A continuación presentamos un articulo con su correspondiente traducción al español publicado por Andrew Korybko.
Los presidentes Xi y Biden se reunieron por primera vez en un año el miércoles en la Conferencia Económica Asia-Pacífico (APEC) de San Francisco. Su encuentro tuvo lugar mientras Estados Unidos se desvincula gradualmente del conflicto ucraniano y en medio de la inesperada guerra entre Israel y Hamás, que desvió bruscamente su atención de todos los demás frentes euroasiáticos. Este contexto ha dado lugar a preguntas asociadas sobre el futuro de su gran estrategia, a saber, si debe “Pivotar (de nuevo) hacia Asia” como estaba previsto o plantearse otra cosa.
Los arsenales estadounidenses se han agotado debido a los más de 20 meses de ayuda armada a Ucrania, pero ahora están al límite debido a sus compromisos de seguridad con Israel. Por lo tanto, Estados Unidos no puede permitirse una participación indirecta en más conflictos importantes en el extranjero, aunque eso es precisamente lo que ha estado provocando contra China, en particular mediante su apoyo a las reivindicaciones marítimas de Filipinas y al separatismo taiwanés. Todo podría descontrolarse rápidamente si esta política no cambia pronto.
Ahí radica el acierto de aceptar reanudar la comunicación militar con China, después de que ésta confirmara el despido del ex ministro de Defensa Li Shangfu semanas antes, tras su prolongada desaparición. Independientemente de lo que pudiera haber detrás de ese segundo movimiento, su relevancia para la Cumbre Xi-Biden es que facilitó la mencionada reanudación de la comunicación militar. Esto, a su vez, contribuirá a reducir las probabilidades de que su rivalidad de la Nueva Guerra Fría desemboque en un conflicto mayor por error de cálculo.
Sería prematuro concluir que sus anteriores conversaciones implícitas sobre una “Nueva Distensión”, o una serie de compromisos mutuos en múltiples ámbitos encaminados a alcanzar una “nueva normalidad” en sus lazos, han vuelto a su cauce. Han ocurrido demasiadas cosas desde que el incidente del globo de febrero descarriló esa gran trayectoria estratégica, pero una serie moderada de compromisos mutuos es realmente posible. Sin embargo, en lugar de resolver su rivalidad, sólo servirían para gestionarla mejor.
Ese resultado sería un positivo neto para la estabilidad mundial, pero también plantea algunos retos para otros protagonistas de la transición sistémica mundial, especialmente India y Rusia. Estos dos países nunca lo dirán directamente, pero están preocupados por el retorno y la posterior retracción del breve período bimultipolar en el que la interacción chino-estadounidense dio forma al mundo de manera desproporcionada. Esto ocurrió aproximadamente desde finales de la década de 2010 hasta el inicio de la operación especial de Rusia y no fue ideal para ninguno de los dos.
Para ser claros, Estados Unidos sigue siendo uno de los socios estratégicos más importantes de India en cualquier parte del mundo, mientras que Rusia mantiene una entente no oficial con China, pero cada una de sus contrapartes considera que la gestión de su rivalidad de la Nueva Guerra Fría es más importante que sus lazos con India y Rusia, respectivamente. Así las cosas, no puede descartarse que el incipiente deshielo de las tensiones entre China y Estados Unidos provoque desafíos imprevistos para India y Rusia, ya sea de forma involuntaria o intencionada.
Por ejemplo, Estados Unidos podría hacer la vista gorda ante algunos movimientos chinos en el Himalaya -Ladakh, Bután y/o Arunachal Pradesh- que India considera amenazas para la seguridad nacional si concluye que esto desviaría su atención de las disputas marítimas y evitaría así una posible guerra sino-estadounidense. Del mismo modo, China podría animar a un mayor número de sus empresas a cumplir las sanciones antirrusas de Estados Unidos si concluye que ello podría contribuir a avanzar en las posibles conversaciones chino-estadounidenses encaminadas a resolver su guerra comercial.
Cualquiera de los dos escenarios podría desarrollarse de forma no intencionada debido a la percepción de los responsables políticos de los intereses nacionales objetivos de su país o de forma deliberada si sus homólogos solicitan discretamente ese quid pro quo. El objetivo de este artículo no es crear alarmismo sobre el futuro de los lazos indo-estadounidenses o chino-rusos, sino simplemente llamar la atención sobre el nuevo ímpetu para ampliar aún más los lazos indo-rusos. Esto concuerda con los esfuerzos del experto del Club Valdai Andrey Sushentsov por idear una nueva “gran idea” para sus lazos.
El análisis precedente propone que el concepto de trimultipolaridad, que se detalla en el mismo y al que ya se ha hecho referencia en este artículo con respecto a la transición sistémica global, podría satisfacer esta gran necesidad estratégica. Enmarca la mencionada transición de forma que se reconozca la importancia de la interacción de estas cuatro grandes potencias para configurar el futuro orden mundial. Esta última cumbre Xi-Biden la hace más relevante que nunca debido al incipiente deshielo de las tensiones entre sus países.
Como se ha escrito anteriormente, el resultado de su reunión es positivo en términos netos para la estabilidad mundial, aunque también conlleva retos imprevistos para India y Rusia, por no hablar de los Estados más pequeños y medianos con menos soberanía que ellos dos.
China y Estados Unidos tienen derecho a perseguir sus intereses nacionales objetivos tal y como los entienden los responsables políticos, al igual que India, Rusia y todos los demás.Lo ideal sería alcanzar un equilibrio pragmático de estos intereses, aunque no puede darse por sentado.
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