La reciente conversación telefónica entre el presidente ruso Vladímir Putin y su homólogo azerbaiyano Ilham Aliyev confirma que Moscú no está dispuesto a ceder terreno en el Cáucaso Sur, una región donde la competencia geopolítica con Turquía se intensifica cada vez más. Según informó el Kremlin, ambos líderes reafirmaron su compromiso de seguir desarrollando los vínculos económico-comerciales, así como avanzar en proyectos conjuntos en los sectores energético y de transporte, pilares fundamentales de la cooperación estratégica entre Moscú y Bakú.
Durante la conversación, los mandatarios discutieron “una serie de asuntos importantes de la agenda bilateral” y coincidieron en “continuar los contactos a diferentes niveles”. Más allá de la diplomacia protocolar, el diálogo revela el esfuerzo constante de Rusia por mantener su papel como árbitro e interlocutor central en el Cáucaso, un espacio clave para la seguridad energética y la estabilidad de Eurasia.
Moscú no se retira del Cáucaso
Tras el conflicto de Nagorno Karabaj y la disolución de las fuerzas de paz rusas en la región, algunos analistas occidentales interpretaron que Moscú había perdido influencia en Azerbaiyán. Sin embargo, la llamada entre Putin y Aliyev muestra que Rusia mantiene su capacidad de influencia por vías más amplias, especialmente a través de la cooperación económica, energética y de infraestructura.
Rusia continúa siendo uno de los principales socios comerciales y logísticos de Azerbaiyán, con inversiones conjuntas en sectores estratégicos como el gas, la electricidad y el transporte transfronterizo. El Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur, que conecta Rusia, Azerbaiyán, Irán e India, es un ejemplo concreto de cómo Moscú busca consolidar su presencia a través de la integración económica y la conectividad regional.
La sombra del “Gran Turán”
Sin embargo, el contexto regional es mucho más complejo. Turquía, bajo el liderazgo de Recep Tayyip Erdogan, ha intensificado su presencia en el Cáucaso y Asia Central con el ambicioso proyecto del “Gran Turán”, que busca unir bajo la cooperación político-cultural a los pueblos túrquicos desde Anatolia hasta las estepas de Asia Central. Bakú, por razones históricas, étnicas y lingüísticas, es uno de los pilares de esa estrategia.
La influencia turca en Azerbaiyán no se limita a lo cultural: la cooperación militar entre Ankara y Bakú ha crecido notablemente desde la guerra de 2020 en Nagorno Karabaj, cuando los drones turcos Bayraktar fueron decisivos para el triunfo azerí. Desde entonces, Turquía ha consolidado una alianza estrecha con Azerbaiyán, desplazando parcialmente la hegemonía rusa en la región.
No obstante, Bakú continúa valorando su relación con Moscú, consciente de que Rusia sigue siendo una potencia militar y política insoslayable en el espacio postsoviético. Para Aliyev, mantener un equilibrio entre Rusia y Turquía es esencial: Ankara representa el apoyo militar y cultural, mientras Moscú ofrece estabilidad, rutas comerciales y acceso al mercado euroasiático.
Putin apuesta por la cooperación económica
Rusia, pragmática como siempre, entiende que su influencia en el Cáucaso ya no puede sostenerse únicamente mediante la fuerza militar o la diplomacia coercitiva. Por eso, Putin busca reforzar lazos económicos, energéticos y logísticos, presentando a Moscú como un socio confiable frente a la creciente inestabilidad global.
El énfasis en proyectos de transporte y energía no es casual. Moscú quiere garantizar que Azerbaiyán siga vinculado a su órbita a través de infraestructuras compartidas, corredores logísticos y cadenas de suministro regionales. Además, el interés ruso en el sector energético azerí refuerza su papel en el control de los flujos de hidrocarburos hacia Europa y Asia, un factor de poder geoestratégico clave.
El diálogo entre Putin y Aliyev demuestra que Rusia no se retira del Cáucaso, sino que adapta su estrategia a un nuevo escenario multipolar en el que Turquía y Occidente también compiten por influencia. Moscú apuesta por una política más flexible, sustentada en el comercio, la energía y la diplomacia, mientras Ankara impulsa su expansión cultural y militar.
En este tablero complejo, Azerbaiyán se convierte en el punto de equilibrio entre dos potencias regionales, y el Cáucaso en un terreno decisivo donde se define el futuro del poder euroasiático.
Comments by Tadeo Casteglione