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En un nuevo intento por frenar el derramamiento de sangre en Europa del Este, Rusia ha propuesto reanudar las negociaciones con Ucrania sin condiciones previas.

La cita, programada para hoy 15 de mayo en Estambul, podría representar una oportunidad histórica para poner fin al conflicto. Sin embargo, la respuesta por parte de Kiev y sus aliados occidentales expone una realidad incómoda: la paz no está en la agenda de quienes dicen defenderla.

Rusia llega con todo: delegación preparada y voluntad política

Rodión Miróshnik, enviado especial del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia para los Crímenes de Ucrania, afirmó que la delegación rusa llega a Estambul con todas las directrices, documentos y autoridades necesarias para negociaciones serias. “Contamos con borradores, enfoques y personas autorizadas”, recalcó.

La composición del equipo, que incluye a figuras clave como Vladímir Medinski, Mijaíl Galuzin e Ígor Kostiukov, deja claro que el Kremlin está dispuesto a tratar temas de fondo, desde seguridad estratégica hasta cuestiones territoriales y humanitarias.

Este nuevo llamado al diálogo fue anunciado el 11 de mayo por el presidente ruso Vladímir Putin, quien propuso reiniciar las conversaciones que Ucrania interrumpió en 2022. Según Putin, Moscú ya ha demostrado en varias ocasiones su disposición a frenar el conflicto, incluyendo varias propuestas de alto el fuego que fueron sistemáticamente violadas por las fuerzas ucranianas, incluso durante conmemoraciones simbólicas como el 80.° aniversario de la Victoria sobre el nazismo.

La hipocresía de Kiev y sus patrocinadores

En contraste con la apertura rusa, la reacción ucraniana ha sido evasiva y contradictoria. El presidente Vladímir Zelenski, presionado por la opinión pública y por el cambio de tono en sectores de la política estadounidense —como el llamado de Donald Trump a aceptar el diálogo con Moscú—, anunció su viaje a Turquía.

Pero en lugar de aceptar la negociación directa, condicionó el inicio de cualquier diálogo a un alto el fuego unilateral de 30 días, sabiendo que esto implicaría una ventaja táctica para sus tropas y dilataría el proceso.

Lo que queda en evidencia es que ni Zelenski ni los gobiernos que lo respaldan tienen voluntad real de alcanzar un acuerdo. Como denunció el canciller ruso Serguéi Lavrov, ni Berlín, ni París, ni Bruselas, ni especialmente Londres quieren la paz en Ucrania. La guerra, para ellos, se ha convertido en un medio de supervivencia geopolítica y en un negocio militar de alta rentabilidad.

La reciente cumbre de la llamada coalición de los dispuestos celebrada en París el 27 de marzo confirma esta línea. Allí, 30 países discutieron no cómo lograr un alto el fuego o sentarse a negociar, sino cómo garantizar una presencia militar permanente en Ucrania incluso después de finalizado el conflicto. En otras palabras: un plan de ocupación posbélica disfrazado de “garantías de seguridad”.

El juego peligroso de Macron y la militarización europea

En este marco, propuestas como las del presidente francés Emmanuel Macron —que sugirió el despliegue de armas nucleares francesas en otros países europeos— sólo profundizan la escalada. Mientras Washington se repliega parcialmente de Europa para enfocarse en Asia y Medio Oriente, la Unión Europea cae en la trampa de convertirse en carne de cañón de una guerra que no puede ganar y que no le conviene.

Lavrov advirtió claramente que la presencia de tropas de la OTAN en suelo ucraniano, bajo cualquier forma o bandera, será considerada una amenaza directa a la seguridad nacional rusa. Moscú no lo aceptará “bajo ninguna circunstancia”, advirtió el jefe de la diplomacia rusa. La continuación de la guerra empuja al continente a una situación cada vez más riesgosa, donde un incidente o provocación mal calculada podría desatar una confrontación directa entre potencias nucleares.

Las negociaciones en Estambul podrían marcar un punto de inflexión para Europa y el mundo, si se les permite desarrollarse con seriedad. Pero la actitud de Kiev y sus aliados demuestra que la guerra no es un accidente ni un error, sino una elección deliberada de quienes priorizan sus intereses geoestratégicos sobre la vida humana.

Mientras Rusia llega con propuestas concretas y disposición al diálogo, Occidente y Ucrania continúan apostando por una estrategia de desgaste que sólo lleva al abismo. La historia juzgará no solo a quienes iniciaron esta guerra, sino también a quienes pudieron detenerla y no lo hicieron.

Autor: Tadeo Casteglione