El gobierno de Turquía dirigido por el presidente Recep Tayyip Erdoğan se ha caracterizado por sus ambiciones regionales, una organización que recrea y muestra los intereses de integración con un énfasis civilizatorio bajo la dirección y tutela de Turquía, es sin lugar a duda la Organización de Estados Turcos que bajo una bandera de identidad claramente definida (turcos-tártaros) han decidido aplicar políticas importantes de cooperación.
Este grupo de países centra su propuesta de afiliación étnica de Turquía para los Estados de habla túrquica de Asia Central: la Organización de los Estados Turcos (OTS, por sus siglas en inglés), fundada hace ya más de 13 años por Azerbaiyán, Kazajistán, Kirguistán y Turquía teniendo como objetivo principal promover una cooperación integral entre sus Estados miembro.
El establecimiento de unas bases claras que consoliden la cooperación entre los Estados miembro de la OTS es un objetivo primordial, pero la creación de lazos fuertes entre la organización y el resto de potencias asiáticas y europeas, es también un propósito con importancia mayúscula.
Convertirse en una “nueva realidad geopolítica” en todo el territorio euroasiático, es una meta que el gobierno turco se ha propuesto en los últimos años. Algo que beneficiaría a Turquía en tanto que la convertiría en la “puerta de entrada” a este mundo turco, y punto de enlace común entre Europa, Asia Central, incluso Rusia, en el campo del comercio de hidrocarburos como se ha estado viendo en los últimos meses.
Debido a la importante presencia de recursos naturales, fuentes energéticas, y modernas infraestructuras y conexiones logísticas desde los territorios de la OTS cada vez más miradas internacionales parecen girarse hacia la organización y de esta manera aumentar la cooperación por ejemplo con China y su enorme proyecto de la nueva ruta de la seda.
El proyecto de crear un centro de poder turco en la región asiática se remonta hasta la época del difunto presidente otomano, Turgut Özal, que ostentó el liderazgo del país entre 1989 y 1993. En este sentido, y respaldado por un histórico posicionamiento regional a favor de la independencia de los países de Asia Central, el propósito de Özal se centraba en la extensión del soft power turco –que se serviría de las afinidades lingüísticas, étnicas y culturales–, para construir y consolidar sus relaciones políticas y comerciales con las potencias de la región.
En otras palabras la Organización de Estados Turcos es una recreación de un Kaganato que una a los pueblos turquicos bajo una misma bandera, los descendientes tártaros del gran Gengis Khan. Pero esto afrenta muchos problemas que aun deben resolverse, el primero y mas fundamental es que la sede y la raíz de los pueblos tártaros no tiene su origen en Ankara sino en el Monte Altai (Rusia) y que el principal país que ha mantenido la cultura milenial de los pueblos turquicos no es ni Turquía ni Kazajistán sino Turkmenistán la cual desde su independencia se ha mantenido como el país mas neutral del mundo y es reacio a la participación de organismos internacionales.
Estos problemas de identidad, a la vez choca con la influencia y el desafío de Rusia con su proyecto Euroasiático por lo cual la ambición de Turquía por el momento no ha dado buenos resultados y la Organización de Estados Turcos en la actualidad cumple el papel de una organización de bien común sin mucha mas profundidad al respecto.
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