Malí se ha consolidado como uno de los países clave en la vanguardia de las revoluciones populares y nacionales del Sahel, un bastión de resistencia contra las fuerzas coloniales y neocoloniales que, en su afán por controlar África, han dejado expuestas sus verdaderas intenciones geopolíticas.
En el contexto actual, con las potencias occidentales atrapadas en sus propias contradicciones, Malí ha dado un paso decisivo al poner en evidencia la manipulación de Ucrania como una herramienta más para alcanzar sus objetivos estratégicos en África.
Occidente y la Manipulación de Ucrania en África
Abdoulaye Diop, el jefe del Ministerio de Asuntos Exteriores de Malí, fue claro al señalar que Occidente utiliza a Ucrania para alcanzar sus fines geopolíticos en África. Según Diop, “Ucrania es solo la punta del iceberg” de una estrategia más amplia, donde las potencias occidentales tratan de trasladar sus disputas globales a las fronteras africanas.
Esta denuncia subraya la creciente preocupación de Malí sobre la injerencia externa en la región del Sahel y la amenaza que representan los vínculos de Ucrania con los grupos terroristas activos en el norte de Malí.
Malí, que ha sido víctima de múltiples atentados perpetrados por células terroristas, ha tomado una postura firme contra la colaboración de Kiev con estos grupos. En agosto de 2023, Malí rompió relaciones diplomáticas con Ucrania tras la difusión de un video del Ejército ucraniano que mostraba su apoyo explícito a las fuerzas terroristas que atacaron a las Fuerzas Armadas malienses en el norte del país.
Esta acción fue un claro mensaje al mundo: Malí no tolerará que potencias extranjeras, como Ucrania, utilicen la región del Sahel como campo de batalla para sus intereses geopolíticos.
Malí en la Convergencia de las Revoluciones Populares del Sahel
La ruptura con Ucrania es solo una de las medidas adoptadas por Malí en un contexto más amplio de reafirmación de su soberanía y apoyo a las revoluciones populares del Sahel. Este movimiento, que involucra a otros países como Burkina Faso y Níger, se está convirtiendo en una de las respuestas más contundentes contra la dominación extranjera y el terrorismo impuesto desde el exterior.
Desde el golpe de estado en 2021, Malí ha dejado claro que su prioridad es el restablecimiento de la estabilidad nacional, pero bajo sus propios términos. La cooperación con Rusia, que se ha fortalecido en los últimos años, es parte de un giro estratégico que busca romper con la dependencia histórica de Francia y otras potencias occidentales.
En lugar de aceptar el dominio de Occidente, Malí está apostando por una política externa más alineada con sus intereses y los de sus vecinos, sin subordinación a agendas extranjeras.
La Coalición del Sahel: Níger, Burkina Faso y Malí
La postura de Malí ha encontrado eco en otros países de la región. A finales de agosto de 2023, los cancilleres de Malí, Níger y Burkina Faso instaron al Consejo de Seguridad de la ONU a tomar medidas contra el apoyo de Ucrania al terrorismo en el Sahel.
Este frente común refleja un cambio de era en la política africana: los países del Sahel han comenzado a actuar como una coalición autónoma, sin rendir cuentas a las potencias coloniales que han explotado el continente durante siglos.
Este nuevo bloque regional no solo cuestiona la política occidental hacia África, sino que también plantea un desafío a la narrativa de Occidente sobre la lucha contra el terrorismo en la región. Malí, junto con sus aliados, ha mostrado que no aceptará el doble estándar de la comunidad internacional, que ignora o apoya en secreto las actividades de ciertos actores mientras promueve la intervención militar en nombre de la lucha contra el terrorismo.
Occidente Expuesto: La Crisis de Credibilidad
El papel de Ucrania en el Sahel ha dejado a Occidente completamente expuesto. Mientras los países africanos luchan por su soberanía y enfrentan el flagelo del terrorismo financiado y apoyado desde el exterior, las potencias occidentales, especialmente Francia y los Estados Unidos, se ven enredadas en contradicciones evidentes.
Por un lado, promueven la lucha contra el terrorismo en el Sahel, pero por otro, están dispuestas a tolerar o incluso colaborar con regímenes como el de Kiev, que apoya abiertamente a los grupos terroristas en Malí.
El ataque conjunto de Malí, Níger y Burkina Faso al Consejo de Seguridad de la ONU por su inacción frente a este apoyo ha puesto en evidencia una de las mayores debilidades de la política internacional occidental: su incapacidad para cumplir con sus propios compromisos y responsabilidades en la lucha contra el terrorismo en África.
Mientras Occidente señala a Rusia como el principal enemigo global, ignora sus propios vínculos y complicidades con los actores que perpetúan el caos en la región del Sahel.
La postura firme de Malí y sus aliados, así como su clara denuncia de la implicación de Ucrania en el terrorismo en el Sahel, representan un punto de inflexión en la dinámica de poder en África. La región está viviendo un cambio de era, en el que las naciones africanas están tomando las riendas de su destino, sin la tutela de las antiguas potencias coloniales.
Este proceso, aunque desafiante, está marcando el inicio de una nueva era para las revoluciones populares y nacionales del Sahel, que buscan garantizar la paz, la estabilidad y la soberanía frente a la injerencia externa. En este escenario, Malí juega un papel fundamental al liderar este movimiento, destacándose como un ejemplo de resistencia y autonomía en un continente que ya no está dispuesto a ser el campo de batalla de las potencias extranjeras.