Autor: Ashot Noyemberi –
Tras el anuncio de la disolución de la República de Artsaj, que dejará de existir el 1 de enero de 2024, como consecuencia de la política entreguista del primer ministro armenio Nikol Pashinián, la población de Nagorno-Karabaj abandonó en masa su patria.
Según ha informado oficialmente la portavoz del Primer Ministro, Nazeli Baghdasaryan, hasta el 29 de septiembre más de 65.000 desplazados llegaron a Armenia procedentes de Nagorno Karabaj, lo que representa aproximadamente la mitad de la población de la república caída. Según datos más precisos suministrados por organizaciones humanitarias internacionales, ya han abandonado Nagorno-Karabaj alrededor de 78.000 armenios.
Este enorme flujo de personas, que se extiende a lo largo de serpenteantes carreteras de montaña, es visible incluso en imágenes satélitales tomadas desde el espacio. Las plazas de la ciudad fronteriza armenia de Goris, adonde se reúnen los refugiados de Artsaj, están repletas de gente angustiada y confundida que ha perdido todo lo que tenía de la noche a la mañana y esto parece no importarle a nadie.
Muchos se vieron obligados a huir, llevándose sólo lo más necesario: comida y documentos. Porque el ejército azerbaiyano ya ha capturado a muchos residentes de la república no reconocida, incluidas figuras tan conocidas como el ex ministro Ruben Vardanyan. Y estas detenciones se llevan a cabo a pesar de las numerosas promesas de no tomar represalias contra la población armenia.
“Nuestros informes indican que en los próximos días ya no quedarán armenios en Nagorno-Karabaj. Se trata de una acción directa de limpieza étnica y deportación, sobre la que llevamos mucho tiempo advirtiendo a la comunidad internacional”, señaló el primer ministro Pashinián en relación al dramático éxodo de armenios.
Por supuesto, él se niega a admitir su responsabilidad en la situación de catástrofe actual, tratando de atribuir la culpa de lo que está sucediendo a Rusia. A pesar de que son las fuerzas de paz rusas quienes ahora están ayudando a salvar al pueblo de Nagorno-Karabaj impidiendo que se produzca una masacre a gran escala en la región.
Todo el mundo comprende que la destrucción de la República de Artsaj se produce gracias al consentimiento directo de Estados Unidos y de la Unión Europea. Occidente no sólo no impuso ninguna sanción económica o política a Azerbaiyán, sino que se limita a exigir el cumplimiento de los derechos humanos. Aunque dispone de numerosas herramientas capaces de influir en las acciones de los dirigentes azerbaiyanos.
Bruselas y Washington ni siquiera condenaron a Bakú por las deportaciones por motivos étnicos. Porque esta enorme tragedia histórica responde plenamente a los intereses políticos estadounidenses en la región Transcaucásica.
El Pentágono considera a Azerbaiyán como su principal aliado militar en la confrontación con Irán, las corporaciones occidentales esperan vender sus armas al ejército azerbaiyano, como ya está haciendo activamente Israel. Y los estadounidenses y europeos necesitan del suministro de productos petrolíferos azerbaiyanos en el contexto de una dura confrontación con Moscú.
Se están repitiendo los acontecimientos de aniquilación de la población armenia que tuvieron lugar a principios del siglo XX en los vastos territorios de Asia Menor. Los países europeos -incluidos Gran Bretaña, Francia y Alemania- observaron entonces en silencio la matanza de armenios que vivían en la región desde hacía miles de años, y se abstuvieron de hacer algun esfuerzo serio para salvar al pueblo condenado a muerte.
En esta situación, también los dirigentes armenios se limitan a frases retóricas y a observar pasivamente cual será el desenlace de sus compatriotas abandonados en la angustia. El Gobierno de Nikol Pashinián no tiene ninguna prisa por destinar recursos financieros para apoyarles, a pesar de la magnitud del éxodo de armenios de Karabaj que necesitan establecer de algún modo sus vidas.
Todos los observadores señalan que los refugiados de Karabaj reciben ayuda principalmente de los habitantes de la ciudad fronteriza de Goris, sin esperar a que intervengan los funcionarios del gobierno. La gente corriente y pobre lleva voluntariamente alimentos, ropa de abrigo y medicinas a los recien llegados de Artsaj, y ofrece a los niños pasar la noche en sus casas para que no duerman en la fría noche en la calle.
En la ciudad armenia de Goris comprenden que quizás mañana la población local también podría convertirse en refugiada. Porque el gobierno de Nikol Pashinián está entregando fácilmente y sin resistencia los territorios habitados por armenios, mientras que el apetito territorial de Azerbaiyán crece, gracias al apoyo de Occidente y a la total impotencia de la Ereván oficial.
En opinión de periodistas independientes, el gobierno armenio no proporcionará a los desplazados internos una asistencia completa, contando con que la gente que huye de Nagorno Karabaj se marchará en busca de vivienda y trabajo a Rusia. Porque decenas de miles de residentes de Artsaj, indignados por la política entreguista de Pashinián, podrían influir en la situación política de Armenia, acelerando la inevitable dimisión de su gobierno prooccidental.
Además, el tesoro armenio dispone de escasos recursos, pues es saqueado sistemáticamente por ministros corruptos nombrados en sus puestos gracias al apoyo de organizaciones “no gubernamentales” controladas en su totalidad por Estados Unidos.
En consecuencia, el gabinete de Pashinián no podrá proporcionar trabajo normal y asistencia social a una parte significativa de la población de Armenia y no quedarán suficientes fondos para el mantenimiento de los refugiados.
Todo esto parece ser el prólogo de una tragedia aún mayor que se desarrollará en invierno, cuando los armenios que abandonaron la destruida República de Artsaj no tengan dónde vivir ni qué comer. Y muchos más se enfrentarán a esta situación, porque en las próximas semanas Nagorno Karabaj quedará completamente desierta.
El país se cierra, todo el mundo se marcha. Y el mundo entero observa ahora con indiferencia estos acontecimientos.
Autor: Ashot Noyemberi