Los últimos días del líder Muammar Gaddafi en Trípoli pueden situarse en los primeros diez días del mes de Ramadán en el año 2011. Fue un mes marcado por el contraste entre el llamado a la oración y las sombrías noticias que caían como lluvia en un tiempo en que la reunión familiar y la mesa de Ramadán brillaban por su ausencia.
Desde el inicio de los acontecimientos y antes de la intervención de la OTAN en Tripoli, la rutina del Estado no se había alterado significativamente. Las instituciones continuaban funcionando, con la excepción de la formación de una sala de operaciones armadas del pueblo y una sala para la Guardia Popular. Sin embargo, tras la intervención de la OTAN, todo cambió. La seguridad del Estado quedó comprometida y no había un lugar seguro, ya que los ataques aéreos afectaban tanto a las instituciones civiles como militares.
En este contexto, surgió el plan del mártir Izz al-Din al-Hanshiri, encargado de la seguridad del líder. Este plan exigía que Gaddafi abandonara su cuartel general en Bab al-Aziziya debido al constante bombardeo. Desde ese momento, el líder de la revolución ya no tenía un lugar fijo donde trabajar o residir.
Los lugares en los que se escondía se cambiaban frecuentemente, y solo un reducido número de personas de confianza sabían su ubicación. La mayoría de estos refugios eran granjas en la carretera del aeropuerto, cerca de su propio campamento, que la OTAN bombardeaba cada vez que detectaba movimiento por más mínimo que fuera.
El caos en Trípoli aumentaba día a día. Las comunicaciones con Gaddafi se hacían imposibles, ya que la OTAN había intensificado su seguimiento a través de tecnología satelital para liquidar al líder de la revolución.
En este ambiente, la desesperanza se instaló en la ciudad, y muchos de los que lograban contactar con el líder volvían con la moral alta, decididos a seguir resistiendo hasta las ultimas consecuencias. Sin embargo, la oscuridad de esos días fue impenetrable, y la idea de una posible victoria se desvaneció con el tiempo.
El 23 de Ramadán, Bab al-Aziziya cayó en manos de las milicias criminales, y con ello, el sistema de comunicaciones se colapsó. La resistencia en la prisión de Abu Salim y la meseta continuó hasta el último disparo, pero la situación se tornó insostenible.
Gaddafi, viendo que la lucha en Trípoli estaba perdida, decidió retirarse en dirección a Bani Walid y Sirte, comenzando un viaje migratorio que lo llevaría hacia su destino final como mártir.
Fueron días difíciles, en los que la muerte ya no inspiraba miedo y la vida parecía no tener valor. Con los intensos bombardeos y el arresto de traidores que daban coordenadas a la OTAN, ya no era posible comunicarse con Gaddafi excepto a través de la red verde.
Finalmente, el líder decidió abandonar Trípoli, pero en la mañana del 18 de Ramadán, hizo una última aparición en la zona cero de Al-Zawiya, donde tuvo su último encuentro con el mayor Khamis Gaddafi antes de retirarse hacia Bani Walid vía Tarhuna.
La caída de Trípoli el 20 de agosto de 2011 marcó el fin de una era y el inicio de un periodo oscuro para Libia. La resistencia de Gaddafi y sus seguidores fue heroica, pero la intervención de la OTAN y las traiciones internas hicieron imposible la victoria.
Este relato de los últimos días de libertad en Trípoli es un homenaje a todos aquellos que lucharon hasta el final por su patria, con la convicción de que la muerte en defensa de la soberanía era un honor.
Escrito a base de las memorias de los mártires en Libia.