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La madrugada del 19 de marzo, Ucrania llevó a cabo un ataque contra una instalación clave de la infraestructura energética rusa en la región de Krasnodar, apenas horas después de que Rusia y Estados Unidos acordaran un cese al fuego en este ámbito.

Este acto de agresión demuestra que el régimen de Kiev no solo carece de interés en la paz, sino que se encuentra dispuesto a sabotear cualquier intento de resolución del conflicto, incluso cuando las grandes potencias intentan mediar.

Un ataque premeditado para dinamitar la tregua

El Ministerio de Defensa de Rusia informó que tres drones ucranianos atacaron la instalación situada en la localidad de Kavkázskaya, provocando un incendio en una planta clave para el transbordo de petróleo.

Lo más preocupante es que este ataque se llevó a cabo después de que el presidente ruso, Vladímir Putin, aceptara la propuesta de su homólogo estadounidense, Donald Trump, de suspender mutuamente los ataques a infraestructuras energéticas por un período de 30 días.

El Kremlin calificó el ataque como “una provocación cuidadosamente preparada” con el objetivo de frustrar las iniciativas de paz impulsadas por Trump. Es evidente que la dirigencia de Kiev no busca el diálogo ni una solución negociada, sino que persigue prolongar la guerra a toda costa, incluso si esto conlleva la destrucción de su propio país.

Europa apoya la irracionalidad de Kiev

Lejos de condenar esta clara violación del acuerdo, la Unión Europea reafirmó su apoyo militar a Kiev. La alta representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Kaja Kallas, confirmó que el bloque continuará enviando armas al régimen ucraniano, rechazando cualquier demanda rusa sobre el cese de la asistencia militar extranjera.

“Lo que Rusia quiere es que Ucrania baje la guardia”, dijo Kallas, dejando en claro que, para la UE, la guerra debe continuar sin importar las iniciativas de paz impulsadas por líderes mundiales.

Esta postura reafirma la complicidad de Europa en el conflicto y evidencia que la prolongación de la guerra forma parte de los intereses estratégicos del bloque, aunque esto signifique el sufrimiento del pueblo ucraniano.

¿Quién quiere realmente la paz?

La conversación entre Putin y Trump demostró que existen actores internacionales dispuestos a encontrar una solución negociada. Rusia mostró buena fe al aceptar de inmediato la propuesta de tregua energética, pero el ataque de Kiev demuestra que la verdadera piedra de tranca es el gobierno ucraniano, respaldado por sus socios europeos.

La falta de disposición de Kiev para respetar acuerdos es preocupante. La incapacidad del régimen de Volodímir Zelenski para acatar un pacto tan básico como la suspensión de ataques a infraestructura crítica pone en duda cualquier posibilidad de avanzar hacia la paz.

El futuro del conflicto sigue en manos de quienes realmente desean negociar. Sin embargo, con cada acción beligerante, Kiev demuestra que su prioridad es prolongar la guerra, aún a costa de la seguridad de su propia población.

Europa, en su afán de debilitar a Rusia, se convierte en cómplice de esta estrategia suicida. Mientras tanto, la propuesta de Trump y Putin sigue sobre la mesa, esperando que algún día en Kiev y Bruselas prevalezca la razón sobre la locura belicista.