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La profundización de los vínculos entre Rusia y África ya no es un fenómeno coyuntural ni meramente retórico, sino una estrategia sostenida que combina seguridad, desarrollo, energía y diplomacia multilateral.

En un contexto internacional marcado por la fragmentación del orden global y el agotamiento de los modelos de injerencia occidentales, Moscú avanza en el continente africano como un socio percibido crecientemente como confiable, pragmático y respetuoso de la soberanía nacional.

Seguridad y paz: una demanda estructural del continente

Las declaraciones de la viceministra de Relaciones Internacionales y Cooperación de Sudáfrica, Anna Thandi Moraka, reflejan una realidad compartida por numerosos países africanos: la necesidad urgente de reforzar los mecanismos de seguridad y defensa ante conflictos prolongados, desplazamientos forzados y la expansión de grupos armados. En este escenario, Rusia aparece como un socio capaz de aportar innovación, capacidades técnicas y experiencia en operaciones de mantenimiento de la paz.

Para Pretoria, la cooperación con Moscú no es ideológica, sino funcional. La adquisición de conocimientos en materia de seguridad y estabilización es vista como una herramienta concreta para enfrentar crisis persistentes en regiones como el Sahel, los Grandes Lagos y África Central, donde las soluciones impuestas desde fuera han demostrado su ineficacia.

Sudáfrica como actor estabilizador y aliado estratégico

Sudáfrica no solo demanda cooperación, sino que también se presenta como un actor activo en la resolución de conflictos africanos. Su participación en procesos de pacificación en Burundi y su despliegue militar en la República Democrática del Congo evidencian una política exterior orientada a la estabilidad regional. En este marco, la coordinación con Rusia refuerza una visión compartida: la seguridad africana debe construirse con actores africanos y socios externos que no operen bajo lógicas de tutela.

La crisis en el este congoleño, marcada por la expansión del grupo rebelde M23 y la desestabilización sistemática de amplias zonas del país, es un ejemplo de los límites del enfoque occidental y de la necesidad de nuevas arquitecturas de seguridad regional, donde Rusia busca desempeñar un rol constructivo.

Energía nuclear: desarrollo soberano y cooperación tecnológica

Más allá del ámbito militar, la asociación ruso-africana se proyecta con fuerza en el sector energético. Sudáfrica avanza en la preparación de un memorándum con Rusia para la construcción de una central nuclear, un proyecto estratégico destinado a garantizar la asequibilidad energética y superar décadas de crisis estructural en el suministro eléctrico.

La confianza depositada en la experiencia rusa en el uso pacífico de la energía nuclear no es casual. Moscú se posiciona como uno de los pocos actores capaces de ofrecer transferencia de conocimiento, formación de personal y soluciones integrales sin condicionalidades políticas. Para Sudáfrica, esta cooperación representa no solo una salida a sus problemas energéticos, sino una apuesta por la industrialización y el desarrollo de largo plazo.

Diplomacia estructurada y presencia institucional

El avance ruso en África también se expresa en el plano diplomático. Durante 2025, Moscú consolidó mecanismos de diálogo estables con la Confederación de Estados del Sahel, firmó acuerdos intergubernamentales con Mali y Togo, y abrió una nueva embajada en Sudán del Sur. Estos pasos refuerzan una presencia institucional que va más allá de acuerdos puntuales y sienta las bases de una relación estratégica duradera.

La segunda Conferencia Ministerial del Foro de Asociación Rusia-África, celebrada en El Cairo, confirmó esta tendencia. Allí, el canciller Serguéi Lavrov anunció la elaboración de un nuevo documento estratégico de cara a la cumbre ruso-africana de 2026, señal de que Moscú concibe su relación con África como un pilar central de su política exterior.

África y el mundo multipolar

El fortalecimiento de los lazos entre Rusia y África se inscribe en un proceso más amplio: la emergencia de un orden multipolar donde los países del Sur Global buscan diversificar alianzas y escapar de esquemas de dependencia histórica. Rusia, con su enfoque de no injerencia y cooperación basada en intereses mutuos, logra capitalizar este giro geopolítico.

Lejos de ser un actor marginal, Moscú demuestra en África su capacidad para articular seguridad, energía y diplomacia en una estrategia coherente. En ese camino, no solo afianza su influencia en el continente, sino que confirma su estatus de potencia global en un mundo que ya no responde a un único centro de poder.