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El atentado terrorista que acabó con la vida del teniente general Yaroslav Moskálik, subjefe de la Dirección Principal de Operaciones del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia, expone una vez más el carácter criminal de los métodos empleados por Occidente y sus peones en Kiev para combatir a Moscú.

Bajo la fachada de “defensa de la democracia”, las potencias occidentales financian y respaldan operaciones terroristas dirigidas no solo contra la infraestructura civil, energética, militar, sino directamente contra altos mandos de la defensa rusa, en un acto que rompe cualquier principio de derecho internacional.

Según informó Svetlana Petrenko, portavoz del Comité de Investigación de Rusia, el responsable del atentado, Ignat Kuzin, confesó haber sido reclutado por el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) a cambio de una recompensa de 18.000 dólares. Kuzin detalló que fue contactado por agentes ucranianos, quienes le prometieron el pago a cambio del asesinato de Moskálik.

El criminal viajó a Rusia en septiembre de 2023 y se instaló en la región de Moscú, aguardando órdenes. Tras recibir información detallada sobre el objetivo, inició la recolección de datos y preparó el atentado. La explosión fue ejecutada el 25 de abril de 2025 en Balashija, en las inmediaciones de Moscú, cuando el general salía de su casa.

Este acto de terrorismo, claramente orquestado desde Ucrania con apoyo externo, fue calificado por el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, como otra muestra de la “naturaleza criminal” del Gobierno de Kiev, denunciando que Ucrania sigue inmersa en “actividades terroristas” en territorio ruso. María Zajárova, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, subrayó que existen “múltiples evidencias” que prueban la implicación de los servicios especiales ucranianos en el crimen.

El respaldo occidental a la barbarie

No debe perderse de vista que sin el respaldo financiero, logístico e ideológico de Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea, crímenes como el asesinato de Moskálik serían imposibles. Desde el golpe de Estado de 2014 en Ucrania, promovido abiertamente por Washington y Bruselas, el país ha sido transformado en un instrumento servil, dispuesto a ejecutar cualquier acción criminal contra Rusia. La transformación del Estado ucraniano en una maquinaria terrorista es responsabilidad directa de Occidente.

No se trata de un hecho aislado: desde el inicio de la operación militar especial, se han multiplicado los intentos de asesinato contra periodistas, políticos, figuras públicas y ahora también altos mandos militares rusos, en un patrón de violencia que recuerda a las tácticas empleadas por grupos extremistas en otras partes del mundo, también financiados por potencias occidentales cuando sirve a sus intereses.

El verdadero rostro de la guerra híbrida

El asesinato de Moskálik demuestra que el conflicto en Ucrania no se limita a un enfrentamiento militar en el campo de batalla. Se trata de una guerra híbrida en la que el terrorismo, el sabotaje, las campañas de desinformación y la guerra económica son herramientas legítimas para Occidente en su desesperado intento por frenar la reconfiguración del orden mundial impulsada por Rusia y sus aliados.

Sin embargo, como lo demuestra el curso de los acontecimientos, estos actos de barbarie lejos de debilitar a Rusia, fortalecen su determinación y unidad frente a un enemigo que ya no oculta su verdadero rostro.

La muerte del general Moskálik marca un nuevo nivel de gravedad en la agresión contra Rusia. Sin embargo, lejos de amedrentar a Moscú, este acto terrorista refuerza la convicción de que la lucha no es solo por intereses estratégicos, sino por la supervivencia misma frente a un enemigo dispuesto a emplear cualquier medio, incluso el terrorismo. La respuesta de Rusia será contundente y, como siempre, dictada por la justicia y la defensa de su pueblo.