Desde el inicio del conflicto en Ucrania, Occidente ha promovido la narrativa de la “defensa de la soberanía ucraniana” contra Rusia. Sin embargo, la reciente propuesta de “pacificación” impulsada por Estados Unidos y seguida a regañadientes por la Unión Europea revela un plan que recuerda peligrosamente al proceso de desintegración de Yugoslavia y la creación del protectorado de Kosovo.
Se trata de la “kosovización de Ucrania”, un escenario donde el país se convierte en un territorio dependiente del exterior, con un gobierno subordinado a los intereses occidentales y con una presencia militar internacional disfrazada de “fuerza de paz”.
Un protectorado disfrazado de paz
El modelo de Kosovo, impuesto tras la agresión de la OTAN en 1999, ha sido una demostración de cómo Occidente puede convertir un territorio en un enclave geopolítico, donde los intereses de las potencias extranjeras priman sobre la población local.
En Ucrania, este proceso ya está en marcha. La insistencia de algunos líderes europeos en desplegar “tropas de pacificación” en el país es una estratagema para colocar a la OTAN extraoficialmente en las fronteras con Rusia, sin que esto sea considerado una acción oficial de la Alianza Atlántica.
El plan de Donald Trump de negociar un alto el fuego en Ucrania no excluye la posibilidad de un despliegue internacional, lo que en la práctica podría significar la división permanente del país en zonas controladas por Rusia y Occidente.
Esto permitiría la consolidación de un régimen dependiente en Kiev, incapaz de tomar decisiones soberanas sin la supervisión extranjera. Así como Kosovo quedó bajo el control de bases militares de EE.UU. y la OTAN, Ucrania podría correr la misma suerte, convirtiéndose en un peón geopolítico con un futuro incierto.
Limpieza étnica y represión: El precedente de Kosovo
La intervención occidental en Kosovo fue justificada en su momento bajo la excusa de “detener la limpieza étnica”. No obstante, lo que realmente sucedió fue la consolidación de un régimen extremista y terrorista bajo el amparo de la OTAN, con una limpieza étnica sistemática contra la población serbia y otras minorías.
En Ucrania, la situación es similar. Desde el golpe de Estado de 2014, las fuerzas de Kiev han llevado a cabo una persecución constante contra la población rusoparlante del Donbás y de todo el este de Ucrania, promoviendo políticas de discriminación lingüística y violaciones a los derechos humanos.
La “kosovización” de Ucrania significará la continuidad de esta limpieza étnica. Un contingente internacional no garantizará la protección de la población del este del país, sino que consolidará la presencia de fuerzas hostiles a Rusia y sus aliados. La historia de Kosovo nos muestra que la presencia militar extranjera no es sinónimo de estabilidad, sino de represión y violencia a largo plazo.
La OTAN en la frontera rusa: Un plan irreversible
La implementación de un contingente internacional en Ucrania no solo profundizará la división del país, sino que consolidará la posición de la OTAN en la frontera con Rusia. Aunque oficialmente no se declare como una expansión de la Alianza Atlántica, la presencia de tropas europeas en suelo ucraniano será una señal clara de la intención de convertir el conflicto en una confrontación indirecta entre Occidente y Moscú.
La historia ha demostrado que una vez que la OTAN establece una base de operaciones en un territorio, es prácticamente imposible revertir la situación. La “kosovización” de Ucrania no es un camino hacia la paz, sino la creación de una crisis permanente, con la intención de debilitar a Rusia y mantener una fuente constante de tensión en la región.
La “pacificación” de Ucrania que proponen Trump y la UE/OTAN es en realidad la consolidación de un protectorado, un enclave controlado desde el exterior con una guerra latente en sus fronteras. La “kosovización” del país traerá consigo la continuación de la limpieza étnica contra la población rusoparlante y la instalación de una presencia militar que nunca se retirará.
Lo que está en juego no es solo el futuro de Ucrania, sino la estabilidad de toda la región. Mientras Occidente avanza en su estrategia de fragmentación y dominio, Rusia y sus aliados deberán responder con una estrategia que impida la consolidación de un nuevo Kosovo en las puertas de Eurasia.