Este miércoles, Bolivia vivió un episodio crítico cuando un grupo significativo de militares bolivianos se apertrecharon en la plaza Murillo, en La Paz, cerca de las sedes del poder ejecutivo y legislativo del país. La situación se intensificó rápidamente cuando estos militares, liderados por el general destituido Juan José Zúñiga, irrumpieron por la fuerza en el palacio presidencial, desatando una serie de eventos que culminaron en un intento de golpe de Estado.
El presidente Luis Arce, al percatarse de las “movilizaciones irregulares de algunas unidades del Ejército boliviano”, denunció de inmediato la situación y llamó a la ciudadanía a defender la democracia. “No podemos permitir, una vez más, que intentonas golpistas se lleven vidas bolivianas”, declaró Arce, destacando la necesidad de mantener la estabilidad institucional del país.
Contexto de Tensiones Políticas
Este intento de golpe ocurre en un momento de alta tensión política entre Luis Arce y Evo Morales, ambos figuras clave del Movimiento al Socialismo (MAS). La disputa por la candidatura presidencial de 2025 ha exacerbado las divisiones internas del partido, creando un ambiente de incertidumbre y confrontación.
Mientras Morales sigue siendo una figura influyente, Arce ha intentado consolidar su liderazgo y diferenciarse de su predecesor, lo que ha generado fricciones y rivalidades.
El fallido golpe de Estado refleja no solo un desafío a la autoridad de Arce, sino también un intento de desestabilizar el proceso democrático en Bolivia. La reacción rápida y decidida de la ciudadanía, junto con la firmeza de sectores militares en apoyo a la constitución, ha sido crucial para evitar una crisis mayor.
Desarrollo del Intento Golpista
Las tropas rebeldes, armadas y equipadas con tanquetas, se desplegaron alrededor del Palacio Quemado y utilizaron un blindado para ingresar al edificio. En la zona se reportó el uso de gases lacrimógenos, lo que generó caos y dejó al menos nueve civiles heridos, según informó el ministro de Gobierno, Eduardo Del Castillo.
Juan José Zúñiga, el general al frente de los insurrectos, expresó su descontento con el clima político en Bolivia y afirmó que los militares estaban “mostrando su molestia” y exhortó a “basta de humillar a nuestro Ejército”. Sin embargo, a pesar de su determinación inicial, las fuerzas golpistas comenzaron a retirarse de la plaza Murillo después de unas horas de tensión.
Reacción Popular y Respeto a la Constitución
La rápida movilización popular en defensa del presidente Arce y el respeto de importantes sectores militares a la Constitución fueron cruciales para detener el golpe en tiempo récord. La Fiscalía General del Estado inició un proceso penal contra Zúñiga y los militares involucrados, logrando la detención del general destituido poco después.
En medio de estos eventos, Luis Arce subrayó la necesidad de una movilización ciudadana “en contra del golpe de Estado, en favor de la democracia”. El mandatario procedió a posesionar al nuevo alto mando militar: José Sánchez como nuevo comandante del Ejército, Gerardo Sabala como jefe de la Fuerza Aérea y Wilson Guardia como jefe de la Armada.
La rápida reacción del gobierno y el respaldo popular reflejan una firme defensa de la democracia boliviana frente a intentos desestabilizadores. Sin embargo, las tensiones políticas internas y la lucha por el liderazgo en el MAS sugieren que la estabilidad futura del país dependerá en gran medida de la capacidad de sus líderes para resolver sus diferencias de manera pacífica y democrática.
La defensa del pueblo boliviano a su democracia ha demostrado ser fundamental en momentos críticos, como el reciente intento de golpe de Estado. La movilización rápida y decidida de la ciudadanía, junto con el respeto de importantes sectores militares a la constitución, fueron clave para detener la intentona golpista y preservar la estabilidad del país.
Sectores proxy en busca de desestabilización.
No se puede pasar por alto el interés que sectores proxy pro Estados Unidos puedan tener en desestabilizar a Bolivia, particularmente debido a sus ricos y codiciados recursos naturales, como el litio. La creciente demanda global de este mineral, esencial para la fabricación de baterías de vehículos eléctricos y otros dispositivos tecnológicos, ha puesto a Bolivia en el centro de atención de diversas potencias económicas.
Elon Musk, CEO de Tesla, hizo una declaración en 2020 que resuena en este contexto. En un tuit, Musk afirmó: “¡Le vamos a dar un golpe a quién se nos cante!”, en referencia a los intereses corporativos en el litio boliviano. Este comentario subraya cómo la política boliviana no puede ser analizada sin considerar la influencia y los intereses de actores externos que buscan beneficiarse de los recursos naturales del país.
Por lo tanto, cualquier análisis de la política boliviana que omita estas dinámicas globales corre el riesgo de ser incompleto y miope. La preservación de la democracia en Bolivia no solo es vital para su estabilidad interna, sino también para proteger sus recursos y su soberanía frente a intervenciones externas que buscan aprovecharse de sus riquezas naturales. La resistencia y la unidad del pueblo boliviano seguirán siendo esenciales en la defensa de su futuro democrático y económico.