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*Articulo escrito por Gabriel Gallardo

Desde el ataque de la milicia islámica palestina Hamás al territorio israelí el 7 de octubre de 2023, las grietas en el proyecto sionista ya no son solo visibles, sino que amenazan con fracturar sus cimientos. Más de 120 años después de que Theodor Herzl lanzara las bases del sionismo político moderno con la publicación de Der Judenstaat (El Estado Judío) en 1896 y el posterior Congreso Sionista de Basilea en 1897, el sueño de un Estado judío fuerte y seguro en la histórica tierra de Palestina enfrenta una de sus crisis más profundas.

Lo que comenzó como un movimiento nacionalista pequeño conformado por judíos dentro del Imperio Otomano, y luego, respaldado posteriormente por el Imperio Británico y consolidado como un movimiento nacionalista étnico religioso con el apoyo geopolítico de Estados Unidos y los aliados del mal llamado “Occidente” tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Uno de los primeros síntomas visibles del colapso del proyecto sionista es la ruptura interna entre diferentes sectores que se conforman dentro de la sociedad israelí. Hoy en día, existen dos bloques claramente enfrentados que ya no logran construir un consenso mínimo.

Esta fractura tiene sus raíces en una contradicción profunda: la identidad judía ha sido moldeada como un nacionalismo, lo que ha generado conflictos entre visiones religiosas y laicas sobre qué tipo de país debe ser Israel. Lo que antes parecía solo una disputa de debate ideológico ahora se ha trasladado al plano práctico, al carácter mismo del Estado y de su vida pública. La confrontación se libra tanto en los medios como en las calles.

Por un lado, se encuentra lo que podríamos llamar el “Israel fundacional”, conformado por sectores mayoritariamente descendientes de judíos askenazis mayoritariamente de Europa del Este, con posturas liberales y seculares, que jugaron un papel clave en la creación del Estado en 1948. Aunque hablan de democracia y pluralismo, en realidad no es así, porque no incluye la igualdad jurídica de derechos para la población árabe-palestina; ya que el sionismo, su línea vertebral es un nacionalismo étnico religioso xenófobo, sí, solo para los judíos, especialmente aquellos que tienen afinidad con el sionismo.

En el extremo opuesto se encuentra el “Estado de Judea”, una corriente ideológica que ha estado cobrando fuerza en los asentamientos de Cisjordania ocupada y que representa una visión teocrática y expansionista del Estado. Este sector, cada vez más influyente en la política israelí, el ejército y los servicios de inteligencia, aspira a reconstruir un mítico Israel bíblico que abarque toda Palestina histórica, incluso al precio de expulsar o exterminar a la población palestina. Algunos de sus líderes contemplan incluso levantar un Tercer Templo en el lugar donde hoy se encuentra Al-Aqsa, lo cual podría encender un escenario apocalíptico de guerra con consecuencias incalculables y catastróficas a nivel mundial.

Ambos grupos ya venían chocando antes del 7 de octubre, y aunque tras el ataque de Hamás pareció haber una tregua momentánea, las tensiones han vuelto con más fuerza. Las protestas, las fracturas internas y la salida masiva de más de medio millón de israelíes revelan una realidad inquietante, la vieja idea de Israel está siendo absorbida por un nuevo modelo teocrático y ultranacionalista que el mundo, y especialmente el mundo árabe, difícilmente tolerará.

Otro de los puntos a los cuales a resaltar del porque el proyecto sionista del Estado de Israel está en crisis es en materia económica. El gobierno israelí no ha logrado encontrar una estrategia viable para mantener la estabilidad financiera en medio de diferentes frentes de guerras abiertos y que son cada día más constantes. A finales de 2023, la economía sufrió una contracción cercana al 20 %, y aunque ha habido cierta recuperación, esta ha sido débil. La ayuda prometida por Estados Unidos, valorada en 14.000 millones de dólares, difícilmente compensará el creciente déficit.

La política económica que está en manos del ministro de Finanzas Bezalel Smotrich, cuya prioridad ha sido canalizar recursos hacia los asentamientos ilegales en Cisjordania, descuidando las necesidades del resto del Estado sionista. Esto ha causado alarma en el sector empresarial, que comienza a retirar capitales hacia países vecinos. Gran parte de los israelíes que contribuyen con la mayoría de los impuestos están planteándose invertir fuera del país, lo que podría generar una fuga de capital estructural en medio de la crisis.

Israel también se enfrenta a un creciente rechazo internacional. Aunque la pérdida de prestigio comenzó mucho antes del 7 de octubre, la ofensiva militar sobre Gaza ha acelerado este proceso. Por primera vez en la historia reciente, organismos como la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional han tomado han acusado a Israel de cometer posibles actos de genocidio, han exigido el cese de ataques en Rafah y han solicitado órdenes de arresto contra altos mandos israelíes, aunque en el realismo político es solo papel, ya que no tendrá efecto alguno, debido a que estos organismos están manejados por Estados Unidos.

Aunque Israel sigue contando con una fuerza armada moderna y bien equipada, con alta tecnología su vulnerabilidad quedó expuesta el 7 de octubre. Muchos analistas coinciden en que la situación habría sido mucho más grave si Hezbolá se hubiera unido en un ataque simultáneo. Desde entonces, Israel ha quedado dependiendo de Estados Unidos y sus aliados para frenar posibles ataques que realizaría Irán, como quedó demostrado en la operación iraní del pasado abril del 2024 que incluyó el lanzamiento de más de 170 drones y misiles.

La confianza de la población en las Fuerzas de Defensa de Israel se ha debilitado. Tanto así que ha crecido la presión para poner fin a la exención militar de los judíos ultraortodoxos y forzarlos a enlistarse. Y esto no cambiará drásticamente el poder militar, pero desnuda una profunda crisis de confianza en las instituciones de defensa israelí y es un factor que suma a la polarización social en la que se encuentra Israel. La interrogante a realizarse es ¿Estamos a las puertas de un pronto colapso interno, y disolución del actual Estado de Israel?