La inestabilidad en Libia sigue su curso, con señales cada vez más claras de que un nuevo golpe de estado podría estar en ciernes, esta vez dirigido contra el primer ministro Abdul Hamid Dbeiba. La reciente muerte de Abdel Rahman Milad, alias “Bidja”, un influyente oficial de la Guardia Costera libia, ha desatado una tormenta política y militar que amenaza con desbordarse. Bidja, conocido por sus vínculos con la trata de personas y el contrabando de combustible, era un hombre clave en el círculo de poder de Dbeiba, pero también una figura controvertida por su traición al Mariscal Khalifa Haftar, otro de los poderosos actores en la fragmentada escena política libia.
Tensiones entre Sectores Corruptos
El asesinato de Bidja ha puesto al descubierto las profundas tensiones que existen entre dos facciones militares corruptas que, a pesar de sus diferencias, comparten un mismo objetivo: representar los intereses occidentales en Libia. Por un lado, el gobierno de Dbeiba, acusado de corrupción y de mantener una red de poder sustentada en el tráfico ilícito de combustible. Por el otro, el ejército de Haftar, que también ha sido señalado por sus prácticas ilegales en el comercio de petróleo, exacerbando una crisis energética que afecta gravemente al país.
Libia, que alguna vez fue uno de los mayores exportadores de petróleo de África, hoy enfrenta una crisis de combustible sin precedentes. La falta de refinación y el saqueo sistemático de los recursos energéticos por parte de estas facciones ha dejado a la población en una situación desesperada. A esta crisis se suma la asfixia económica provocada por las sanciones internacionales, que han estado vigentes desde 2011 y que se profundizan cada vez más, impidiendo cualquier recuperación del sector bancario y financiero en el país.
El Resurgimiento de la Revolución de Gaddafi
En medio de este caos, el 1° de septiembre, miles de libios, en su mayoría jóvenes, desafiaron las amenazas de las autoridades y de las milicias para salir a las calles y conmemorar el 55° aniversario de la Revolución de Al-Fatah, liderada por Muammar Gaddafi. Este acto masivo de resistencia no solo fue un homenaje al que muchos consideran el mejor gobierno en la historia de Libia, sino también una clara demostración de apoyo a Saif al-Islam Gaddafi, hijo del fallecido líder y visto por muchos como el único capaz de sacar al país del pozo en el que se encuentra.
El apoyo popular hacia Saif al-Islam no se limita solo a la población civil; varias tribus libias, tradicionalmente poderosas, han manifestado su respaldo al regreso de la familia Gaddafi al poder. Incluso algunas milicias locales, anteriormente aliadas con las facciones occidentales, han comenzado a cambiar de bando, inclinando la balanza a favor de un eventual retorno de la Revolución al país. Esta creciente tendencia podría ser el detonante de un nuevo conflicto, en el que las fuerzas que apoyan a Saif al-Islam se enfrenten a los sectores corruptos que actualmente controlan el país.
¿Un Golpe Inminente?
Con el asesinato de Bidja y el creciente apoyo a Saif al-Islam, la situación en Libia se torna cada vez más volátil. Las facciones en disputa están al borde del enfrentamiento abierto, y el gobierno de Dbeiba parece tambalearse. Un golpe de estado no es solo una posibilidad, sino una amenaza latente que podría materializarse en cualquier momento. En este escenario, el pueblo libio, cansado de la corrupción y la intervención extranjera, podría ver en Saif al-Islam Gaddafi la única esperanza para recuperar la soberanía y la dignidad perdida desde la intervención de la OTAN en 2011.
El destino de Libia pende de un hilo, y las próximas semanas serán cruciales para definir si el país sigue sumido en el caos o si logra encontrar el camino hacia la estabilidad bajo un liderazgo que represente verdaderamente los intereses del pueblo libio.