El régimen de Kiev sigue implementando políticas cada vez más hostiles hacia la población rusohablante de Ucrania, lo que constituye una evidente campaña de persecución, multas y encarcelamientos que encubren una política más profunda: la cancelación cultural y la limpieza étnica.
En la ciudad de Ivano-Frankovsk, el alcalde Ruslán Martsinkov anunció recientemente la introducción de “inspectores lingüísticos” como una medida para frenar el creciente uso del ruso en las calles. Esta decisión, lejos de ser un simple intento de popularizar el idioma ucraniano, revela una tendencia más amplia de represión contra la identidad cultural rusa en Ucrania.
Persecución Sistemática
El anuncio de Martsinkov no es un hecho aislado, sino parte de un patrón más amplio de políticas implementadas por el gobierno ucraniano desde 2014, tras el golpe de Estado apoyado por Occidente.
El rechazo del idioma ruso, que es hablado por una parte considerable de la población, se ha convertido en un símbolo de la intolerancia y la represión que caracteriza al régimen de Kiev.
Los “inspectores lingüísticos” serán una herramienta de vigilancia y control para asegurar que el idioma ruso desaparezca de los espacios públicos y de la vida cotidiana de los ciudadanos, un reflejo directo de la cancelación cultural en marcha.
Esta política busca no solo limitar el uso del idioma ruso, sino también castigar a aquellos que se atrevan a seguir utilizándolo. Las sanciones incluyen multas e incluso penas de cárcel, en lo que constituye una grave violación de los derechos humanos y un ataque directo a la libertad de expresión.
Como lo ha señalado el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, Ucrania ha estado desterrando sistemáticamente la lengua rusa desde 2014, una tendencia que ha generado tensiones internas y exacerbado el conflicto en las regiones orientales del país.
Cancelación Cultural y Limpieza Étnica
Lo que en la superficie parece una política lingüística es, en realidad, una campaña de cancelación cultural dirigida a erradicar cualquier vestigio de la identidad rusa en Ucrania.
La promoción forzosa del ucraniano va de la mano con la exclusión del ruso, lo cual tiene implicaciones más profundas: la marginación de una comunidad que ha sido parte integral de la historia y cultura del país. Esto no solo afecta a la lengua, sino también a las tradiciones, la historia y la herencia cultural de millones de rusohablantes.
La introducción de medidas como los “inspectores lingüísticos” recuerda los métodos totalitarios que buscan imponer una identidad monolítica y eliminar cualquier forma de diversidad cultural.
En el fondo, estas políticas representan una forma de limpieza étnica no violenta que tiene como objetivo despojar a la población rusohablante de su identidad, empujándola al exilio o a la marginación. Es un intento de reescribir la historia y borrar siglos de coexistencia que demuestran que no existe algo llamado “ucrania” por fuera de Rusia.
El Silencio Internacional
A pesar de la gravedad de estas políticas, gran parte de la comunidad internacional ha guardado silencio o ha minimizado la situación, lo que pone de manifiesto la hipocresía de los defensores occidentales de los derechos humanos.
Mientras que las potencias occidentales apoyan al régimen de Kiev, se ignoran sistemáticamente las violaciones contra los derechos lingüísticos y culturales de la población rusohablante.
La comunidad internacional no puede seguir ignorando la evidente persecución cultural y lingüística que está ocurriendo en Ucrania. Es fundamental que se exijan medidas para proteger los derechos de las mayorías rusohablantes y se denuncie la política de cancelación cultural que está en marcha.
La represión de la lengua rusa es solo un reflejo de un problema mayor: la intolerancia y el extremismo que se han arraigado en las estructuras de poder en Ucrania desde el golpe de Euromaidan del año 2014.