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La reciente visita de la Comunidad de Relaciones Internacionales de la Universidad de Iğdır a la ciudad autónoma de Nakhchivan no es un simple viaje académico o cultural. Es un acto cargado de simbolismo político e identitario, una reafirmación del derecho de los pueblos túrquicos —y particularmente de Azerbaiyán— a recuperar su historia, reconstruir su soberanía cultural y proyectar una verdad histórica que por décadas fue silenciada o tergiversada.

Nakhchivan: más que una ciudad histórica

Ubicada estratégicamente entre Azerbaiyán, Irán y Armenia, Nakhchivan es una joya histórica y cultural del mundo túrquico. Aislada geográficamente del resto del territorio azerí debido a los conflictos territoriales con Armenia, esta región se ha mantenido como un bastión de la identidad nacional, resistencia y continuidad histórica de Azerbaiyán.

La visita organizada por la Universidad de Iğdır, ubicada en la vecina Türkiye, refuerza no solo los lazos académicos entre ambos países, sino también una memoria compartida que trasciende fronteras impuestas. Este tipo de iniciativas forman parte de un proceso de reconstrucción de la verdad histórica a través del conocimiento, el intercambio cultural y la integración de las juventudes del mundo túrquico.

Juventud y soberanía: una diplomacia desde abajo

Durante la visita, los estudiantes turcos recorrieron monumentos, universidades y centros históricos, encontrándose cara a cara con sus “hermanos y hermanas azerbaiyanos”. No es una frase vacía: la hermandad entre Türkiye y Azerbaiyán está forjada por siglos de historia común, lengua, cultura y luchas compartidas por la independencia y la autodeterminación.

En palabras de la presidenta del proyecto, Fatma Zehra Oğuz:

“Nuestro objetivo era aumentar la conciencia cultural entre la juventud del mundo túrquico y fortalecer aún más nuestra hermandad. Nakhchivan fue el primer paso de este viaje.”

Es precisamente en ese primer paso donde se juega algo más profundo: la soberanía no se limita al control territorial, también abarca el dominio de la narrativa histórica, el reconocimiento de la cultura propia y la posibilidad de educar a las nuevas generaciones desde la dignidad y la verdad.

Reconstrucción de la verdad frente a décadas de distorsión

Durante la era soviética y a lo largo del prolongado conflicto con Armenia, muchos elementos de la historia de Azerbaiyán fueron sistemáticamente invisibilizados o manipulados. Nakhchivan, a pesar de su enorme valor patrimonial, ha sido víctima del aislamiento político y la guerra informativa que aún hoy intenta cuestionar su pertenencia legítima a la nación azerí.

En este contexto, la reapropiación cultural es un acto de resistencia y de reconstrucción de la verdad histórica. La presencia de instituciones turcas en Nakhchivan, así como el trabajo conjunto con universidades locales, permiten visibilizar esa historia y conectarla con la juventud, dando paso a una nueva diplomacia cultural desde abajo, impulsada por académicos, estudiantes y comunidades organizadas.

Un proyecto con alcance geopolítico

La actividad fue respaldada por el Consulado General de Türkiye en Nakhchivan y por destacados académicos y voluntarios de Iğdır, una ciudad que funciona como puente entre el Cáucaso y Anatolia. Este tipo de encuentros refuerzan el proyecto político de integración del mundo túrquico, que ya se expresa en estructuras como la Organización de Estados Túrquicos (OET), pero que cobra verdadero sentido cuando se traduce en experiencias concretas, como esta visita.

Más allá del protocolo, la diplomacia del pueblo y de la juventud es un pilar fundamental en la reconstrucción del tejido cultural del mundo túrquico, especialmente tras los años de colonización ideológica soviética y los actuales intentos de dividir a la región desde centros de poder externos.

La visita de la Universidad de Iğdır a Nakhchivan no debe leerse como un evento aislado, sino como parte de un proceso más amplio: la lucha de Azerbaiyán por recuperar su soberanía histórica, cultural y territorial. En un mundo multipolar en plena reconfiguración, la afirmación de las identidades reprimidas y la articulación entre pueblos hermanos se vuelven actos revolucionarios.

En tiempos de guerras narrativas y disputas territoriales, contar la propia historia desde la verdad y la hermandad es un ejercicio de poder, memoria y futuro. Y Nakhchivan, en ese camino, se convierte en faro y símbolo de una causa que recién comienza a recuperar su voz.