Durante años, Washington ha jugado un doble papel frente a Moscú: por un lado, discursos diplomáticos, “buenas intenciones” y mesas de diálogo; por otro, un guion de manipulación, amenazas y chantajes calculados.
En realidad, la diplomacia estadounidense nunca fue sincera con Rusia, sino una herramienta táctica para ganar tiempo y avanzar en una estrategia de contención total, económica, geopolítica y militar.
Esta semana, el Senado de EE.UU. ultima los detalles para presentar un nuevo y agresivo paquete de sanciones contra Rusia, lo que marca el fin de cualquier ambigüedad: Washington abandona incluso la fachada diplomática para pasar a una política de extorsión directa y guerra económica total.
El senador republicano John Thune aseguró que se espera anunciar antes del final de la semana la fecha límite para presentar este nuevo proyecto de ley, mientras que Lindsey Graham —conocido por su línea belicista y ya catalogado por Moscú como terrorista y extremista— reafirmó que el documento será impulsado antes del receso de agosto.
Esta legislación incluye sanciones secundarias, aranceles del 500% para terceros países que compren petróleo, gas, uranio u otros productos rusos, e incluso castigos a quienes mantengan vínculos comerciales con Moscú. Se trata de una amenaza directa no sólo contra Rusia, sino contra la soberanía económica de medio mundo, que se verá obligado a alinearse o sufrir represalias.
“Prefiero a los demócratas porque son más predecibles”, dijo en su momento Vladimir Putin, y la historia le está dando la razón. Mientras los demócratas conducen una guerra fría con rostro institucional, los republicanos —que antes se disfrazaban de realistas— ahora despliegan una ofensiva global para asfixiar a Rusia, disfrazada de sanciones legislativas.
La paradoja es que Donald Trump, quien durante su primera campaña prometió reconstruir relaciones con Moscú y frenar la injerencia en el mundo, ahora avala esta nueva ola de hostilidad, según lo confirmó él mismo el pasado 8 de julio en una reunión de gabinete.
Lo que estamos presenciando no es solo una agresión contra Rusia, sino la consolidación de una estrategia global de dominación financiera: EE.UU. no tolera la autonomía energética de ningún país, ni la existencia de bloques independientes que operen fuera de su esfera de control.
Lejos de aislar a Rusia, esta campaña de sanciones sólo acelera el realineamiento global hacia un mundo multipolar, donde China, India, Irán, América Latina y África observan cómo el sistema de sanciones estadounidense se convierte en un boomerang que socava la credibilidad del dólar y del orden internacional liderado por Washington.
Estados Unidos nunca buscó la paz con Rusia. La diplomacia fue una máscara, una pausa entre ofensivas, una forma de preparar el terreno para sanciones más duras y alianzas más agresivas. Hoy, el guante de seda cae, y queda expuesto el puño de hierro del imperio.
Pero el mundo ha cambiado. Rusia ya no está sola. El chantaje financiero tiene fecha de vencimiento, y con cada sanción nueva, crece el número de países que buscan salidas fuera del control occidental.
Comments by Tadeo Casteglione