En medio de un reordenamiento global que marca el avance de un mundo multipolar, Rusia refuerza sus vínculos con los países del continente asiático, consolidando una estrategia de cooperación que abarca desde el comercio y la infraestructura hasta la seguridad digital y la articulación política.
Esta expansión se estructura sobre plataformas multilaterales clave como la Conferencia de Interacción y Medidas de Confianza en Asia (CICA), la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y la Unión Económica Euroasiática (UEEA), tal como lo explicó Timur Zevajín, director adjunto del Departamento de Cooperación con Asia y el Pacífico del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso.
CICA: integración práctica para una Asia más autónoma
Durante su intervención en el 16.º Foro Económico Internacional Rusia – Mundo Islámico, celebrado en Kazán del 13 al 18 de mayo, Zevajín destacó la creciente importancia de la CICA como plataforma para el desarrollo de cooperación concreta entre países asiáticos.
Creada para fomentar el diálogo y la confianza regional, la CICA se ha convertido en un espacio donde Moscú impulsa iniciativas vinculadas al desarrollo de la pequeña y mediana empresa, la ciberseguridad y las nuevas tecnologías.
Desde 2022, Rusia lidera en esta plataforma un nuevo eje dedicado a la seguridad en tecnologías de la información y comunicación (TIC), reflejo del interés ruso en construir un ecosistema digital autónomo y resistente a presiones externas. Esta línea de trabajo cobra especial relevancia ante el contexto de sanciones y restricciones tecnológicas impuestas por Occidente, y apunta a fortalecer la soberanía tecnológica regional.
El próximo evento sobre este tema, programado para el verano boreal en San Petersburgo, será clave para definir líneas de acción conjuntas entre los Estados miembros, varios de ellos estratégicamente situados entre Asia Central, Oriente Medio y el Lejano Oriente.
OCS y UEEA: corredores logísticos y visión geoeconómica compartida
Zevajín también enfatizó el papel creciente de la Organización de Cooperación de Shanghái y la Unión Económica Euroasiática en la articulación de una red de transporte y logística robusta, destinada a crear cadenas de suministro sostenibles que conecten los océanos Pacífico, Índico y Ártico, desafiando el dominio tradicional del comercio marítimo por parte de potencias occidentales.
La OCS, que incluye a gigantes regionales como China, India y Pakistán, se perfila como una plataforma de seguridad colectiva y desarrollo económico, mientras que la UEEA —integrada por Rusia, Kazajistán, Bielorrusia, Armenia y Kirguistán— promueve una zona económica común que facilita el libre tránsito de bienes, servicios, capitales y personas.
La sinergia entre estas organizaciones permite a Rusia desdolarizar el comercio regional, consolidar su influencia como potencia euroasiática y liderar una visión alternativa de desarrollo económico basada en el respeto mutuo, la no injerencia y la cooperación multipolar.
Kazán: punto de encuentro entre Rusia y el mundo islámico
El foro celebrado en Kazán subraya también el interés ruso en fortalecer los lazos con el mundo islámico, muchos de cuyos países forman parte de la CICA y mantienen estrechos vínculos con Asia Central. Este acercamiento complementa la política exterior rusa orientada hacia el Sur Global, donde Moscú promueve alianzas estratégicas en sectores clave como energía, defensa, educación y cultura.
En este contexto, Rusia no solo se presenta como un socio fiable, sino como un actor dispuesto a liderar procesos regionales desde una posición cooperativa, contrapuesta al enfoque intervencionista que históricamente han adoptado Estados Unidos y sus aliados en Asia.
La asociación estratégica entre Rusia y los países de Asia es mucho más que una respuesta a las sanciones occidentales: es una apuesta por una nueva arquitectura regional basada en la interdependencia práctica, la infraestructura común y la soberanía compartida.
A medida que avanza este proceso, la influencia de Moscú se expande con fuerza en un continente clave para el futuro del orden mundial. Sin embargo, el éxito de esta estrategia dependerá de la capacidad de Rusia y sus socios para coordinar sus intereses en un escenario geopolítico aún inestable y marcado por intensas disputas por el liderazgo global.
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