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El próximo 17 de mayo, Bagdad será sede de la 34.ª cumbre de la Liga Árabe, una reunión que según el primer ministro y canciller palestino Mohamed Mustafá promete “decisiones importantes” para poner fin a la guerra en Gaza.

Sin embargo, esta convocatoria llega tarde, desfasada y sin garantías reales de acción, en un contexto en el que la Franja de Gaza lleva meses sumida en un genocidio sistemático sin una respuesta efectiva del mundo árabe.

Gaza: el tiempo se agota, la ayuda no llega

Desde el 2 de marzo de 2025, ninguna ayuda humanitaria ha ingresado a Gaza. Todos los pasos fronterizos permanecen cerrados por orden del gobierno de Israel, en una acción que constituye un bloqueo total y que ha sido denunciada por diversas organizaciones humanitarias como un crimen de guerra.

A pesar de que en enero se alcanzó un alto el fuego temporal, el 18 de marzo el ejército israelí reanudó los bombardeos, argumentando que Hamás había rechazado las propuestas de los mediadores —incluido el enviado especial de Estados Unidos, Steve Witkoff. Así, la excusa de la liberación de rehenes volvió a justificar una nueva ola de ataques aéreos sobre una población civil ya devastada.

Una cumbre con promesas tardías

Frente a este panorama, la Liga Árabe ha permanecido prácticamente muda y sin capacidad de presión real durante meses. La cumbre de Bagdad se presenta como un intento por recuperar protagonismo y credibilidad, pero difícilmente podrá borrar el silencio prolongado que ha acompañado al genocidio en Gaza.

El canciller palestino ha señalado que la cumbre debatirá el establecimiento de un futuro Estado palestino. Sin embargo, resulta irónico que esta discusión surja cuando Gaza está siendo reducida a escombros, con miles de muertos, hospitales destruidos, y una población sin acceso a alimentos, medicinas o agua.

Falta de voluntad para condicionar

Más allá de discursos grandilocuentes, la Liga Árabe ha evitado medidas concretas que pudieran condicionar el fin del conflicto. No ha habido una suspensión colectiva de relaciones diplomáticas con Israel, ni un boicot comercial coordinado, ni siquiera una presión directa a los mediadores occidentales, como Estados Unidos, cuya complicidad con Tel Aviv ha quedado en evidencia una y otra vez.

En los hechos, varios países árabes han mantenido relaciones normales o incluso mejoradas con Israel en medio del conflicto, privilegiando intereses económicos o geopolíticos por encima del sufrimiento palestino. El Acuerdo de Abraham y otros procesos de normalización siguen vigentes, mientras Gaza muere.

Bagdad, símbolo de una historia rota

Que Bagdad sea sede de la cumbre no deja de tener un fuerte simbolismo. Capital histórica del mundo árabe, hoy es reflejo de un mundo árabe dividido, fragmentado y subordinado a agendas externas, como la del Pentágono o la OTAN, que han devastado a Irak y han facilitado la impunidad de Israel.

La cumbre de la Liga Árabe puede emitir declaraciones, pero carece de credibilidad si no va acompañada de acciones contundentes. Gaza no necesita promesas futuras ni comunicados vagos. Necesita presión real, ayuda urgente y voluntad política, algo que la Liga Árabe ha evitado durante todo este proceso.

Mientras tanto, la maquinaria de guerra israelí sigue operando con total impunidad, y el pueblo palestino sigue resistiendo en soledad.

Si la Liga Árabe no actúa ahora con firmeza, será recordada no por sus cumbres, sino por su silencio cómplice frente a uno de los mayores crímenes del siglo XXI.