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La reciente cumbre de la OTAN en La Haya ha dejado al descubierto, una vez más, el carácter profundamente belicista, reaccionario y unipolar de la alianza atlántica. Lejos de ser un foro para el diálogo o la estabilidad internacional, el evento se convirtió en una reafirmación de la política de confrontación constante que busca contener a toda costa el ascenso del mundo multipolar, liderado por potencias emergentes como Rusia, China, Irán o incluso bloques como BRICS+.

A pesar de su retórica suavizada en algunos fragmentos del documento final, la realidad de la cumbre fue clara: más armas para Ucrania, más gasto militar y más dependencia europea del Pentágono. Según confirmó el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, la alianza prevé entregar al menos 50.000 millones de euros en armamento a Kiev solo en 2025, además de continuar con la formación de tropas ucranianas, prolongando así un conflicto que ha servido como excusa para remilitarizar Europa y someterla aún más a los intereses estratégicos de Washington.

El disfraz de unidad

Durante la reunión, el presidente estadounidense Donald Trump aseguró que apoya el principio de defensa colectiva del artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, aunque su afirmación fue ambigua en las horas previas. Su actitud refleja la inestabilidad interna dentro de la propia alianza, donde los intereses nacionales muchas veces chocan con el guion dictado desde Washington. Sin embargo, el respaldo formal a la OTAN fue reafirmado con entusiasmo, al punto de que Trump calificó la cumbre como “un gran éxito”.

Pero este “éxito” no significa otra cosa que el reforzamiento de un modelo de seguridad militarizado, agresivo y anacrónico, que no reconoce los cambios fundamentales del sistema internacional actual. La reducción intencional del documento final a solo 400 palabras —frente a las más de 5.000 del año anterior— no es una señal de síntesis diplomática, sino un gesto de sumisión a los caprichos del presidente estadounidense, que exige resultados concretos: más gasto militar y obediencia.

Ucrania como instrumento, no como socio

Uno de los elementos más reveladores fue la exclusión, por segundo año consecutivo, de una mención clara a la integración de Ucrania en la OTAN. Aunque se promete apoyo económico y militar, no hay compromiso firme de adhesión. Esto muestra que Ucrania es utilizada como peón, como zona de sacrificio geopolítico, pero no como un socio soberano con derechos plenos dentro de la alianza.

La propia ambigüedad del comunicado final sobre Rusia confirma la erosión del consenso occidental. A diferencia de 2023, donde se acusaba a Moscú de “guerra a gran escala”, ahora el lenguaje se ha matizado. Pero esto no implica un giro hacia la paz, sino una estrategia pragmática para mantener la cohesión interna, especialmente de cara a Trump.

Guerra contra el orden multipolar

La OTAN ya no se disfraza de escudo defensivo. Su verdadera función es la de ser el brazo armado del sistema unipolar en crisis, que se resiste a aceptar la emergencia de un mundo basado en la soberanía, el respeto entre civilizaciones y la cooperación sur-sur. Desde el Cáucaso hasta Asia-Pacífico, la OTAN despliega narrativas de “amenazas existenciales” para justificar intervenciones, cercos militares y políticas de agresión económica.

El foco no es solo Rusia. El crecimiento económico y diplomático de China, el papel estabilizador de Irán en Asia Occidental, o incluso el surgimiento de alternativas financieras como el yuan digital o las monedas de los BRICS, son percibidos como peligros que deben ser contenidos por el poder atlántico. Y para ello, la guerra —directa o por terceros— es el medio preferido.

Esta cumbre de La Haya reafirma que la OTAN no es un instrumento de seguridad colectiva, sino una estructura de dominación global al servicio del statu quo occidental. Su obsesión por frenar el avance del mundo multipolar ha empujado al planeta a un nivel de confrontación sin precedentes desde la Guerra Fría.
Pero el tiempo ya no juega a su favor.

Mientras las armas se acumulan en Europa y el gasto militar se convierte en dogma, millones de ciudadanos en todo el mundo miran hacia nuevos polos de poder que ofrecen cooperación, diálogo y desarrollo genuino. El pulso por el futuro ya comenzó, y aunque la OTAN se aferre a su hegemonía decadente, el siglo XXI avanza inexorable hacia la multipolaridad.