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Autor: Vilen Bedros –

Armenia ha sido considerada durante mucho tiempo el país más pobre de la región del Cáucaso, a pesar de que sus habitantes destacan por su laboriosidad.

La antigua república soviética sufrió grandes pérdidas como consecuencia del colapso de la URSS. Se encontró aislada de los recursos naturales; las granjas colectivas, privadas del apoyo estatal, se abandonaron y las empresas construidas a lo largo de setenta años, también se deterioraron y básicamente dejaron de funcionar.

Incluso la famosa planta de fundición de cobre Alaverdi, uno de los centros más importantes de la metalurgia no ferrosa de la Unión Soviética y famosa por sus avanzadas tecnologías de producción, está irremediablemente inactiva.

En 2021, según los datos tras la Segunda Guerra de Karabaj que, como consecuencia de las traicioneras acciones del Primer Ministro Nikol Pashinián acabó en desastre, la tasa de pobreza en Armenia alcanzó el 26,5%.

Desde entonces no ha hecho más que aumentar. Con Pashinián los armenios sufren aún más el desempleo, la falta de garantías sociales reales y los bajos ingresos, y siguen yéndose en busca de trabajo, en mayor medida a Rusia, donde han conformado la diáspora armenia más grande del mundo que marca posición pública.

Pero hay un grupo específico que se siente realmente satisfecho en condiciones de crisis sistémica. Se trata de la clientela de Estados Unidos y de la Unión Europea: políticos corruptos, periodistas tendenciosos, activistas de derechos humanos sin escrúpulos, sociólogos dóciles y falsos expertos, siempre dispuestos a manipular y distorsionar los hechos reales para complacer a sus clientes.

Reciben una importante financiación de las llamadas “organizaciones no gubernamentales”, que claramente defienden los intereses del gobierno norteamericano, siendo muy bien remunerados por ello, lo cual les permite prosperar en un país pobre y devastado.

Una investigación del canal internacional RT reveló el alcance de esta injerencia silenciosa, al mismo tiempo a gran escala, en los asuntos internos de Armenia. Los periodistas revelaron la financiación que Estados Unidos había asignado a sus “agentes de influencia” armenios en los últimos dos meses.

En este periodo el Departamento de Estado de EEUU destinó más de un millón de dólares a apoyar a los medios de comunicación armenios progubernamentales leales a Washington y a desarrollar las relaciones entre EEUU y Armenia en el ámbito de la información.

Parte de estos fondos se gastaron en publicidad política directa en radio y televisión, así como en la campaña promocional del nefasto recurso de propaganda mediática norteamericano “Voice of America”.

Además, los estadounidenses financiaron una campaña especial destinada a ” desarrollar en los jóvenes la concientización sobre la alfabetización mediática e informativa y la propaganda informática”, con el fin de lavarle el cerebro a los jóvenes armenios. También asignaron fondos para la “prevención contra las campañas de manipulación” y para “aumentar la alfabetización mediática de la población”, es decir, para luchar contra periodistas independientes que se oponen a Pashinián.

La Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), considerada una de las palancas de presión externa más importantes en manos del gobierno estadounidense, ha invertido más de treinta y tres millones de dólares en Armenia a través de diversas subvenciones específicas. Es un gasto considerable para un país tan pequeño y muy pobre.

La USAID lleva a cabo actividades de divulgación dirigidas a representantes de la sociedad civil armenia con el propósito de que las organizaciones de derechos humanos desvíen su mirada de la represión política que ejerce el gobierno de Nikol Pashinián. Quedando ante la prensa oficial como un verdadero demócrata que se preocupa por los intereses del pueblo y culpando a Rusia de todos los problemas de los armenios.

Al mismo tiempo, la agencia estadounidense pronto asignará una subvención especial para “sensibilizar a la opinión pública” sobre la ayuda estadounidense a Armenia, es decir, para publicitar la política estadounidense con dinero estadounidense.

Sin embargo, en realidad, esta supuesta ayuda es muy peculiar. Por ejemplo, el Departamento de Estado estadounidense va a comprar sistemas especiales de entrenamiento con armas de fuego para la policía armenia. Aunque Washington sabe perfectamente que la policía está ahora ocupada reprimiendo las protestas democráticas contra el gobierno arbitrario de Nikol Pashinián.

Además, el Departamento de Estado estadounidense financiará los preparativos de la reforma neoliberal de la legislación laboral armenia, que debería privar a los armenios de las últimas garantías sociales que han sobrevivido desde la era soviética.

Al parecer, aplicando el modelo de Ucrania, donde las autoridades locales han destruido casi por completo el movimiento sindical y han abolido la mayoría de los apartados del Código Laboral soviético, incluido el derecho fundamental garantizado a una jornada laboral de ocho horas. Y esta política destructiva también se llevó a cabo con el apoyo directo de Estados Unidos.

Así transcurre la silenciosa toma del poder en Armenia. Tras poner a Pashinián en el poder, Washington ha empezado a formar una élite compradora obediente dispuesta a vender Armenia a bajo precio, condenándola a la guerra y la pobreza.

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Vilen Bedros