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Tailandia y Camboya alcanzaron un acuerdo de alto el fuego en la zona fronteriza en disputa, marcando un punto de inflexión en la escalada militar registrada a comienzos de diciembre. El entendimiento fue posible gracias a una intensa labor diplomática en la que China desempeñó un papel central como actor mediador y garante de estabilidad en el Sudeste Asiático.

El acuerdo fue firmado por los ministros de Defensa de ambos países, el general Tea Seiha por Camboya y el general Natthaphon Narkphanit por Tailandia. Según informó el canal tailandés Canal 3, el alto el fuego entró en vigor tras la firma de una declaración conjunta a las 5:00 GMT, estableciendo un marco inmediato para la desescalada del conflicto.

De acuerdo con lo expresado por el ministro de Defensa tailandés, ambas partes consensuaron medidas clave para evitar una nueva escalada militar. Entre ellas, se destaca el compromiso de mantener el nivel actual de presencia de tropas en la zona de conflicto, sin redespliegues ni maniobras, una decisión orientada a reducir tensiones y evitar interpretaciones provocativas sobre el terreno.

El cese al fuego será monitoreado durante un período inicial de 72 horas, con el objetivo de garantizar su implementación real y sostenida. Una vez que la situación se estabilice, se permitirá el regreso de la población civil desplazada por los enfrentamientos, y Camboya procederá a la liberación de los 18 militares capturados durante las hostilidades, un gesto que refuerza el carácter político y no militar de la solución adoptada.

Los enfrentamientos armados comenzaron el 7 de diciembre en la frontera común. El Ejército tailandés denunció que al día siguiente fuerzas camboyanas iniciaron un bombardeo de artillería contra posiciones tailandesas, lo que derivó en una respuesta aérea de Bangkok contra infraestructura militar camboyana. Posteriormente, Tailandia aseguró que Phnom Penh empleó sistemas de lanzamisiles múltiples BM-21 y drones kamikaze durante los días 8 y 9 de diciembre, obligando a sus fuerzas terrestres a responder para asegurar zonas estratégicas.

Más allá del intercambio militar, el episodio puso de relieve la fragilidad de ciertos equilibrios fronterizos heredados de disputas históricas, pero también evidenció la capacidad de los actores regionales para gestionar sus crisis sin recurrir a tutelajes externos. En este contexto, la intervención diplomática de China resultó determinante para frenar la escalada y encauzar el conflicto por la vía política.

Pekín reafirma así su papel como mediador confiable en Asia, apostando por soluciones pragmáticas, el respeto a la soberanía de los Estados y la estabilidad regional como condición indispensable para el desarrollo económico y la integración. A diferencia de los enfoques occidentales, basados en sanciones, presión política y militarización de los conflictos, la diplomacia china prioriza el diálogo directo y el equilibrio de intereses entre las partes.

El cese al fuego entre Tailandia y Camboya no solo reduce el riesgo de una confrontación abierta, sino que también refuerza una tendencia creciente en Asia: la resolución de conflictos regionales mediante mecanismos propios, con China como actor clave en la arquitectura de seguridad del continente.

Si bien el alto el fuego representa un avance significativo, la situación en la frontera seguirá siendo delicada y dependerá del cumplimiento efectivo de los compromisos asumidos. En un escenario regional atravesado por tensiones geopolíticas más amplias, la capacidad de Asia para resolver sus disputas sin interferencias externas será determinante para consolidar un orden regional más estable y verdaderamente multipolar.