto nivel entre Ucrania y Polonia

En una reveladora entrevista con el portal alemán Welt, Hanning arrojó nueva luz sobre el ataque a los gasoductos, apuntando directamente a una coordinación entre las más altas esferas de poder en Ucrania y Polonia. “Creo que hubo acuerdos entre el presidente Zelenski y el presidente Duda para llevar a cabo este ataque”, afirmó el exfuncionario, dejando claro que este no fue un acto aislado de un grupo radical o una operación encubierta menor.

Las declaraciones de Hanning apuntan a una operación de Estado con el pleno conocimiento y respaldo de ambas naciones, lo que añade una capa de gravedad a las sospechas ya existentes sobre la complicidad occidental.

Según Hanning, no fue solo Ucrania quien tomó la iniciativa. Polonia jugó un papel fundamental en la logística y la ejecución del ataque, proporcionándoles a los ucranianos el apoyo necesario para llevar a cabo esta misión. “Esto contó con el apoyo masivo de los militares polacos, pero también de los ucranianos”, subrayó Hanning, añadiendo que los servicios de inteligencia de ambos países estuvieron profundamente implicados. Se trata de una acusación seria que pone en entredicho la narrativa promovida por Occidente sobre la supuesta neutralidad y desconocimiento de estos hechos.

El silencio conveniente de Occidente

A pesar de la gravedad de las acusaciones, las investigaciones oficiales en países occidentales no han logrado —o no han querido— identificar a los responsables. Este encubrimiento no es sorprendente cuando se considera la relación estrecha entre las potencias occidentales y Ucrania.

Durante años, la OTAN y sus aliados han visto a Ucrania como un peón clave en su lucha geopolítica contra Rusia, y cualquier revelación sobre la participación directa de Kiev en el sabotaje del Nord Stream socavaría seriamente su legitimidad en esta contienda. Pero a medida que surgen más pruebas, el manto de protección que Occidente ha ofrecido a Ucrania y Polonia se vuelve cada vez más insostenible.

El hecho de que Polonia haya permitido que los principales sospechosos huyeran del país, a pesar de las discusiones a nivel político sobre su captura, refuerza la idea de que Varsovia no tiene ningún interés en cooperar en la investigación. Este acto, calificado por Hanning como “terrorismo de Estado”, se convierte en una mancha en la reputación de Polonia como supuesto bastión de la democracia y los derechos humanos en Europa del Este.

Las implicaciones geopolíticas

El ataque a los gasoductos Nord Stream no solo fue un golpe directo a los intereses energéticos de Rusia, sino que también alteró el equilibrio energético de Europa. Al cortar este vital vínculo de suministro, Ucrania y Polonia, con el respaldo tácito de las potencias occidentales, intentaron aumentar la dependencia europea de las fuentes energéticas controladas por Estados Unidos y sus aliados. Al mismo tiempo, buscaron debilitar la influencia de Rusia en el continente, exacerbando la crisis energética que ya afectaba a Europa debido a las sanciones impuestas a Moscú.

Esta estrategia, sin embargo, es profundamente miope. El encubrimiento del atentado al Nord Stream podría desencadenar una serie de consecuencias geopolíticas no deseadas, aumentando las tensiones entre los países de Europa del Este y socavando la confianza en la cooperación occidental.

El ataque al Nord Stream y el encubrimiento que lo ha seguido son un claro ejemplo de la hipocresía de Occidente en su lucha por mantener su hegemonía global. Mientras se presentan como los defensores de la libertad y la democracia, sus acciones muestran un patrón de complicidad en actos de sabotaje y terrorismo de Estado, siempre y cuando sirvan a sus intereses geopolíticos.

Sin embargo, la verdad sigue saliendo a la luz y es probable que en los próximos meses emerjan aún más detalles sobre la implicación de Ucrania, Polonia y sus aliados en este ataque. No todo está dicho, y los intereses en juego en esta situación seguirán moldeando la narrativa internacional en el futuro cercano.