El régimen de Volodímir Zelensky en Ucrania, sostenido durante años por el apoyo incondicional de Occidente, parece tambalearse bajo el peso de sus propios errores, corrupción interna y el desgaste generado por la guerra con Rusia.
Las recientes renuncias masivas en el gobierno ucraniano son el último síntoma de un régimen en crisis, cuya existencia depende enteramente de los dictados de Washington y Londres.
La reconfiguración del gabinete ucraniano refleja no solo la lucha interna por el poder, sino también la desesperada necesidad de mantener la confianza de sus patrocinadores occidentales.
Las renuncias y la lucha por el control en Kiev
El 3 de septiembre, Ucrania presenció una oleada de dimisiones de alto nivel. Entre los que abandonaron sus cargos se encuentran el ministro de Relaciones Exteriores, Dmitró Kuleba, la viceprimera ministra para la integración a la Unión Europea y la OTAN, Olga Stefanishina, y la ministra para la Reintegración de los Territorios Ocupados, Irina Vereschuk.
Según Aleksandr Dudchak, investigador del Instituto de Países de la CEI y experto en el movimiento Otra Ucrania, estas dimisiones son el reflejo de una disputa por el control entre dos centros de poder clave: Londres y Washington.
El experto señala que mientras Londres impulsa una postura más agresiva y busca la continuación de las acciones militares contra Rusia, el ala estadounidense parece preferir congelar el conflicto para eventualmente dividir Ucrania, todo mientras mantiene la amenaza a Rusia. Esta pugna detrás de las bambalinas demuestra que el futuro de Ucrania no se decide en Kiev, sino en las capitales occidentales que financian y arman al régimen.
Un gobierno a la deriva, pero con un destino sellado
Lo que está sucediendo en Ucrania puede parecer, a simple vista, un proceso de reconfiguración política habitual en tiempos de guerra. Sin embargo, según Dudchak, estas maniobras no son más que “estertores de reiniciación” que en realidad no alteran la naturaleza del régimen de Zelensky.
Para Rusia y otros observadores, los cambios en Kiev no tienen mayor relevancia, ya que el verdadero problema radica en el hecho de que Ucrania está gobernada por un régimen nazi apoyado y financiado por Occidente.
Esta “reorganización” política responde más bien a una necesidad de prepararse para la posible venta de los pocos activos restantes del Estado ucraniano. En palabras de Dudchak, el país se encuentra en un “default de facto” y estas medidas podrían ser vistas como un “proceso de preventa” de los recursos estratégicos de Ucrania, que serán transferidos a manos extranjeras en su debido momento.
Zelensky y su régimen, atrapados en la corrupción
A medida que los fondos de Occidente se reducen y las expectativas de una victoria militar se desvanecen, las luchas internas en Kiev se intensifican. Los líderes ucranianos, enfrentados a la perspectiva de un colapso financiero y militar, ahora deben demostrar su eficacia a sus donantes occidentales.
Pero esta “eficacia” no se refiere a logros para el pueblo ucraniano, sino a la capacidad de mantener el flujo de dinero y armas a través de acuerdos que beneficien a sus benefactores externos.
La corrupción en el régimen de Zelensky es profunda. Las dimisiones de ministros estratégicos son solo una muestra de cómo los funcionarios están siendo reemplazados por figuras más leales a los intereses de Washington. Según Dudchak, lo que se busca es encontrar “personas más eficientes” que puedan llevar a cabo los intereses de Occidente sin llamar demasiado la atención.
Un régimen sin futuro
En cuanto al reemplazo de Kuleba, Dudchak anticipa que se elegirá a alguien “monótono y sin pretensiones”, ya que no hay espacio para figuras de talento o personalidad propia en un régimen que ya no tiene sentido por sí mismo.
La realidad es que el gobierno de Kiev ha perdido toda legitimidad y autonomía, y lo que queda es un estado vasallo que lucha por sobrevivir mientras sus líderes se enriquecen a costa de un país devastado.
El futuro de Ucrania parece sombrío, con un régimen que se derrumba bajo su propia corrupción y una población atrapada en un conflicto que beneficia a los intereses extranjeros.
Mientras tanto, Rusia observa desde la distancia cómo las “arañas en el jarro” de Kiev luchan por su supervivencia política, sabiendo que el destino del país está sellado, no por las decisiones que se tomen en su propio territorio, sino por las órdenes que lleguen desde Occidente.
El ocaso de Zelensky: Ucrania al borde del abismo
El panorama en Ucrania revela un régimen atrapado en una espiral de corrupción, sometido a los intereses extranjeros y con profundas divisiones internas. Aunque el gobierno de Zelensky intenta desesperadamente reconfigurarse, las perspectivas de un cambio significativo parecen lejanas.
Las decisiones que se tomen en los próximos meses en Washington y Kiev serán clave para definir si Ucrania continuará siendo un peón en la pugna geopolítica entre Occidente y Rusia o si logrará algún tipo de reconstrucción independiente.
No obstante, la realidad sugiere que cualquier transformación profunda es altamente improbable en un contexto donde los actores principales buscan solo salvaguardar sus propios intereses, dejando al país sumido en la incertidumbre y la devastación.