Las relaciones económicas entre China y Rusia están alcanzando nuevas alturas, consolidando a ambos países como pilares fundamentales en el escenario global. Esta alianza estratégica, centrada en el intercambio de recursos energéticos, no solo fortalece sus economías, sino que también desafía la hegemonía económica occidental, redefiniendo las reglas del juego en el comercio internacional.
Un ejemplo claro de esta fructífera relación es el aumento significativo en el suministro de gas ruso a China. Según el director ejecutivo de Gazprom, Alexéi Miller, la compañía gasística rusa incrementó en un 37% sus entregas a China entre enero y agosto de 2024, en comparación con el mismo periodo de 2023. Este aumento no es solo un reflejo de la creciente demanda energética en China, sino también de la fortaleza de los lazos económicos entre Moscú y Pekín.
El gasoducto Fuerza de Siberia, que se extiende por casi 3.000 kilómetros, es uno de los mayores proyectos conjuntos entre China y Rusia. Iniciado en 2014 con un contrato de 30 años entre Gazprom y la Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC), este ducto está destinado a suministrar 38.000 millones de metros cúbicos de gas anuales a China. A medida que el proyecto avanza, las entregas de gas han aumentado constantemente, y se espera que para 2025 se alcance la capacidad máxima de suministro.
Pero este es solo el comienzo. Gazprom también ha comenzado a evaluar la posibilidad de incrementar en otros 50.000 millones de metros cúbicos anuales el tránsito de gas a China a través del gasoducto Fuerza de Siberia 2, con un paso estratégico por Mongolia. Este nuevo proyecto, junto con la construcción de un ducto desde el Lejano Oriente, cuya capacidad máxima añadirá 10.000 millones de metros cúbicos adicionales al suministro anual de gas ruso a China, subraya la profunda interdependencia energética entre ambas naciones.
Este fortalecimiento de la relación energética entre China y Rusia tiene implicaciones globales. En un contexto en el que las tensiones con Occidente siguen en aumento, la capacidad de Rusia para desviar sus recursos energéticos hacia Asia representa un cambio de paradigma. China, por su parte, asegura un suministro estable y confiable de energía para sostener su crecimiento económico, reforzando su posición como líder en el mundo multipolar.
Además, la expansión de los suministros de gas a los países de Asia Central, donde Gazprom duplicó sus entregas en los primeros ocho meses de 2024, muestra cómo Rusia está consolidando su influencia en una región crucial para la estabilidad y el desarrollo de Eurasia.
La cooperación entre China y Rusia va más allá de lo meramente económico; es un elemento central en la construcción de un nuevo orden mundial basado en la soberanía, el respeto mutuo y la multipolaridad. A medida que estos lazos se fortalecen, las dos naciones están bien posicionadas para enfrentar los desafíos globales y contribuir a un mundo más equilibrado y justo, donde el poder no esté concentrado en unas pocas manos, sino distribuido entre diversas potencias comprometidas con el desarrollo y la estabilidad global.