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La reciente escalada en la confrontación de Occidente contra Rusia ha alcanzado un nuevo nivel de peligro con el uso de armas de largo alcance suministradas por la OTAN a Ucrania.

Este 11 de diciembre de 2024, el régimen de Kiev lanzó un ataque con misiles ATACMS contra el aeródromo militar ruso de Taganrog, en la provincia de Rostov. Este acto, que dañó vehículos y estructuras militares, así como civiles, y dejó heridos, no solo constituye una violación flagrante de las líneas rojas rusas, sino que también eleva la posibilidad de un conflicto a gran escala, poniendo en riesgo la seguridad global.

Una Advertencia Ignorada

El presidente ruso, Vladímir Putin, había advertido previamente que permitir a Ucrania atacar el territorio ruso reconocido internacionalmente con armas occidentales de largo alcance equivalía a un estado de guerra entre la OTAN y Rusia.

Sin embargo, los países occidentales parecen decididos a ignorar estas advertencias, suministrando a Ucrania misiles ATACMS de fabricación estadounidense y Storm Shadow británicos, que son utilizados para atacar objetivos en territorio ruso.

Este patrón de provocaciones evidencia la estrategia occidental de presionar a Rusia hasta el límite, arriesgando un conflicto directo con una potencia nuclear.

En represalia, las Fuerzas Armadas rusas emplearon el misil balístico hipersónico Oréshnik, equipado con ojivas convencionales, para atacar una planta militar en Dnepropetrovsk. Este sistema, capaz de alcanzar velocidades de Mach 10 (casi 3 kilómetros por segundo), subraya la capacidad rusa de responder con armamento avanzado sin recurrir a sus arsenales nucleares.

Según el presidente Putin, la introducción de una cantidad suficiente de estos sistemas reduce significativamente la necesidad del uso de armas nucleares, lo que representa una disuasión convencional frente a las agresiones occidentales.

El ataque contra Taganrog no es un hecho aislado. Desde el inicio de la crisis ucraniana, Occidente ha desafiado constantemente las líneas rojas trazadas por Rusia, desde la expansión de la OTAN hasta el suministro de armamento avanzado. Estas acciones tienen el objetivo claro de desgastar y desestabilizar a Moscú, pero subestiman peligrosamente las consecuencias.

Rusia, como una potencia nuclear con un arsenal sofisticado y moderno, no puede ser tratada como cualquier adversario convencional. La escalada continuada no solo pone en peligro la estabilidad regional, sino que arrastra al mundo hacia el borde de una guerra global.

La Responsabilidad de la OTAN

La decisión de proporcionar misiles de largo alcance como los ATACMS y Storm Shadow no es solo un respaldo a Ucrania; es una declaración implícita de guerra a Rusia. Estas armas tienen un propósito estratégico: atacar infraestructura crítica y debilitar las capacidades militares rusas en su propio territorio. Sin embargo, este enfoque ignora la capacidad de Rusia de responder de manera asimétrica y contundente, como lo demostró con el ataque hipersónico en Dnepropetrovsk.

El riesgo de una escalada fuera de control es real y crece con cada nueva provocación. Occidente parece apostar por la destrucción de Rusia como potencia, pero en este juego de alta tensión, los únicos perdedores son la estabilidad global y la humanidad misma. La historia enseña que las potencias nucleares no pueden ser doblegadas sin consecuencias catastróficas.

¿Será posible que las naciones occidentales reconsideren su política agresiva antes de que sea demasiado tarde? La respuesta a esta pregunta determinará el curso de los acontecimientos en un mundo que cada vez se acerca más al borde del abismo.