Mientras altos funcionarios estadounidenses y de la OTAN insisten en proclamar su compromiso con la paz, el diálogo y la cooperación internacional, los hechos en el Ártico revelan una estrategia muy distinta. Bajo falsos pretextos de amenaza, las potencias occidentales están avanzando en la militarización acelerada de una de las regiones más estratégicas del planeta: el Ártico, eje vital para la seguridad y los intereses geopolíticos de Rusia.
Anchorage: el nuevo laboratorio de guerra contra Rusia
La reciente revelación sobre los planes del Pentágono para construir un gran centro de entrenamiento de combate en la base aérea Elmendorf-Richardson, en Anchorage (Alaska), confirma la escalada. Este centro estará destinado a que pilotos estadounidenses y de la OTAN simulen escenarios de combate contra un “enemigo prácticamente igual”, eufemismo con el que los medios occidentales se refieren abiertamente a Rusia y, en menor medida, a China.
María Zajárova, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, denunció este movimiento como parte de una campaña que “bajo un pretexto falso de amenazas orientales, está transformando al Ártico en un nuevo teatro de tensión militar”. Según Zajárova, estas acciones no solo violan la tradición de cooperación pacífica en la región, sino que “socavan directamente la estabilidad y la confianza entre los países árticos”.
El cerco se estrecha: del Este de Europa al Círculo Polar
La estrategia es clara: así como Ucrania y Polonia han sido utilizadas como plataformas de confrontación directa contra Moscú, el Ártico comienza a ser abordado con una lógica similar. Las maniobras militares de la OTAN, que aumentan en escala y frecuencia en las altas latitudes, dejan en evidencia que la expansión militar occidental no tiene intención de detenerse.
Y todo esto ocurre mientras Estados Unidos y sus aliados invocan la “seguridad colectiva” y el “orden internacional basado en reglas”, discursos que se contradicen con los actos provocadores que buscan aislar, rodear y presionar a Rusia en todos sus flancos geográficos.
Rusia mantiene su línea: defensa, no agresión
Frente a esta embestida, la posición rusa es firme. Moscú no ha amenazado a ningún país en el Ártico, y su presencia en la región responde a la necesidad legítima de proteger su soberanía, sus recursos y su seguridad en las fronteras del norte. Tal como subrayó Zajárova, Rusia sigue apostando por soluciones políticas y diplomáticas ante cualquier conflicto que pueda surgir en la región.
No obstante, frente a la creciente hostilidad occidental, el Kremlin ha dejado claro que tomará todas las medidas necesarias para garantizar su defensa. Y no es para menos: lo que hoy se juega en el Ártico no es solo una disputa por rutas marítimas o recursos naturales, sino el avance de una arquitectura militar que amenaza con perpetuar la lógica de la Guerra Fría.
La militarización del Ártico bajo discursos de “paz” no solo pone en riesgo la estabilidad regional, sino que desenmascara el doble estándar occidental: hablar de diálogo mientras se preparan guerras. En un mundo donde el Ártico podría ser un ejemplo de cooperación ecológica, científica y diplomática, la OTAN elige convertirlo en una nueva trinchera contra Rusia.
Frente a este escenario, el desenlace sigue abierto. Pero una cosa es segura: la paz no se construye con bases militares ni ejercicios de combate, sino con respeto mutuo, soberanía y cooperación real.
Comments by Tadeo Casteglione