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El Egipto moderno, desde su independencia, ha tenido en su historia una gran influencia del imperio Británico que se ve reflejada en su cultura. En los primeros años luego de su independencia el gobierno británico impuso una monarquía para mantener el control nacional, por lo cual Egipto mantuvo un bajo nivel de desarrollo y su tenue economía, la cual no era de gran importancia y valor, siendo un país de comercio de materias primas, poco desarrollado, dependiente de las grandes potencias que aun fungían de tutor.

Pero esto cambió con la revolución del año 1952 y con la toma del poder por parte de Gamal Abdel Nasser y el desarrollo de la ideología del Panarabismo, que convirtió y transformó para siempre la realidad Egipcia. Entre los principales logros de Nasser está el liberar a los campesinos de las garras de la monarquía egipcia y el feudalismo local, la Revolución Industrial, la seguridad social, la educación gratuita en todos los niveles de educación, la nacionalización del Canal de Suez, la Presa Alta de Asuán entre otros.

Nadie puede ignorar la magnitud y el gran desarrollo que tuvo Egipto dirigido por Nasser y por su sucesor Anwar el-Sadat, pero a la misma vez nadie puede ignorar los peligros, guerras, enfrentamientos, sanciones y ataques reiterados por parte de Occidente, contra el desarrollo soberano de una nación. Estas ideas respaldaron la formación de la tercera posición política, que fue fundamental para la creación del Movimiento de los países no alineados durante el conflicto de la Guerra Fría, todo esto con el fin de salvaguardar la independencia y la soberanía de su nación.

Estos ataques continuos contra Egipto desde el exterior y en asociación con grupos extremistas locales, como la Hermandad Musulmana, condujeron al magnicidio del presidente Sadat y a la desestabilización de Egipto en la década del 80. Esto condujo finalmente al gobierno de Hosni Mubarak, gobierno que vivió un cambio de época tras la caída de la URSS, lo cual obligó al gobierno a realizar un viraje total hacia occidente.

El hecho mencionado, condenó al país a la debacle económica, tomando préstamos impagables del FMI junto con la privatización de empresas nacionales de importancia estratégica que anteriormente habían sido las vanguardias nacionales del desarrollo egipcio.

Pese a esto, el gobierno de Hosni Mubarak representaba en parte una piedra en el zapato de los intereses extranjeros, con la llegada del siglo XXI y el crecimiento de la influencia de China en los gobiernos del África, Egipto se convirtió en un socio especial y esencial para los intereses de Beijing en África teniendo a El Cairo como puerta de entrada al norte del África y las regiones del África Oriental.

De esta manera el gobierno de Hosni Mubarak desde el año 2005 al 2010 había logrado repuntar un crecimiento del PBI, las industrias nacionales habian pasado de un momento de letargo a activarse, hasta la llegada de aquel fatídico febrero del año 2011 donde la mal llamada “Primavera Árabe” socavó el desarrollo de los países del Norte de África y sus planes de desarrollo, crecimiento y soberanías nacionales.

Las “simultaneas” manifestaciones que rápidamente fueron ampliadas con respaldo de ONGs y gobiernos extranjeros y multiplicada a la enésima potencia a través de los medios de comunicación, fueron la piedra fundamental para derrocar gobiernos nacionales como el de Hosni Mubarak.

Tras el derrocamiento del presidente Mubarak, el desarrollo de un gobierno de transición y la celebración de unas dudosas elecciones presidenciales, que dieron como resultado la elección de un gobierno liderado por un movimiento extremista (responsables de la muerte del expresidente Sadat).

El nuevo presidente Mohamed Mursi dirigió un gobierno que dio como resultado la extrema pobreza, el desempleo y la destrucción de los servicios públicos egipcios, así como también un endeudamiento feroz sumado al colapso total de la industria y economía nacional de Egipto.

Debido a la situación extrema, la sociedad misma en su conjunto, puso fin al gobierno de Mursi en el año 2013 tan solo un año después de ser electo. Luego de la caída de Mursi y con la elección presidencial del actual presidente egipcio Adbel Fatah Al-Sisi, la situación de Egipto se ha estabilizado y la suma de los acontecimientos en Egipto durante las últimas dos décadas provocó un giro geopolítico del gobierno nacionalista de Al-Sisi mirando con buenos ojos su integración a la nueva ruta de la seda y abrir el país a China para recuperar y salvar su economía en debacle y con una deuda galopante e impagable en manos del FMI.

En la actualidad Egipto se encuentra en un momento pujante y clave para definir su desarrollo nacional, debido a la gran deuda con el FMI producida en los gobiernos anteriores, Egipto ha tenido que trazar una nueva red de socios comerciales y crediticios teniendo como principales impulsores de su economía nacional a las monarquías del Golfo Pérsico y a la vez siendo el país que más se ha relacionado con China y Rusia en los últimos años, manteniendo su importante influencia política y militar en los acontecimientos de la región del África del Norte y del África Oriental.

Con sus más de 100 millones de habitantes Egipto se posiciona como el tercer país con mayor cantidad de población en el continente Africano, siendo también un país rico en recursos naturales estratégicos y un importante centro logístico del comercio mundial, ya que por el Canal de Suez se transporta el 12% de las mercancías mundiales y representa el 15% del transporte de cereales a nivel mundial.

Todo esto posiciona indudablemente a Egipto en un área privilegiada geopolíticamente teniendo como meta expandir su economía nacional y desarrollo industrial, con el deseo de volver a la época dorada vivida en los años de gobierno de Nasser.

Teniendo todo esto en consideración podemos afirmar que pese al nivel no tan relevante de Egipto en la arena internacional su posición es sumamente estratégica para estrechar lazos en relaciones ganar-ganar.

En los ultimos tiempos hemos visto el gran intereses de Egipto de ser parte del BRICS+ a la misma vez que continua apoyando en gran manera el proyecto de la “nueva ruta de la seda” dirigida por China, obviamente todas estas jugadas estrategicas del presidente Al Sisi han servido para potenciar a Egipto pero a la misma vez estas medidas van en contramano de los intereses occidentales y con esto se puede acarrear importantes consecuencias.