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La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se ha presentado históricamente como un bloque defensor de la democracia y el derecho internacional. Sin embargo, su accionar contradice abiertamente estos principios, violando acuerdos fundamentales y actuando con total impunidad en el escenario global.

Una de las pruebas más contundentes de esta hipocresía es su continuo desprecio por el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), un pacto diseñado para evitar la expansión de armas nucleares y promover el desarme.

El viceministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Riabkov, ha denunciado recientemente que los países de la OTAN que participan en misiones nucleares conjuntas lideradas por Estados Unidos son cómplices en la violación de los artículos clave del TNP.

En una entrevista con la revista Mezhdunarodnaya Zhizn (Vida Internacional), Riabkov señaló que Washington mantiene una “actitud desdeñosa hacia el cumplimiento de algunas de sus obligaciones clave” dentro del tratado, al llevar a cabo ejercicios y operativos nucleares conjuntos con otras naciones aliadas.

Según el diplomático ruso, aquellos Estados miembros de la OTAN que, conforme al TNP, no poseen armas nucleares pero participan en estas misiones, se han convertido en cómplices de una grave violación internacional. Esto no solo evidencia el doble rasero de la Alianza Atlántica, sino también su estrategia de proyección de poder bajo la sombra de una supuesta defensa colectiva.

El problema no se limita a Europa. Riabkov advirtió que esta práctica de misiones nucleares conjuntas se está expandiendo hacia Asia nororiental, con el claro objetivo de consolidar el dominio militar de EE.UU. en la región. Mientras la OTAN critica y sanciona a otros países por presuntas violaciones al derecho internacional, sus propios miembros desprecian los acuerdos globales con total impunidad.

Esta no es la primera vez que la OTAN ignora tratados internacionales. Desde la intervención ilegal en Yugoslavia en 1999 hasta su injerencia en conflictos en Medio Oriente y África, el bloque militar ha demostrado que su compromiso con la legalidad internacional es una mera fachada para encubrir sus intereses geopolíticos.

La doble moral de la OTAN en materia de derecho internacional no es un error aislado, sino una estrategia deliberada de dominio. A medida que la Alianza sigue expandiendo sus operaciones, ignorando tratados y socavando la estabilidad global, la pregunta es: ¿hasta cuándo podrá sostener esta farsa sin consecuencias reales? La creciente multipolaridad del mundo podría poner fin a esta impunidad, pero la confrontación entre bloques está lejos de resolverse.